En el décimo aniversario del nombramiento del pontífice, su sobrino José Luis Narvaja Bergoglio, jesuita como su tío, descarta que este renuncie pronto por problemas de salud: «Tiene la carrocería medio averiada, pero mantiene la cabeza lucidísima».
13 mar 2023 . Actualizado a las 15:54 h.Eran las 19.06 horas del 13 de marzo de 2013 cuando el humo blanco comenzó a salir por la chimenea instalada en la Capilla Sixtina: los 115 cardenales que participaban en el cónclave convocado tras la sorprendente renuncia de Benedicto XVI habían elegido a un nuevo papa. Hubo que esperar todavía un poco más de una hora para que el cardenal Jean-Louis Tauran, el protodiácono, pronunciara desde el balcón central de la basílica de San Pedro del Vaticano aquél histórico «habemus papam» que precedió al anuncio de la identidad del nuevo obispo de Roma. La designación de Jorge Mario Bergoglio, que tomaba el nombre de Francisco, pilló por sorpresa a los miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro, pero el respingo que produjo fue aún mayor en la familia del hasta entonces arzobispo de Buenos Aires.
«Fue muy emocionante. Nos intercambiamos muchos mensajes entre todos nosotros. No pensábamos que fuera a salir elegido», rememora aquellos instantes José Luis Narvaja Bergoglio, sobrino de Francisco y jesuita como él. «A mí la noticia me pilló en Fráncfort, pues todos los años enseño allí en una universidad durante un semestre. Yo no quería salir por ningún lado y le dije al rector que anunciara que me había ido ya, porque no quería dar entrevistas. Habían acudido muchos periodistas ya que mi tío estudió un tiempo en aquella universidad, que es de la Compañía de Jesús. ¡Todos los reporteros pasaban a mi lado sin saber que yo era el sobrino del nuevo papa!»
Salvados por Bergoglio durante la dictadura
Con una espontaneidad que adorna también el carácter de su tío, Narvaja accede a analizar con este diario los diez años alcanzados por el pontificado de Francisco en una fresca mañana de conversación en Roma junto a la sede Pontificia Universidad Gregoriana, donde ejerce como profesor de teología patrística cuando no está enseñando en Fráncfort. «Para mí es muy normal tener un tío que es papa, cada uno tiene el trabajo que le toca. Soy sobrino directo, mi madre era su hermana. Aunque evidentemente hace unos siglos ser sobrino del papa significaba otra cosa», cuenta con una sonrisa, haciendo referencia al período de la Iglesia en que era habitual que los cardenales o el obispo de Roma colocaran a sus sobrinos o incluso a sus propios hijos en cargos de confianza.
De ahí viene el término «nepotismo», derivado del vocablo italiano «nipote» (sobrino). «Hay quien piensa que yo desayuno todos los días con el papa -afirma-, pero de eso nada. Normalmente nos vemos una vez durante el semestre en que estoy en Roma. Cuando nos juntamos hablamos de todo, de la familia y de teología, porque a él le interesa escuchar otras voces».
«Sufre muchísimo toda la parte burocrática de su oficio y estar encerrado, le pesa no callejear»
El profesor Narvaja no cree que estos diez años al frente de la Iglesia católica hayan cambiado a su tío en lo esencial. «Sigue siendo como cuando era arzobispo de Buenos Aires y dijo que quería meterse en los zapatos de la gente. Él sufre muchísimo toda la parte burocrática de su oficio y el hecho de estar encerrado. Le pesa no callejear, que era algo que le encantaba».
Esa dificultad para moverse libremente de un lugar a otro y caminar por las calles explica el cambio más evidente que se ha producido en el Papa en esta última década. «Se ha puesto muy gordo. Dos 'Bergoglios' de la época de Buenos Aires equivalen a un Francisco de ahora», dice con humor el sobrino, aclarando que a su tío también le encanta reírse de sí mismo y gastar bromas con las personas de su confianza. «Antes caminaba muchísimo y por eso estaba flaco. Ahora no puede hacerlo y por eso ha engordado, pero no es porque coma mucho. Yo he almorzado bastantes veces con él y come muy poquito: arroz, una pasta blanca o un pedacito de pescado».
