Josefina Castellví, la primera mujer en dirigir una base en la Antártida

j. petrus MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

Su relación de amor comenzó en una expedición argentina en 1984. La primera base de nuestro país se estableció en 1987

15 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Detesta que la llamen pionera. Para Josefina Castellví (Barcelona, 1935), esta categoría solo la merecen Shackleton y compañía, los exploradores que a principios del siglo XX llegaron a la Antártida cubiertos con pieles de foca. Pero fue la primera mujer en todo el mundo que dirigió una base en la Antártida. Cuando pisó el Institut de Ciències del Mar, en los años 60, le dijeron: «¿Qué hace usted aquí? ¿No ve que es un oficio de hombres?». Dijo que solo quería realizar la tesis para dedicarse a la enseñanza. Pero la intención de convertirse en oceanógrafa solo acababa de empezar.

Castellví ha sido siempre una mujer de carácter, luchadora, perseverante. Sobre esos principios ha construido su carrera profesional, que la ha llevado a ser oceanógrafa, bióloga, divulgadora y escritora. Se licenció en Biología por la Universidad de Barcelona en 1957, continuó en La Sorbona con una beca sobre bacterias marinas y culminó con el doctorado en su ciudad en 1969. Esta formación le permitió comprender cómo los fondos oceánicos son la espina dorsal del planeta y que «sabemos más del espacio exterior que de nuestros fondos marinos». Centró su atención en los polos de la Tierra, áreas que permiten entender cuál ha sido el pasado y anticipar cómo será el futuro. Porque «la historia está grabada en el hielo de la Antártida», en las capas de hasta 4.000 metros de hielo.

Su relación de amor con la Antártida comenzó en una expedición argentina en 1984. La primera base de nuestro país se estableció en 1987. El 12 de enero se inauguró la Juan Carlos I. El científico Antoni Ballester era el candidato para ponerse al frente, pero sufrió un derrame cerebral. Su lugar lo ocupó alguien de su máxima confianza, Josefina Castellví, que dirigió las instalaciones hasta 1993. Un año más tarde, se marchó a dirigir el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC entre 1994 y 1995, pero su corazón siempre permaneció en aquel lugar. Esta pasión quedó reflejada en el documental Los recuerdos helados.