Esta crisis sanitaria está dejando un poso innegable en las relaciones entre las personas e incluso en la propia autopercepción del individuo
13 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Era la pandemia que iba a cambiar el mundo. Porque iba a hacer mejor a toda la Humanidad. Después, todo apuntaba a que sacaría lo peor de las personas. O que removería todo para dejar todo igual. Con la perspectiva que dan dos años, los expertos reflexionan sobre los efectos esta extraña situación derivada del covid que, sin duda, ha modificado la relación de la gente con su entorno.
JORGE GARCÍA FERNÁNDEZ: «AGAZAPADOS Y NEGACIONISTAS»
Jorge García Fernández, psicólogo clínico del CHUAC, asume: «Ante cualquier cambio importante como trasladarse a otro país, un divorcio o la perdida de un de un ser querido, una enfermedad crónica... los profesionales de la salud mental no esperamos una adaptación completa en un tiempo inferior a dos años. Y, para que esto se realice, es preciso que las nuevas condiciones sean estables. La provisionalidad es el mayor enemigo de la adaptación».
«Una reversión constante de las nuevas condiciones aunque sea de manera parcial interrumpe la adaptación y prolonga este proceso. No son los cambios por lo tanto los responsables del agotamiento sino las idas y venidas sobre una situación nueva que nunca se percibe como definitiva», añade. «Por eso, lo que se ha venido llamando fatiga pandémica lo consideraría más como un estrés por cambio constante (como doblar repetidas veces una hoja de metal que primero se calienta y acaba resquebrajándose) que como déficit de distracción o perdida de contactos sociales», matiza.
«Nuestra tendencia natural es a adoptar una posición fija. En el caso de la pandemia: a extremar una postura de protección elevada independientemente de la situación epidemiológica o en el otro extremo una relajación de medidas en esta misma línea con una actitud ‘de perdidos al río’. Tal como ocurre en un grupo de discusión prolongado (por ejemplo, en política), las posturas tienden a polarizarse», refleja.
«Dentro de un tiempo, en caso de prolongarse esto más, habrá un grupo de maquis agazapados y otro de negacionistas (no necesariamente descreídos, pero sí relajados). Cada uno de nosotros se asignará a uno de estos grupos según sus condiciones de vida y de sus características personales. En definitiva de lo que estamos cansados es de cambiar», concluye.
«Como aprendizajes de todo esto, pues quizás pocos. Hacer más o menos de lo que ya hacíamos algo más cuantitativo que cualitativo. Más tecnologización de las relaciones, para bien y para mal. No sé si significa más compañía o mayor distanciamiento. Y, como secuelas, (quizás también en esto tenga una visión polarizada por mi trabajo en el hospital), las familias afectadas por hospitalización y fallecimiento. El resto somos espectadores con mascarilla», zanja.
MANUEL MANDIANES: «MUCHAS RELACIONES SON IRRECUPERABLES»
Manuel Mandianes, antropólogo del CSIC y escritor, esgrime que los efectos de las restricciones «han cambiado nuestro mundo de relaciones. Muchas de las alimentadas con el café diario, mantenidas con una charla delante de la barra, han muerto. Y muchas son irrecuperables. La riqueza que aportaban a nuestra visión del mundo se ha perdido».
«A una persona de 65 años o más no le es fácil hacer amigos aunque le sea fácil conocer nueva gente. Las nuevas relaciones serán vistas bajo el peligro de alguien que nos podrá contaminar, y el peso de la responsabilidad de poderla contaminar», teme. «Mucha gente guardará la sensación de soledad que la invadió durante este tiempo que tratará de combatir con la lectura, la música... pero nada de esto puede suplir el contacto vivo, lo táctil. Muchas personas han salido de este aislamiento con una vida interior más fuerte y mejor, han descubierto su yo, su identidad. Algunos de ellos no han podido aguantar el descubrimiento de sí mismos y se han suicidado. Otros no se han suicidado, pero sufren depresión u otra enfermedad mental», describe descarnadamente.
«La pandemia ha dado un empujón a la revolución tecnológica. La tecnología ha acelerado la adopción de muchos jóvenes a la pantalla y al videojuego», apunta para finalizar.
XESÚS VILAS: «PREOCUPA A SAÚDE MENTAL DOS NENOS»
El presidente de la Plataforma de Organizacións de Infancia de Galicia advierte que «os datos indican que a pandemia supuxo un factor clave para agudizar tendencias que xa eran preocupantes antes do covid-19. Galicia ten taxas de pobreza infantil significativamente superiores á época prepandemia. Máis do 30 % dos nenos de Galicia viven en fogares baixo o umbral da pobreza. Un sinal de alarma que anuncia que as secuelas do covid-19 seguirán emerxendo. No sistema educativo, en forma de fracaso escolar. Moitos nenos viven en familias que carecen dos recursos e das competencias para poder adaptarse ao modelo de educación híbrida imposto pola pandemia», ejemplifica.
«No ámbito da saúde, preocupan os problemas asociados á saúde mental dos nenos. Un recente estudo de Save the Children revela que os trastornos mentais triplicáronse nos últimos catro anos, cun incremento exponencial durante a pandemia: afectan xa ao 4 % da poboación entre 4 e 14 anos», apunta. «Os datos que chegan dende os xulgados galegos apuntan a incrementos nos casos de violencia e abusos contra a infancia e nos informes de Unicef que miden o benestar emocional aparecen nenos máis tristes, inseguros e con medos», lamenta.
