La científica que descubrió los púlsares y abrió la puerta de los agujeros negros, excluida del Premio Nobel, visitó Galicia
22 oct 2021 . Actualizado a las 16:05 h.En el verano de 1967 una joven astrónoma norirlandesa que preparaba su doctorado en Cambridge observó una señal anómala que apenas ocupaba unos pocos centímetros en la tira de papel de 121 metros que recogía los registros generados por el radiotelescopio. El descubrimiento abrió la puerta al conocimiento sobre los agujeros negros y le dio el premio Nobel al director del grupo, Anthony Hewish, pero no a la concienzuda científica que había detectado el primer púlsar. Jocelyn Bell (Belfast, 1943), que en el 2018 donó 2,3 millones de libras de un premio para financiar estudios de física a mujeres, refugiados y minorías étnicas, puso ayer en A Coruña el colofón al Congreso Estatal de Astronomía, invitada por la Agrupación Ío.
-¿Puede explicar de forma sencilla qué es un púlsar?
-Una estrella muy pequeña, de 10 kilómetros de diámetro, pero muy pesada, muy densa, con todo el material de una estrella típica concentrado en 10 kilómetros.
-¿Por qué fue tan importante su hallazgo?
-En caso de que fuera importante, ja, ja. Para los astrónomos lo fue porque entonces no se sabía que podía haber objetos con tanta densidad y planteó la idea de que podía haber agujeros negros.
-¿Para el resto del mundo no lo fue?
-Poco, no afecta a la vida de la gente pobre que pasa hambre. Pero demuestra que nuestro conocimiento del universo necesita ampliarse y nos ayuda a conocer las cosas mejor. La radioastronomía, por ejemplo, sirvió para tener antenas mejores, incluso domésticas para ver la televisión.
-Usted relaciona aquel hallazgo con el síndrome del impostor.
-Yo venía del noroeste, llegué a una zona civilizada, el núcleo duro del conocimiento, me sentía forastera, una impostora. Pensaba que se habían equivocado admitiéndome y que cuando descubrieran el error me mandarían a casa. Entonces decidí trabajar y dar lo máximo de mí para que cuando llegara ese día no me sintiera culpable porque sabía que había hecho todo lo que había podido. Es algo que recomiendo a las personas que sufren el síndrome del impostor, trabajar lo máximo posible.
-¿Cómo recuerda aquel día?
-Encontré una señal periódica que se repetía, un pulso. Nadie lo había visto. Era como una parte entre un millón. Mi supervisor no se fiaba mucho, pensaba que yo podía ser estúpida, así que quiso verlo por sí mismo y se dio cuenta de que era real. Tuvimos que trabajar duro para ver qué las producía. Después se lo contamos al mundo y un periodista preguntó si podían ser señales de extraterrestres. Mi supervisor le dijo que lo habíamos pensado, pero que rápidamente lo descartamos. Pero él se quedó con la primera parte de la frase y toda la publicidad y lo que se habló del asunto fue alrededor de los hombrecillos verdes.
-¿Es el síndrome del impostor típicamente femenino?
-Es más frecuente entre mujeres, pero no exclusivo. En Oxford veo llegar a estudiantes con la sensación de que no van a ser lo bastante inteligentes. Si no hubiera nadie allí para calmarlos, escaparían corriendo a casa. También escuché a periodistas que lo sufren, porque sienten que valen tanto como el último artículo que escribieron.
-La carrera científica penaliza a las mujeres por ser madres.
-Sí, hay permisos de paternidad pero la carga sigue siendo para las mujeres, y con el confinamiento se ha visto que también ayudan a los hijos con los deberes más que los padres. No sé cómo va a afectar esto al avance de las mujeres en el futuro próximo.
«Fe y razón conviven bien, soy cuáquera»
Jocelyn Bell ha mantenido un compromiso firme con la presencia de las mujeres en la ciencia.
-¿Cómo atraer a las niñas?
-No sé en España, en Inglaterra si ves la publicidad de juguetes para niñas ves que las palabras son suaves, hermosa, princesa, amigos, y para niños, palabras fuertes que tienen que ver con la técnica, la capacidad, el esfuerzo, incluso la batalla. Y hacer carrera científica tiene que ver con esa imagen que se atribuye a los hombres. Por eso el movimiento feminista británico hizo una campaña que decía: «Dejad a los juguetes ser juguetes». Marcamos el género desde muy pequeños.
-¿Qué le debe a los cuáqueros?
-Lo más importante para una persona científica es que la religión no te manda creer en esto, esto y esto. Tienes que trabajar tú misma en tus creencias y en la comprensión del mundo. Y nadie te dice que está mal.
-¿La fe y la razón conviven bien?
-En mi vida, sí, porque soy cuáquera. Si perteneciera a otra iglesia más paternalista probablemente tendría problemas.