¿Renunciará el papa Francisco tras la muerte de Benedicto XVI?

Valentina Saini VENECIA | E. LA VOZ

SOCIEDAD

VATICAN MEDIA | REUTERS

El alemán abrió la puerta de los papas eméritos, pero, aunque aprecia la decisión histórica tomada por Ratzinger en el 2013, Bergoglio no tiene intención de renunciar

04 ene 2023 . Actualizado a las 09:39 h.

Entre los católicos italianos crece el temor a que el actual papa Francisco también dimita, como en el 2013 hizo Benedicto XVI, el papa emérito fallecido el sábado. Según los medios del país transalpino, el riesgo existe. Tanto diarios importantes como el Corriere della Sera como otros periódicos digitales siempre atentos a los rumores hablan explícitamente de ello, y en los programas de televisión se debate sobre el tema. El propio Francisco indicó en el 2014 que, con aquel gesto sin precedentes, que nunca se había producido en seis siglos, Benedicto XVI había «abierto una puerta, la puerta de los papas eméritos»; una decisión tomada por el bien de la Iglesia, porque si un papa siente que ya no tiene fuerzas, es justo que se plantee «las mismas preguntas que Benedicto». Y tras la defunción del papa emérito, sería más fácil que Francisco dimitiera, puesto que ya no se plantearía la extraña coexistencia de dos papas eméritos y un tercero reinante.

La medicina ha dado pasos de gigante alargando la vida de todos, incluida la de los pontífices. De hecho, ningún papa antes de Benedicto XVI había alcanzado la edad de 95 años; pero aunque Ratzinger estuvo lúcido hasta el final, no se encontraba en condiciones de dirigir un trasatlántico enorme y complejo como la Iglesia católica. Además de la mente y el corazón, hace falta un cuerpo fuerte para ser papa. Bien lo sabía Juan Pablo II, que mandó construir una piscina en su residencia de Castel Gandolfo para nadar y mantenerse en forma. Fue una decisión que suscitó muchas críticas e inferencias en la curia; las fotografías del pontífice en la piscina tomadas por los paparazi italianos en 1980 provocaron un escándalo y la intervención de algunos de los hombres más poderosos del país italiano.

Por ahora, Francisco no parece querer dimitir. Se encuentra fuerte pese a los achaques de la edad, particularmente sus problemas de rodilla; sin embargo, tiene las ideas claras sobre lo que haría, si renunciara: según declaró en julio a un canal de televisión mexicano, querría el título de «obispo emérito de Roma» y no viviría en el Vaticano, sino en la capital italiana, donde atendería a los enfermos y a los fieles como un simple sacerdote. Algunos analistas opinan que los años de convivencia entre él y el papa emérito Benedicto XVI han debilitado la Iglesia católica, con minorías en el clero y entre los fieles dispuestas a insinuar que el pontífice argentino no era el papa legítimo, y a difundir noticias falsas, como que Ratzinger estaba «preso» en el Vaticano y que la administración de Barack Obama le había presionado de algún modo a dimitir.

Por otra parte, según los medios italianos, la muerte de Benedicto XVI podría reavivar los grupos más tradicionalistas dentro de la Iglesia católica, e incluso amenaza con provocar un cisma: por un lado, los prelados ultraconservadores de EE.UU. y África; por otro, los progresistas del norte de Europa; en medio, los obispos italianos, españoles y franceses.