Andreu Buenafuente y Berto Romero: «"Nadie sabe nada" se nutre de la realidad»
SOCIEDAD
El programa de Andreu Buenafuente y Berto Romero inicia este sábado su décima temporada dando el salto a la televisión, a través de HBO Max, pero manteniendo su espacio en la radio y «sin perder su esencia».
18 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Si no conocen el término Samanté o no han escuchado la ranchera que arranca con un «¿Ustedes creen que se puedan pelear como Bertín y Arévalo?», es que jamás han escuchado Nadie sabe nada, el programa de improvisación capitaneado por Andreu Buenafuente (Reus, 57 años) y Berto Romero (Cardona, 47 años), que comenzó en el verano de 2013 en la cadena Ser. Aquella hora de improvisación, que bordeaba la experimentación y ya ha amasado hasta vocabulario propio, pronto se convirtió en una charla «infinita» entre dos amigos, como bien apuntaba Romero. Este sábado, el espacio pone en marcha su décima temporada y lo hace dando el salto a la televisión de la mano de HBO Max. No teman, el contenido seguirá presente en la radio y, cómo no, en los pódcast de la cadena Ser. La decisión, simplemente, «es un sueño», cuenta Buenafuente, que hace que lo que en la etapa anterior «se quedaba en un anhelo, pueda convertirse en realidad».
Pregunta. ¿Se imaginaban llegar hasta aquí?
Andreu Buenafuente. Hasta aquí concretamente no, pero yo sí que soy muy optimista con todo lo que hago. Soy un motivado, por así decirlo, y me meto en las cosas y tampoco veo que tengan que acabar, para ser más exactos. Pero, claro, lo que realmente te sorprende es el músculo que va cogiendo. Dices: «Bueno, haremos esto y a ver si no molestamos mucho, me parece que la gente más o menos nos quiere, a ver qué tal va... Pero vamos a ponerle la energía». Y la energía que le pusimos en el arranque, la hemos sostenido durante los años. Pero esta multiplicación, no me la esperaba, aunque la sugerimos nosotros.
Berto Romero. Yo tampoco me lo esperaba. Y creo que es la recompensa a cuando se hace algo porque realmente sale natural. Yo creo que la gracia del programa, de la comunidad, del crecimiento, es eso, que realmente nace de un impulso natural de estar juntos en ese espacio de comedia tan libre para los dos. Pero siempre habíamos tenido al ‘Nadie’ como a la hermana pequeña de todo lo que hacemos y esto te enseña también que a veces no estás prestando atención a lo que realmente es importante.
P. ¿Qué novedades va a tener esta etapa más televisiva? ¿Hay fragmentos que no vayan a estar en la emisión de la Ser?
A.B. Esto es muy importante porque el ADN del programa es que todo se puede narrar.
B.R. De hecho, estamos continuamente narrándolo, teniendo muy en la cabeza que el programa tiene que funcionar también si le quitas la imagen, pero que si lo ves, te añada un plus. Somos muy conscientes de ello.
A.B. Yo he aprendido con este Nadie que la narración también ha cambiado un poco, ¿sabes? Antes era como muy rigurosa, muy matemática, como muy radio antigua, pero el Nadie me ha enseñado en todos estos años que hay una narración más relajada. Sigue siendo radio, pero yo tuve mis pequeñas microcrisis, que alguna vez le comentaba a Berto, como de estar muy desmontados. Tenía mis pánicos de a ver si el programa no iba a funcionar en la radio. Y cuanto más pánico tenía, mejor iba al programa. También me ha enseñado el Nadie que hay que narrar relajado, no como una cosa quirúrgica, pesada. Y ese es el estilo que se trabaja, que también es muy de los tiempos de ahora: la naturalidad, los podcaster, los youtubers, el Twitch... Se está transformando la narración como la conocíamos hace veinte años. -No hay atisbo de agotamiento, entonces...