Memoria prodigiosa
Ese aumento de peso ha estado relacionado con los problemas de movilidad que arrastra el Pontífice en los últimos años y que le obligaron a someterse a una infiltración en la rodilla y a cancelar varios eventos de su agenda durante 2022. «Tiene la carrocería medio averiada, como se ve. Pero mantiene la cabeza lucidísima», dice Narvaja, que recuerda una reciente conversación que mantuvo sobre este tema con la rama de los Bergoglio que vive en Asti, al norte de Italia, a los que Francisco visitó el pasado mes de noviembre. «Ellos le insistieron a Giorgio, como le llaman, en que tenía que operarse, pero les respondió que no lo iba a hacer porque le da miedo que la anestesia le afecte a la memoria, que en él siempre ha sido prodigiosa».
Es algo en lo que coinciden todas las personas que han tenido alguna vez trato personal con el obispo de Roma: aunque hayan pasado años desde la última conversación, se acuerda perfectamente de las caras, los nombres y los temas tratados con sus interlocutores. «Si tiene que elegir, prefiere tener la cabeza sana y no la rodilla, que no le sirve para pensar», insiste el sobrino. Bergoglio, que cumplió 86 años el pasado mes de diciembre, teme que una operación con anestesia general acabe pasándole factura, al producirse cuando todavía tiene muy presente la intervención a la que se sometió en julio de 2021 en la que le extirparon 33 centímetros del intestino.
Pese a los rumores de que estos problemas de salud podrían propiciar una próxima renuncia al pontificado, Narvaja descarta esta posibilidad. «De cabeza está muy lúcido y mientras sienta que puede seguir ejerciendo su ministerio, no va a pensar en dejarlo. Tendría que verse antes sin fuerzas o sin capacidades. Pero él sigue con todo fresquito en la cabeza, yo no veo que hayan disminuido sus capacidades ni que esté al límite de sus fuerzas». Tampoco las críticas más o menos veladas del sector de la Iglesia católica incómodo con su pontificado parecen hacerle mella.
«A mí me duele mucho escuchar algunos comentarios que me parecen injustos. Pero él tiene la piel dura y se ha acostumbrado a ellos», cuenta el sobrino del Papa, esbozando una sonrisa al pensar cómo se sentirán los prelados 'opositores' al saber qué le decía a Bergoglio su médico de confianza en Buenos Aires. «Le aseguraba que iba a vivir hasta los 120 años. Tiene una salud privilegiada en un entorno familiar en el que eso no es lo normal. No me asombra que esté bien, ya que siempre ha sido muy metódico y cuidadoso para todo, también para su salud. Eso sí, no me gusta que haya engordado porque tiene más riesgos, pero entiendo las razones que le han llevado a ello».
«Se deja guiar»·
Para este cercano observador de cómo ha ido desarrollándose el pontificado, el mayor legado hasta el momento de Francisco estriba en su capacidad para «abrir procesos». Cuando se le pide que detalle qué significa eso, el profesor de la Pontificia Universidad Gregoriana responde que es algo que va más allá de la idea de «modernizar» la Iglesia católica y que consiste en que esta «recupere parte de sus tesoros que estaban dormidos». Entre ellos cita «el diálogo, que es una parte importante de todos los procesos y que permite que todos los participantes puedan dar su opinión». Estos procesos de consulta los ha puesto en marcha Bergoglio en los distintos Sínodos convocados hasta ahora y también a la hora de reformar la estructura administrativa de la Santa Sede.
«Las ideas más sanas y respetuosas surgen muchas veces del diálogo. Uno tiene una mitad de la idea que el otro completa». De esta manera «se abren procesos», que van más allá de la opinión sobre una determinada cuestión que tenga Francisco. Pesan en esta forma de actuar suya dos principios que ya tenía presentes desde su época de joven jesuita: «el tiempo es superior al espacio» y «el todo es superior a las partes». Es por ello que Narvaja está convencido de que muchos de los frutos de este pontificado se verán «más adelante», cuando haya otros obispos de Roma. «Esto no empieza ni termina con Bergoglio. Aprender a dialogar y ver sus frutos, tanto en las cosas pequeñas como grandes para la Iglesia, no es nada nuevo, pero Francisco ha insistido en poner a toda la Iglesia en diálogo, no solo a los obispos o por medio de un concilio, sino a todos los bautizados».