«A postpandemia preséntase como unha situación crítica e chea de incertezas. As políticas públicas de inversión vanse reforzar nos vindeiros anos co Fondos Next Generation, un marco no que se debería poñer no centro da recuperación a loita contra a pobreza infantil e a prevención e reparación dos danos sociais, físicos e emocionais que o covid ten causado no benestar da infancia e adolescencia de Galicia», zanja.
MADÓ GONZÁLEZ: «EL DEPORTE COMO HERRAMIENTA MENTAL»
La pandemia ha puesto en valor acciones que antes poseían una importancia relativa en el cotidiano popular. La actividad física y deportiva es una de ellas. Madó González, psicóloga del deporte, contextualiza: «Hace casi dos años, cuando llevábamos escasas semanas confinados por el covid, nadie dudaba que nada sería igual. Lo que parecía que no teníamos tan claro es en cómo cambiarían nuestro comportamiento y nuestros hábitos».
«Si nos referimos a la práctica deportiva y de ejercicio físico en la población en general (no deporte de élite) creo que el recorrido sería el siguiente: aquellas personas que tenían unos hábitos consolidados de deporte intentaron mantenerse activos durante el confinamiento realizando tablas y en aquellos casos más afortunados utilizando las bicicletas estáticas, elípticas o el jardín de casa. Con los primeros permisos para salir se observó un incremento notable de personas que salieron a hacer ejercicio físico al aire libre, fundamentalmente, correr y andar. Incluso de personas que no tenían hábitos regulares de práctica de ejercicio físico», desgrana.
«Con el transcurrir de las semanas, la situación se fue asentando y, siempre desde mi punto de vista como observadora, aquellos que nunca habían hecho deporte dejaron los buenos hábitos pero es cierto que tengo la impresión o la certeza fruto de esa observación que en estos momentos hay un porcentaje de la población que se ha vuelto más activa. Quizás esta actividad no se perciba tanto en los gimnasios y centros deportivos como en las actividades que se pueden realizar al aire libre. Esto podemos constatarlo en las escuelas de atletismo en donde se ha incrementado significativamente el número de niños y niñas que han empezado a practicar este deporte. Son muchos los padres que cuando contactan por primera vez afirman que su hijo estaba en otro deporte pero que el hecho de que en atletismo se practique al aire libre y no haya contacto es una garantía para evitar contagios», analiza.
«Por otra parte, creo que aunque los beneficios tanto físicos como mentales de la práctica deportiva son de sobra conocidos y demostrados científicamente en innumerables estudios ahora mismo la sociedad es más consciente de esos beneficios. El covid ha puesto de manifiesto la importancia del deporte y el ejercicio físico para mantenerse sano física y mentalmente. Las personas inactivas presentan mayores riesgos de hospitalización, ingresos en UCI y desgraciadamente, muertes. También, se ha destacado el deporte como una de las mejores herramientas más adecuadas para hacer frente a los problemas mentales derivados de la pandemia», concluye.
«Una vez que sabemos esto, quedaría pendiente que las instituciones dieran el mismo valor a los profesionales del deporte (entrenadores, psicólogos, técnicos….) que a otros profesionales como por ejemplo, la hostelería. Las restricciones que siguen existiendo en el deporte no se corresponden con los beneficios que de el se obtienen», reclama.
MAR DE SANTIAGO: «¿HEMOS TOMADO NOTA?»
La profesora de Ciencia Política y Sociología de la USC lamenta que después de dos años, las conclusiones sociológicas a las que se lleguen sean las mismas, principalmente, en el aspecto negativo. «¿Hemos tomado nota de lo que esta gravísima crisis sanitaria, con su brutal impacto en la línea de flotación de nuestra sociedad y Estado de Bienestar, ha supuesto, para poner los mimbres y cimientos de unas infraestructuras más sólidas y menos vulnerables en el contexto de la sociedad del riesgo en la que habitamos?», se pregunta.
«En estos dos largos años, ha sido un suma y sigue: Siria, Gaza, Marruecos, Afganistán, la invasión rusa de Ucrania… y muchas pinceladas de surrealismo y mucho fariseo (british partygate). Y en nuestra intranet ibérica, aún en pandemia y transitando hacia la denominada nueva normalidad, fue calando el discurso de una libertad sui géneris, los discursos de odio, las vergüenzas e injusticias de la Iglesia, la lacra de la violencia de género, que no da tregua... episodios de una España berlanguiana, mientras los científicos trabajan a contrarreloj», repasa. «A los efectos oportunos estamos aún en el durante. Y, a partir de aquí, ya nada volverá a ser igual», augura.
«Aplaudo, salvando las excepciones habituales en cualquier tiempo y lugar, el comportamiento de la ciudadanía, su responsabilidad social, pero las brechas del Estado del Bienestar serán inmensas, inconmensurables e irreversibles. Es urgente dignificar y equiparar la vida de las personas, luchar con educación y cultura contra los bulos. Nuestras vidas analógicas han transmutado y están en constante transición a lo digital», analiza. «La cultura ha actuado como un factor privilegiado como agente de cambio social, factor de permanencia y alimento de cohesión, conciencia colectiva comunitaria, resistencia y resiliencia», señala. «Fomentad el vicio de leer. La única lectura mala es la lectura única», decía Emilia Pardo Bazán ya en 1901.