B.R. El programa está muy vivo y también es verdad que durante estos años ha ido pasando por diversas etapas. Ha habido etapas en las que ha sido más relajado, más radiofónico, otras en los que se ha parecido más a un podcast, mucho más desatado. Pero en cada etapa creo que siempre ha ido manteniendo la esencia. ¿Cómo se explicita esto, que creo que era la base de la pregunta acerca de las novedades? Yo creo que lo que lo explica de forma sencilla es que el programa ahora puede hacer realidad casi todo lo que nos pasa por la cabeza. Lo que antes era una broma que se podía quedar en una idea que se lanzaba en el programa, ahora tiene la posibilidad de convertirse en realidad. Si nosotros imaginamos inventar un objeto, un determinado instrumento musical o una silla de bebé para un adulto, pues el programa tiene músculo ahora como para construirlo. O, yo qué sé, me gustaría ir a tal sitio a hablar con tal persona sin que esta persona sepa de qué le voy a hablar, pues podemos salir con el programa y grabar esta pequeña pieza que luego se va a narrar y se va a emitir como un inicio especial del programa. Todo esto tiene cabida en el nuevo Nadie.
A.B. Esto es un sueño, porque que hagas un programa basado en lo absurdo de lo cotidiano, en tus elucubraciones, pero que además ahora te permita seguir el proceso de búsqueda de eso... Yo, no por llevar tantos años dejo de pellizcarme. Por ejemplo el programa tuvo un tramo que nos gustaba el canto mongol. Si esto llega a haber pasado ahora...
B.R. Podríamos haber ido a Mongolia, mandar a un enviado especial o traer un cantante.
A.B. Sí, fantaseamos con eso, con qué hubiéramos hecho si... Y llegamos a la conclusión de que podríamos enviar a alguien del público. Habríamos pagado un viaje para que alguien del público grabara canto mongol allí. Esto en la etapa anterior se quedaba en anhelo y ahora se hace realidad.
P. El público siempre ha sido una parte muy importante del Nadie sabe nada. Hacer el programa durante la pandemia, ¿fue una pesadilla?
A.B. Sí, ya te digo.
B.R. Fue una pesadilla y a la vez, para mí, era un espacio de desahogo. Cada cual encontró el suyo durante la pandemia y para mí era algo que me conectaba con la esencia de lo que quiero hacer. Y fue penoso, ¿eh? Fue muy complicado hacerlo.
A.B. Fue la época en que se pisó la manguera. Incluso Berto decía: «Oye, si esto dura mucho más...».
B.R. Claro, nos quedamos sin oxígeno.
A.B. Al presidente del Gobierno le dio por dar las ruedas de prensa a partir de las doce, a la hora del programa, y este y yo, cada uno desde su casa, decíamos: «En cualquier momento va a aparecer el presidente». Fue un tramo difícil pero por suerte duró poco e incluso cambiamos el nombre del programa Nadie sale nada. Pero hasta eso aguantó. Yo creo que la fortaleza del formato la ves cuando, a pesar del problema más grave, todavía sigue a flote. Era una balsita ya, pero seguía a flote.
P. El programa ha servido para conocerles más. ¿No les preocupa exponerse demasiado?
B.R. Yo es que tampoco creo que debas preocuparte demasiado si lo que estás enseñando no es impúdico y es real y es verdad, creo que tampoco hay riesgo en eso. Y cuando estás tanto tiempo expuesto, al final no tienes nada más que lo que tú eres. Uno no puede estar fingiendo diez años. Soy muy cauto y muy pudoroso y de mi familia, por ejemplo, no existen fotos de mis hijos, ni prácticamente de mi mujer. Ellos no se dedican a eso. Creo que hay una diferencia entre entre lo púdico y lo impúdico y hay una forma de narrar tu vida y tu intimidad sin caer en la prostitución emocional, que es algo que a mí me horroriza. Pero el programa se nutre de realidad.
A.B. Y luego el foco estaba también en cosas también muy absurdas. Yo me acuerdo cuando grabé la puerta de un restaurante que creía que era un dinosaurio. Eso, con 55 años (ríe). Y recuerdo ese día que estábamos cenando, me levanto y mi mujer dice: «¿Dónde vas?» Porque me vio con el móvil delante de una puerta que hacía ese ruido y le dije: «Es que esto es para el Nadie».
B.R. Es que esto también cambia y evoluciona. Hace poco tuve una conversación con mis hijos en casa, en la que uno de ellos dijo: «¿Vas a hablar de esto en el Nadie?» Les dije que cada vez estoy hablando menos de ellos porque son mayores y tienen una intimidad que yo quiero respetar. No es lo mismo hablar de un bebé o de un niño de cinco años, que de un niño que ya tiene once.
A.B. Pero bueno, si esto dura más, vamos a tener que contar otras cosas. La pubertad...