Más allá de la reforma de la organización de la Curia romana, de la mayor transparencia en las finanzas vaticanas y de la «mano dura» para afrontar los abusos sexuales a menores cometidos por eclesiásticos, considerados todos avances sustantivos de este pontificado, el sobrino del papa cree que se recordará a su tío por otras cosas. «La gente se acuerda de pequeños gestos, como su espontaneidad cuando se ve con un enfermo o con un niño. Es lo asombroso de lo cotidiano y lo que surge en esos momentos lo que más llama la atención en este papa», asegura. «No sé si está bien que siendo su sobrino diga esto, pero mi tío es un hombre de Dios. Él se deja guiar y, aunque tiene cosas establecidas en su agenda, está abierto a los signos de los tiempos». Así explica Narvaja que Francisco optara porque el destino de su primer viaje fuera Lampedusa, una pequeña isla italiana situada en el centro del Mediterráneo y símbolo del drama migratorio. «No lo tenía planificado», dice el sobrino, dejando la puerta abierta a que su tío siga dando sorpresas.
El Papa pide «la paz» como regalo por estos diez años de pontificado
Jorge Mario Bergoglio optó por mantener un perfil bajo en la celebración este lunes del décimo aniversario desde que fue elegido papa. A primera hora de la mañana, el Pontífice, de 86 años, presidió una misa en la Casa Santa Marta, la residencia vaticana donde vive, a la que estaban invitados los cardenales que forman parte de la Curia romana. La Santa Sede insistió en que se trataba de una ceremonia privada y no quiso dar a conocer el contenido de la homilía pronunciada por Francisco, aunque se filtraron algunas partes de su alocución, en la que aprovechó para agradecer la ayuda de los purpurados.
«Vosotros cardenales no os jubiláis nunca y también después de los 80 años vuestro consejo es siempre bueno», dijo el Papa durante la misa, organizada por iniciativa del decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, según informó la agencia Ansa. «Estad animados por tres sentimientos: compasión, misericordia y ternura», les recomendó Francisco a los presentes, insistiendo en que «siempre os necesito a vosotros y a vuestros consejos».
La peculiar concesión que se concedió Bergoglio para celebrar esta efeméride vino con su participación en la grabación de un pódcast con Vatican News, el portal oficial de noticias del Vaticano. En ese documento sonoro, Bergoglio respondió sin ambages a cuál sería el regalo que le gustaría recibir por este décimo aniversario. «Paz, necesitamos la paz», comentó, asegurando que no esperaba que le hubiera tocado vivir una «'Tercera Guerra Mundial a trozos» como la que, a su juicio, está en curso.
«Pensaba que lo de Siria era una cosa singular. Pero luego estuvo lo de Yemen. Después vi la tragedia de los rohinya en Myanmar, cuando estuve allí», confesó el Papa, para quien la culpa de esta situación «diabólica» la tiene la industria de las armas. «Me decía un técnico que sabe de estas cosas que si durante un año no se fabricaran armas, terminaría el hambre en el mundo. Esto es terrible. Me hace sufrir ver a los muertos, ver a estos muchachos que no volverán, sean rusos o ucranianos, no me interesa. Es duro».
El selecto club de la Sixtina: una década después del papa Francisco
Entre los miles de viajes, visitas y audiencias mantenidas durante esta última década, Francisco confesó con cuál se queda: el encuentro que mantuvo el 28 de septiembre de 2014 con los abuelos en la plaza de San Pedro del Vaticano. Es, para él, «el momento más hermoso» hasta ahora. «Los ancianos son sabiduría y me ayudan mucho. Yo también soy viejo, ¿no? Pero los ancianos son como el buen vino que tiene esa historia añeja. Los encuentros con ancianos me renuevan y me rejuvenecen, no sé por qué... Son momentos hermosos, preciosos».
Este lunes se analizará la repercusión internacional de esta década de pontificado durante la presentación en Roma de un libro dedicado a la política exterior de Bergoglio. Está previsto que la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, participe en este evento organizado por La Civiltà Cattolica, la prestigiosa revista de la Compañía de Jesús cuyos textos están revisados por la Secretaría de Estado de la Santa Sede.