El papa Francisco beatifica a Juan Pablo I, «el rostro alegre, sereno y sonriente» de la Iglesia

darío menor ROMA / COLPISA

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REMO CASILLI | REUTERS

Unos veinticinco mil fieles homenajearon al pontífice cuyo papado duró solo 33 días

04 sep 2022 . Actualizado a las 14:07 h.

Juan Pablo I ya es beato. En una ceremonia deslucida por la lluvia que caía sobre Roma este domingo, Jorge Mario Bergoglio beatificó a este papa que pasó a la historia porque su pontificado duró solo 33 días, al fallecer en 1978 a los 65 años de edad de manera inesperada, lo que dio lugar a todo tipo de especulaciones que acabaron convirtiéndose en argumento de libros y películas. Albino Luciani, el nombre de pila de este pontífice que sorprendió a los fieles al dirigirse a ellos con sencillez y dejar de utilizar el plural mayestático, alcanza el estatus previo a la santidad gracias a un milagro logrado por medio de su intercesión, según la Iglesia católica. Se trata de la curación en el 2011 de la niña argentina Candela Giarda, afectada por una grave enfermedad y que, según los médicos, no tenía esperanzas de sobrevivir.

Ante los alrededor de 25.000 fieles presentes en la plaza de San Pedro del Vaticano para participar en la ceremonia de beatificación, Francisco calificó a Juan Pablo I de «pastor apacible y sereno» e hizo referencia a «la sonrisa» que mostraba. Era la mejor manera de transmitir «una Iglesia con el rostro alegre, sereno y sonriente», dijo Bergoglio, trazando así un evidente paralelismo con su idea de cómo quiere él que se muestre la comunidad cristiana. El conocido como papa de la sonrisa era la imagen de una Iglesia católica «que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado».

Aunque Candela Giarda, que tiene hoy 22 años, no pudo participar en la beatificación de Juan Pablo I porque se había roto un pie y tuvo que quedarse en su país, sí que estuvo presente en la ceremonia Juan José Dabusti, el sacerdote argentino que, en el hospital de Buenos Aires donde estaba ingresada la niña, rezó junto a su madre y dos enfermeras pidiéndole a Juan Pablo I que intercediera para que curara a la niña. Al ser preguntado acerca del motivo que le llevó a optar por Luciani habiendo tal cantidad de santos a los que dirigirse, este párroco de Buenos Aires confesó que su vida está marcada por la figura del nuevo beato. «En 1978, cuando lo eligieron Papa, yo tenía 13 años y me impactó su figura por su humildad desbordante y por su alegría, expresada en esa famosa e inmortal sonrisa por el que todos le conocemos. Desde entonces le tuve un gran cariño personal y me entristeció mucho su muerte», cuenta Dabusti, que asegura que le debe al nuevo beato la decisión de haberse convertido en sacerdote. «Es una suerte de padre espiritual para mí».

Fue este párroco el que envió una carta a Roma a su compatriota Bergoglio contándole lo sucedido con Candela, de manera que se puso en marcha el proceso que culminó con la beatificación. En la ceremonia de este domingo también estuvo presente sor Margherita Marin, la última de las monjas que quedan con vida de las que atendían a Juan Pablo I en el apartamento pontificio. De 81 años, esta religiosa confirmó que el repentino fallecimiento del Papa se debió a un infarto, como escribieron los médicos que examinaron el cadáver en la documentación que ha salido a la luz con el proceso de beatificación. La monja consideró que no fueron más que «especulaciones» las noticias sobre un presunto envenenamiento a Luciani, en las que se veía «la mano del diablo».