La que fue una de las estrellas más rutilantes del cine y de la televisión, que rechazó una carrera en Hollywood para convertirse en la novia de España, lleva siete años ingresada en una residencia a causa de su alzhéimer y tampoco reconoce a su hijo
16 oct 2022 . Actualizado a las 18:33 h.Frank Sinatra, Charlton Heston o Mario Moreno cayeron rendidos a su belleza y espontaneidad. Los enamoró e incluso alguno le pidió matrimonio. Pudo ser la reina de Hollywood, porque mucho antes que Antonio Banderas, Penélope Cruz o Javier Bardem se abrieran paso, la meca del cine abrió sus puertas a una jovencita e ingenua sevillana de una arrebatadora belleza. Pero prefirió convertirse en la novia de España y rechazó un contrato de seis años que le había ofrecido la Paramount.
Palabras mayores, pero María del Carmen García Galisteo (Sevilla, 16 de octubre de 1930), que saltó a la fama mundial como Carmen Sevilla, prefirió ser la novia de España. Y nadie mejor que ella para ejercer ese papel. Entregada, generosa, inocente, risueña y pasional.
En España tenía todo lo que necesitaba. Tenía a su esposo, Augusto Algueró, con el que se casó en 1961 en un enlace del que hasta informó el NODO, a su familia y a sus amigos. Y, pese a sus múltiples pretendientes y a la infinidad de romances que se le atribuyeron,, fue una mujer de pocos y fieles amores. «Yo soy muy de lo de matrimonio y mortaja, del cielo bajan. ¿Si tuve amores no correspondidos? No he tenido esas tragedias», llegó a decir.
Hizo lo que quiso, fue feliz y triunfó. No solo en España, con películas como La Fierecilla Domada, La Pícara Molinera o La Venganza, el primer filme español nominado a un Premio Óscar, sino también en superproducciones internacionales. Fue la María Magdalena de Rey de Reyes, dirigida por el mítico Nicholas Ray, y el propio Charlton Heston la reclamó para dar vida a Octavia, en Marco Antonio y Cleopatra, prendado de su belleza y encanto natural.
Puede que no muchos de las nuevas generaciones recuerden la exitosa carrera en el cine de Carmen Sevilla y asocien su figura a sus despistes en el Telecupón o a su gracejo y espontaneidad en Cine de Barrio. Porque fue la televisión la que la convirtió en un icono popular en la década de los 90 y en los primeros años del 2000. La memoria es frágil, pero la de la artista sevillana lo es todavía más.
El alzhéimer borró de un plumazo sus éxitos y su gloria pasada. Y muy probablemente ni siquiera sea consciente de que este domingo es su cumpleaños, el aniversario de una de las mayores estrellas del mundo del espectáculo nacional. Lleva siete años ingresada en una residencia de Aravaca, en Madrid, donde apenas recibe la visita de su hijo Augusto Algueró y de algunos amigos.
Pero sus recuerdos se han desvanecido. Ni siquiera reconoce a su hijo, como este admitió hace unos días en una entrevista a Diez Minutos. Mantiene, eso sí, su candorosa y entrañable sonrisa. «Mi madre está muy tranquila y bien. Desgraciadamente, ya no reconoce a nadie, pero no se le ha ido la sonrisa de la cara», explicó también Augusto Algueró en otra entrevista a la revista Pronto.
Tampoco puede rememorar al que en su día confesó que fue el amor de su vida, el empresario cinematográfico Vicente Patuel. De Augusto Algueró se divorció en 1974 y en 1985, tras una década de noviazgo, se casó con Patuel, por el que prácticamente renunció a su carrera para dedicarse a la vida familiar y al cuidado de una explotación ganadera en Badajoz. La de las famosas ovejitas que inmortalizó en televisión.
«Me retiré como Greta Garbo, joven, guapa y delgada», dijo. Fue la pequeña pantalla, más concretamente Augusto Algueró, la que rescató a Carmen Sevilla del anonimato buscado. Todo empezó con el Telecupón, que la catapultó de nuevo a la fama por su gracia, espontaneidad y sus míticos despistes, que se han convertido en historia de la televisión. De sus ovejitas a sus apariciones en zapatillas. Su naturalidad fue la que la hizo grande, aunque en los últimos tiempos en Cine de barrio, programa al que llegó en el 2004 para sustituir a José Manuel Parada, el alzhéimer empezó a manifestarse. Fue lo que le obligó a retirarse.
Tampoco se acordará, pero la historia del cine y de la televisión ya le han hecho un hueco.