Una barcelonesa dilapida 200.000 euros en compras absurdas a causa de un tumor cerebral
SOCIEDAD
Se gastó la herencia familiar de forma compulsiva y siguió endeudándose con créditos
25 nov 2022 . Actualizado a las 18:17 h.Un tumor cerebral de un tamaño mayor al de una pelota de tenis estaba detrás del trastorno de conducta de una barcelonesa de 65 años que dilapidó toda la fortuna familiar y se endeudó en compras compulsivas que hacía en internet a través del ordenador y del teléfono móvil. A lo largo de dos años, la mujer se gastó una herencia de 200.000 euros en adquirir, entre otros artículos, cientos de pares de zapatos. Después, cuando se arruinó, pidió en secreto créditos bancarios (que le fueron concedidos) para seguir adquiriendo cosas absurdas que iba amontonando en su casa.
Aunque el patrón de este repentino cambio en su conducta (la mujer no tenía antecedentes de problemas mentales) era el de los gastos sin ton ni son, el descontrol alcanzó el punto de que la señora comía de la basura abandonando todo hábito higiénico, acumulaba objetos que recogía de la calle y salía de casa a horas intempestivas. Un comportamiento grotesco.
Por los servicios de salud mental por donde pasó (la vieron y la siguieron tanto en psicología clínica como en psiquiatría), el diagnóstico siempre era el mismo: un trastorno por acumulación y una adicción a las compras, por lo que la incluyeron en un programa terapéutico. «Es extraño que alguien sin ningún antecedente previo, sin una historia de problemas similares debute de pronto y a esa edad con semejante trastorno. Había señales de alerta que podían indicar otra cosa», cuenta el neuropsicólogo Saúl Martínez Horta, que fue el que dio con la tecla cuando la recibió en su consulta del CDINC, un centro privado de Barcelona especializado en enfermedades neurodegenerativas y trastornos cognitivos.
«Cuando yo la vi era una mujer de aspecto normal, aunque algo dejado, a quien parecía hacerle mucha gracia estar en mi consulta acompañada de su hija. Sabía explicar perfectamente lo que había estado haciendo con el dinero y las compras, aunque no sabía explicar muy bien ni cuando, ni cómo, ni por qué empezó. Tampoco sabía explicar qué la llevaba a comprar todas esas cosas absurdas. Sabía que había arruinado a su familia, que se había gastado más de 200.000 euros en compras… pero eso no le producía ninguna emoción. Era un aplanamiento emocional total al confrontarla con la situación. Un aplanamiento que le había ido quitando las ganas de todo menos de comprar y de gastar. Mantenía en la consulta un contacto infantil, minimizando con risas y gestos propios de un niño todo lo que íbamos poniendo sobre la mesa. Risas e indiferencia que obviamente chocaban de lleno con los gestos de rabia y desesperación de su hija», ilustra el médico en un hilo de Twitter donde describe este caso clínico a sus casi 40.000 seguidores.
En esa primera y única sesión con su paciente, Martínez Horta se dio cuenta enseguida de que ese trastorno de conducta obedecía a algo más profundo, un deterioro cognitivo por razones de edad «u otra cosa». Y efectivamente era otra cosa. «Mi primera impresión fue la de una enfermedad neurodegenerativa… una variante conductual de una degeneración frontotemporal, que suele manifestarse con trastornos de conducta muy en la línea de lo que presentaba esta señora. Era obvio que no se trataba de un problema de salud mental», detalla desde su domicilio el facultativo poco antes de salir de viaje.
«Era todo tan bizarro que yo ya lo atribuía a la región frontal del cerebro, ese lóbulo frontal juega un papel central en cómo tomamos decisiones, cómo gobernamos la conducta, cómo empatizamos o cómo evaluamos riesgos. Le hice una serie de pruebas y muchas de estas pruebas sugerían que el lóbulo frontal de esta mujer estaba fracasando, y la manera de expresar ese fracaso era con un trastorno de la conducta en forma de una adicción compulsiva a las compras, y cosas mucho más grotescas como comer de las basuras. Obviamente no había un problema psiquiátrico, había algo mucho más serio».
La resonancia y el tumor
El doctor solicitó una resonancia para ver qué estaba pasando dentro del cerebro de su paciente: quizás un proceso neurodegenerativo, quizás un tumor.... Había que salir de dudas. Y efectivamente era lo segundo, concretamente un meningioma. «Lo que no nos esperábamos era encontrarnos con semejante tumor, era inmenso, medía casi ocho centímetros de diámetro», recuerda el neuropsicólogo.
El meningioma estaba comprimiendo la zona del cerebro que rige aspectos cognitivos y conductuales. «Si, por ejemplo, hubiera presionado áreas motoras del brazo izquierdo se hubiera traducido en una parálisis, pero no, afectó a una zona crítica en el razonamiento, en la toma de decisiones y en gran medida, en el autogobierno de nuestra conducta», explica el facultativo.
A los cinco días de practicarle la resonancia, la mujer fue intervenida para extirpar el tumor en una operación que se desarrolló sin complicaciones. «Y el cambio ha sido brutal», resume su médico, que pasó a visitarla una semana después de la cirugía. «Lo primero que me dijo al verme fue 'vuelvo a ser yo'. Me dejó acojonado», refiere Saúl.
«Estaba irreconocible pero no por la enorme gasa en la cabeza o el batín del hospital sino por su expresión. Me contó que está volviendo a ser ella, que antes no tenía ganas de nada y que tiene miedo de volver a liarla con las compras. Tiene miedo y remordimientos por la desgracia inmensa que ha causado a su familia. Tiene empatía. Antes no tenía nada».
El doctor está feliz por su paciente y, con el permiso de ella y de su hija, ha contado el caso clínico en Twitter. Su afición a describir en esta red social los casos que observa en su consulta, el diagnóstico y la resolución de los mismos le ha movido, a sus 41 años, a escribir su primer libro Cerebros rotos de la editorial Kailas. Y tal ha sido el éxito que acaba de firmar con Planeta la publicación de su próximo libro.