Una noche de 1996, cuando Svante Pääbo ya estaba metido en la cama, su teléfono empezó a sonar. Al otro lado, una voz gritaba «¡No es humano!». «¡Ahora mismo voy!», contestó Pääbo, mientras se ponía
Una noche de 1996, cuando Svante Pääbo ya estaba metido en la cama, su teléfono empezó a sonar. Al otro lado, una voz gritaba «¡No es humano!». «¡Ahora mismo voy!», contestó Pääbo, mientras se ponía