Los investigadores confirman que la vía de transmisión principal es el contacto con la piel
03 ago 2022 . Actualizado a las 16:52 h.Un estudio realizado por el Grupo Español de Enfermedades de Transmisión Sexual y Sida de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) ha mostrado nuevos hallazgos clínicos y epidemiológicos de la viruela del mono. Destaca, por ejemplo, la identificación concreta de las lesiones en la piel que facilita mucho a los profesionales distinguir esta enfermedad de otras.
La investigación, que ha sido coordinada por la Unidad de Investigación de la AEDV y publicada en la revista científica British Journal of Dermatology, confirma que la ruta de transmisión principal para este brote es fundamentalmente a través del contacto de la piel. Este estudio transversal prospectivo ha analizado 185 casos recogidos por un gran número de dermatólogos españoles.
Los síntomas generales de la viruela del mono incluyen fiebre e inflamación de los ganglios linfáticos, seguidos de un sarpullido generalizado que progresa a través de cuatro etapas distintas. Si bien la fiebre y la inflamación de los ganglios linfáticos siguen siendo comunes en este brote, la investigación encontró que los casos tienden a presentar pocas lesiones en la piel.
«Lo habitual es que la sintomatología cutánea aparezca en zonas de contacto durante las relaciones sexuales. Esto puede incluir lesiones en la faringe, el canal anal, la cara y los dedos», ha explicado la doctora Alba Catalá, dermatóloga del Servicio de Dermatología del Hospital Clínic de Barcelona y autora principal de estudio.
Por otro lado, y en contra de lo descrito previamente, este estudio demuestra que las posibles lesiones dermatológicas que pueden aparecer con motivo de la enfermedad no son pústulas, sino pápulas duras que parecen pústulas (pseudopústulas).
«Este hallazgo es importante porque hace mucho más fácil reconocer la enfermedad, ya que muy pocas enfermedades producen este tipo de lesiones», ha indicado Petunia Clavo, dermatóloga del Centro Sandoval en Madrid y otra de los autores de la investigación.
No obstante, la doctora ha asegurado también que algunas de estas pápulas se necrosan y pueden dar lugar a úlceras genitales, «dificultando el diagnóstico por su similitud con otras enfermedades».
Otras conclusiones de este trabajo reflejan, aunque con menor seguridad, que ni la enfermedad por VIH bien controlada ni la vacunación de viruela previa (antes de 1972) han afectado a la gravedad de las lesiones en los pacientes del estudio.
Además, según los autores, que un paciente tenga otra infección de transmisión sexual (ITS) no le excluye de padecer viruela del mono, de igual manera que los pacientes con viruela del modo deben ser estudiados para descartar otras enfermedades de transmisión sexual.
En cuanto al perfil del paciente, los casos estudiados estaban compuestos fundamentalmente por hombres que tienen sexo con hombres y se asociaban con frecuentes comportamientos de riesgo para adquirir enfermedades de transmisión sexual, aunque la doctora Catalá considera la probabilidad de que eso cambie con el tiempo.
«Con frecuencia las epidemias empiezan en un colectivo concreto y luego se van extendiendo, pero actualmente los esfuerzos para proteger de la enfermedad deberían centrarse en este grupo», comenta al respecto.
Los autores de este trabajo han concluido que se necesita más investigación para comprender mejor cuándo se vuelven más infecciosos los pacientes y el consejo preventivo es claro: «Aunque no estamos seguros de cuando empiezan a ser infecciosos los pacientes, evitar el contacto estrecho con personas que tengan lesiones de viruela del mono, y comprobar que no las tienen antes de tener relaciones puede ayudar a reducir el riesgo de padecer la enfermedad».