Médicos sin Fronteras publica por su 50 aniversario «La memoria del olvido», un libro con más de 140 fotografías del horror humano captadas por Juan Carlos Tomasi durante más de veinte años
30 sep 2021 . Actualizado a las 09:07 h.Si la poesía es un arma cargada de futuro, como escribió Gabriel Celaya, la imagen de un rostro aterrorizado por el sufrimiento es un fusil que apunta directamente a la conciencia humana. Y así son las fotografías de Juan Carlos Tomasi. Son disparos que agitan conciencias.
Su cámara no refleja la devastación de la guerra, los cascotes y los escombros de las edificaciones derruidas, ni las escenas del hambre o la miseria, ni la de las hileras interminables de tiendas de campaña improvisadas como campamentos de refugiados. No, su cámara apunta directamente al paisaje humano que sufre sus consecuencias. A los rostros del dolor, del miedo, de la desesperanza, de la tristeza, de la incertidumbre, aunque también reflejan la sonrisa tímida de la inocencia, la de niños sin futuro que se aferran a su última esperanza. Al más elemental instinto de supervivencia.
Porque para captar el alma hay que mirar a los ojos. «No puedes hacer una fotografía sin mirar a los ojos», cuenta Tomasi, que tras 25 años recorriendo los escenarios mundiales del terror como fotógrafo de Médicos sin Fronteras ha visto como su obra ha quedado reflejada en el imponente libro La memoria del olvido. Una obra, editada por Blume, que recoge buena parte de la labor médico-humanitaria llevada a cabo por la oenegé y que se publica ahora para conmemorar el 50 aniversario de la organización.
Es medio siglo en el que Médicos sin Fronteras ha estado presente en los conflictos, desastres naturales y crisis sanitarias más duros de las últimas décadas, de Ruanda a Sudán, de Etiopía a la República Centroafricana, de los territorios palestinos a Afganistán. Un recorrido en el que ha estado presente en buena parte Juan Carlos Tomasi con su cámara para dar testimonio al mundo.
Una experiencia vital en la que ha tomado partido por los desheredados del mundo, aunque el coste también ha sido doloroso. Demasiado sufrimiento como para no verse atrapado por él. «Claro que te deja un poso -relata- y a veces es muy jodido. Tengo una profesión que me ha marcado mucho. He hecho reportajes fotográficos en los que, tras llegar a casa y sentarme en el sofá, rompía a llorar. Sentía que me había roto entero».
Pero la indiferencia no era una opción. Y de su empatía, de su capacidad de ponerse en el lugar del otro surgió la colección de más de 140 fotos que ahora se publican. «Las fotos de Juan Carlos transmiten su luz interior», recoge el también fotógrafo Sebastiao Salgado en uno de los artículos que acompaña a un libro que emociona y conmueve.
Y, aunque Tomasi cree que «una fotografía no va a cambiar el mundo, ni nada», no opina lo mismo David Noguera, presidente de Médicos sin Fronteras. «Este libro -apunta- es una vacuna contra la indiferencia, una pastilla y un tratamiento para combatir y compartir el dolor ajeno».
Tomasi, mientras tanto, se queda con la esperanza, porque la vida, a pesar de todo, siempre se abre paso. Y más después desde que hace 9 años tuvo a su hijo. Le cambió el encuadre. «Antes era muy ansioso y ahora mis instantáneas tienen más sosiego». Pero, tímido, seguirá sonrojándose a la hora de reflejar la profundidad del dolor humano.
«Me da mucha vergüenza fotografiar a la gente -dice-, porque te metes en sus vidas. Entras en sus corazones. Y cuando alguien está en una situación desesperada, no es fácil». Tomasi ofrece ahora sus vidas al mundo.