B.R. Mira, por ejemplo, un momento de Nadie sabe nada que quiero compartir ahora mismo con vosotros. Esta ropa me la han preparado para hoy y me acabo de dar cuenta ahora de que tengo la etiqueta puesta (se saca la etiqueta).
A.B. Perfecto. Esto es Nadie.
B.R. ¿Para qué voy a sufrir yo ahora? Ha habido un momento en que he notado aquí el cartón y he pensado ahora pongo una postura. No, mira, llevo la etiqueta, esto es verdad, esto es Nadie.
A.B. Todo entra. Todo es guión. Eso es maravilloso.
P. Vía YouTube, el programa les ha granjeado una gran comunidad en Latinoamérica, donde van a hacer tres fechas en julio, pero ¿impone respeto eso de desembarcar allí a través de HBO Max?
A.B. No sé que me está pasando con la edad, que nada me da miedo. Respeto siempre tengo por el oyente, pero no un bloqueo de ¿qué pasará? Yo lo veo maravilloso. Es un regalo que nos da la vida, la profesión. Hay que ir con naturalidad y con ganas de explorar y de disfrutar aquello. Luego ya veremos. Nuestras cabezas positivas nos dicen que hay mucho camino por recorrer, porque realmente el podcast ha roto todas las fronteras posibles y ahora te escucha un señor por Montevideo en su coche. Esto, para alguien que empezó en una radio local, me peta la cabeza. A mí no me escuchaban más allá de mi ciudad, es como que el universo se ha expandido, pues vamos a disfrutarlo.
B.R. Sí. Y este programa está protegido contra todo eso. El antídoto contra el veneno es el propio programa. Si nosotros vamos a América y realmente llegamos allí y no nos viene nadie a ver y es un fracaso, va a ser un buen contenido para el programa.
A.B. Hombre, por supuesto. Esto relaja mucho (ríe).
B.R. Hasta cuando sale mal, va a salir bien porque el programa ya se nutre de todo esto. Pero bromas aparte, a mí me hace una ilusión que me muero.
P. Llevan currando juntos desde 2007 y han durado más que muchas amistades y muchos matrimonios. ¿Cuál es la clave?
A.B. Pues el odio mutuo. El odio es como la sal. No, qué va, qué va. Mucho respeto y mucho cariño. Pero hay algo para mí básico hablando de dos comediantes y es que a mí me Berto todavía me hace gracia. El día que no me haga gracia, el ya lo notará y yo creo que a él también le hago gracia. Yo ya sé qué teclas hay que tocar y le veo la cara de ‘qué cabrón eres’... Esa es la base. Porque amistad siempre habrá, pero podría desgastarse un poco la complicidad cómica. Ya les ha pasado muchas parejas cómicas y creo que con nosotros no está sucediendo. De momento espero que no.
B.R. Y si algún día sucede, pues tampoco habrá más drama. Se puede acabar una etapa o a lo mejor no se acaba nunca, pero la base está ahí. A mí me hace gracia, me sigue sorprendiendo. De vez en cuando, me rompe, no me espero por dónde me va a salir. Y es raro que ocurra algo así con alguien durante tanto tiempo y tanto trabajo. A mí me ha hecho mucho mejor cómico trabajar con él. Creo que tiene algo que a mí me completa y que yo sería peor cómico si no hubiera dado con él. Me ha aportado una cierta espontaneidad que yo, de entrada, no tenía, y yo creo que en ese trasvase de cosas yo también le he aportado una cierta disciplina que él no tenía y eso es muy bueno. Como somos tan cínicos todos, las historias bonitas nos hacen sospechar. Tiene que haber algo más aquí detrás.
A.B. El interés....
B.R. Seguro que siguen juntos por una cuestión de dinero... No se miran a los ojos cuando hablan, se miran al entrecejo porque no se pueden ver. También pasan estas cosas en la vida, que se encuentran dos personas que se llevan bien y como se llevan bien quieren mantener esto.
A.B. Tienes razón. Yo creo que hasta el más cínico se desarma al echar un vistazo a nuestras carreras. Cuando ves que este señor es uno de los mejores monologuistas de España, que hace series de ficción. Y yo, que soy más pesado que yo que sé con los lates... O sea, no somos sospechosos de hacer esto por interés. Es que yo creo que transmitimos que nos caemos bien porque gracias a Dios podríamos trabajar en nuestras cosas. Pero este territorio común es muy divertido y si encima ha conectado con el público...