Los psicólogos creen que el cubrebocas entorpece el desarrollo emocional de los menores y su aprendizaje. «Habrá que valorar si, en este punto de la pandemia, compensa mantenerla en las aulas», dicen con cautela
19 feb 2022 . Actualizado a las 12:29 h.Llevamos casi dos años con media cara tapada. Este sacrificio, impuesto por las autoridades por el bien común, ha dejado de resultar más beneficioso que perjudicial en casos concretos: al aire libre, donde el pasado jueves dejaron de ser obligatorias las mascarillas, y según los pediatras también en las aulas. Asociaciones médicas y de logopedas llevan tiempo alertado de la posible repercusión negativa del uso del cubrebocas en el aprendizaje, en las relaciones y en la socialización. Los psicólogos son sin embargo prudentes —reconocen que de momento la evidencia científica es escasa y que hace falta más tiempo para evaluar sus consecuencias emocionales—, pero reconocen de que en estos últimos meses se han disparado los casos de ansiedad derivados de su uso entre los más pequeños.
Trastornos ansiosos
Iria Calleja Barcia, psicóloga experta en la etapa infanto-juvenil, confirma que lo que más ha notado en su consulta es que hay «muchísimos» niños y adolescentes con trastornos ansiosos por culpa de las mascarillas. Algunos piden ayuda, pero otros no, se lo callan porque creen que es culpa suya o que se les pasará, e internalizan esa ansiedad. «Perciben que su respiración es distinta y después de muchas horas con la mascarilla se agobian; la nariz no se ventila y el aparato fonador funciona peor —detalla—. Y hay que tener en cuenta que son muchos los que tienen problemas respiratorios, de asma o alérgicos, y las mascarillas contribuyen a empeorar la sensación».
Conducta de alerta de por vida
Observa el psicólogo experto en ansiedad Roberto Tear que desde el inicio de la pandemia se está transmitiendo un mensaje constante de miedo, de alerta, no solo de forma directa, también con instrucciones y recomendaciones: al mantener el uso de la mascarilla, lo que se está comunicando es que no estamos a salvo. Esta sensación de miedo constante, de estar obligados a tener cuidado todo el rato, estas conductas instauradas de seguridad van a acarrear «unos problemas de ansiedad muy importantes». «Están calando en los niños desde muy pequeños, y no es lo mismo aprender algo a los 20, 30 o 40 años que en los primeros años de la vida, cuando las cosas se quedan mucho más fijadas, la mayoría de las veces para siempre», señala.
Dificultad para entender las emociones
«Hay una parte muy importante del lenguaje no verbal que es todo aquello que transmite nuestra cara —apunta por su parte Loreto González, psicóloga especializada en niños—. Y la mascarilla es un factor que complica tanto la transmisión como la recepción de las emociones». Coinciden en este punto todos los expertos consultados. Calleja se detiene en el aprendizaje por imitación, «importantísimo en las primeras etapas de la vida»: «No se produce adecuadamente porque los pequeños no perciben la cara de sus maestros, que junto a los padres son los adultos a los que tienen que imitar». La mascarilla entorpece, supone una barreras, «malos aprendizajes», anota la experta, la más convencida de que es hora de prescindir de ella en los colegios. «Vivimos en un mundo en el que gran parte de la comunicación se produce a través de texto escrito, de emoticonos… Y más la de ellos, que son nativos digitales. Si a esto le sumamos que el reconocimiento de las caras, la lectura de los gestos en el tú a tú está coja, porque no se puede producir, a la larga vamos a tener niños cada vez con menos habilidades sociales —considera—. Esta generación lo va a notar a la larga.
«La comunicación humana es un 80 % de lenguaje no verbal y aproximadamente un 20 % verbal —continúa Tear—. Y al taparnos la mitad de la cara estamos eliminando una parte importante de esa comunicación no verbal y suprimiendo en los niños el aprendizaje de los gestos, su reconocimiento, la interpretación de los mismos, con lo cual también estamos influyendo en la empatía».
Problemas en el aprendizaje del lenguaje
Cree Tear que a quien realmente más puede afectar llevar tanto tiempo la mascarilla en cuestiones relativas al desarrollo podría ser a niños que ya de por sí tengan dificultades en el aprendizaje del lenguaje, al no poder visualizar los labios. «Generalizar no es bueno —mantiene el psicólogo—. Y, a lo mejor, dependiendo de los perfiles, quizá con algunos niños habría que abrir un poco más la mano. Dependiendo de si tienen algún tipo de problema, de dificultad de desarrollo del lenguaje o si les está acarreando algún tipo de problema psicológico.
Capacidad de adaptación
Tanto Loreto González como Carlos Losada, vocal de la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (Anpir), se muestran sin embargo optimistas: los niños tienen una enorme capacidad de adaptación, subrayan. El mal que pueda hacerles la mascarilla es susceptible de ser compensado, dicen. «A nivel de reconocimiento de las emociones, al final tanto los niños como los adultos se las arreglan —asegura Losada—. Hay estudios que relacionan la limitación del reconocimiento de emociones que provoca las mascarillas con el que provocan las gafas de sol. Es bueno que los más cercanos se desarrollen con los niños sin mascarilla, claro, pero ellos recurren a otras capacidades para suplir los problemas que pueda ocasionarles llevarla».
Los expertos inciden en la importancia del trabajo en casa para equilibrar estos desajustes. «Hay que reforzar la interacción y la cercanía con los niños a nivel familiar para recuperar todo lo se que pueda estas carencias», comenta Iria Calleja. «En casa, donde sí se ven las caras descubiertas, se puede aprovechar para hacer pequeños juegos y tareas para aprender la transmisión de emociones con lenguaje no verbal», apunta Loreto González.
Los padres: «Llevamos dos años recibiendo mensajes contradictorios»
El miércoles, los pediatras abrieron la puerta a acabar con la mascarilla en las aulas, proponiendo incluso un calendario para ir eliminándolas progresivamente por grupos de edad. Sin embargo, centros educativos y autoridades sanitarias consideran este paso prematuro en estos momentos. ¿Y qué opinan los padres? «Nos gustaría que nuestros hijos dejasen de llevarla, pero la realidad es que sigue habiendo 200 muertos al día y aunque el covid se complica solo en el 0,5 % de los casos pediátricos, eso en términos de masa general se pone en mil niños que se van a quedar con covid persistente o que van a tener complicaciones graves como consecuencia de la enfermedad —sostiene Rogelio Carballo, presidente de Confapa—. No sé si estamos para permitirnos alegremente estropearle la vida a mil niños. Y luego está el tema de que, aunque a ellos les afecte menos, pueden contagiar a sus familias».
Lo que más claro tiene Carballo es que el mensaje debe ser claro: «Durante meses, incluso años, porque ahora ya podemos hablar en términos de años, se nos ha dicho que teníamos que tener limitado el contagio, porque cuanto más contagio libre hubiese más posibilidades de que apareciese una cepa peligrosa y mucho más dañina. Y ahora eso ya ha dejado de ser una verdad científica, el mensaje que se nos traslada es otro. Llevamos dos años recibiendo informaciones contradictorias».
¿Consideran precipitado levantar la obligación en las clases? «Quienes tienen que decidir estas cuestiones son las autoridades sanitarias y la comunidad científica, y los demás tenemos que ir detrás, pero que se hagan con un mínimo de seriedad y que el que las haga, que asuma la responsabilidad», zanja.