
Una intensa sequía provocó conflictos económicos y sociales que llevaron a la desaparición del pueblo vikingo
28 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.A los los negacionistas del cambio climático les encanta contar la historia de Erik el Rojo, un vikingo exiliado de Noruega que cuando se echó a la mar en el siglo X descubrió una tierra verde que bautizó como Greenland o Groenlandia. Para los escépticos, esta etapa de la isla demuestra que la temperatura fue más alta que la de hoy y que el clima actúa como un sistema en constante cambio. La verdad es otra.
Por entonces, el mundo atravesaba un período conocido como Óptimo Medieval. Durante cuatro siglos el Atlántico norte tuvo un clima cálido. Pero incluso así, la vegetación en Groenlandia ocupaba únicamente el quince por ciento de toda la superficie. El resto estaba congelado.
En realidad, Erik el Rojo podría ser calificado como el primer publicista de la historia porque lo que de verdad hizo fue tratar de vender lo mejor posible su hallazgo. Pensó que ese nombre tan atractivo sería un reclamo y que todo el mundo estaría deseando vivir en ese lugar que él había encontrado, sobre todo los vecinos de la fría Islandia o Iceland (tierra de hielo).El asentamiento vikingo en la isla apenas superó los 5.000 habitantes en su máximo apogeo y empezó su declive a finales del siglo XIII.
El colapso, como ocurrió en la Isla de Pascua, se produjo por varios motivos. La ciencia acaba de ofrecer una nueva tesis. Aunque la opinión generalizada es por una bajada de temperaturas, un estudio señala, en realidad, a la sequía. Un equipo de la Universidad de Massachusetts (Estados Unidos) reconstruyó las temperaturas históricas de Groenlandia en los últimos 2.000 años, para lo que recogieron y analizaron muestras de sedimentos de un lago.
Hasta ahora, se pensaba que la causa fue las temperaturas más frías asociadas a la Pequeña Edad de Hielo, que contribuyeron a hacer insostenibles aquellas colonias, pero la nueva investigación de publica Science Advances contradice esa teoría.
El equipo estudió cómo había variado el clima cerca de las explotaciones nórdicas, para lo que el equipo, encabezado por Raymond Bradley, viajó hasta un algo denominado 578, cerca de una antigua granja nórdica, donde pasaron tres años recogiendo muestras de sedimentos.
A continuación, analizaron las muestras en busca de dos marcadores: el primero, un lípido conocido como BrGDGT, que puede utilizarse para reconstruir la temperatura. «Si se dispone de un registro lo suficientemente completo, se puede relacionar directamente el cambio de estructura de los lípidos con el cambio de temperatura», afirmó Isla Castañeda, otra de las autoras del estudio.
El segundo marcador se consigue de la capa de cera de las hojas de las plantas, que puede utilizarse para determinar la velocidad a la que los pastos y otras plantas ganaderas perdieron agua por la evaporación. «Lo que descubrimos», dijo Boayand Zhao, «es que, aunque la temperatura apenas cambió en el transcurso del asentamiento nórdico en el sur de Groenlandia, se volvió constantemente más seco con el tiempo».
Los granjeros nórdicos tenían que pasar el invierno con su ganado a base de forraje almacenado e, incluso en un buen año, los animales estaban a menudo tan débiles que tenían que ser llevados a los campos una vez que la nieve se derretía en primavera.
En esas condiciones, las consecuencias de una sequía prolongada, unida a otras presiones económicas y sociales, pudieron haber inclinado la balanza lo suficiente como para hacer insostenible el asentamiento oriental.