Nuria Carballeda es una de las 4.000 personas que sufren lupus en Galicia que celebran la sentencia del TSXG que alerta de la «situación injusta» que viven todas ellas
27 oct 2021 . Actualizado a las 10:59 h.Aproximadamente unas 4.000 personas sufren lupus en Galicia. Una de ellas es Nuria Carballeda. Esta lucense preside además la Asociación Gallega de Lupus. En el cargo lleva ya un tiempo luchando por promover la investigación sobre una patología que tarda hasta dos años en diagnosticarse. Los síntomas iniciales suelen confundirse. Actúa por brotes y las dolencias se van «acumulando poco a poco». Un trastorno inflamatorio y crónico que no entra en el baremo para conseguir una discapacidad. Por eso, la sentencia del TSXG que reconoce que los que padecen la enfermedad sufren una «situación injusta» ha sido recibida como la mejor de las noticias.
«Hubo un tiempo en el que era fácil que obtuviésemos la concesión de este reconocimiento», relata Nuria. A ella le llegó a los 22 años, sufriendo una nefropatía, un daño en los riñones que es la antesala de un trasplante. Fue su propio médico el que la alentó a solicitar la discapacidad: «Me dijo: Nuria plantéate pedir esto, porque no vas a poder trabajar». Su paso por el tribunal de evaluación fue rápido y favorable. No tuvo ni que pensar en pasar por los juzgados.
Pero desde hace unos años «todo ha cambiado». Y es que ahora no solo es casi misión imposible obtener una discapacidad por padecer lupus, sino que las que no son definitivas, incluso se reducen. «Ha habido casos de personas que tenían reconocida una incapacidad del 65 % que en alguna revisión se la rebajaron». Es justo ese porcentaje el que otorga el derecho a percibir una prestación económica. A pesar de los diagnósticos a la baja, la enfermedad «no desaparece» y los síntomas se siguen sucediendo.
Sobre la consideración de sexismo que el tribunal ha hecho en la reciente sentencia, Nuria lo tiene claro: «La discriminación sexista va implícita en esta enfermedad, porque nueve de cada diez personas que la sufrimos somos mujeres». Una injusticia que incluso se agrava porque a menudo son ellas las que se ocupan «de la casa, o de cuidar a los hijos».