El cabreo de una camarera con clientes españoles por dejar «solo» 70 euros de propina: «Hay que prohibir que los europeos viajen»
SOCIEDAD
Un grupo de clientes le dieron a la trabajadora que les atendió poco más del 10 % del total de lo que consumieron, cuando lo habitual habría sido al menos un 20 %
05 abr 2023 . Actualizado a las 12:55 h.«Hay que prohibir que los europeos viajen aquí hasta que aprendan cómo comportarse», así fue la contundente reacción de una camarera estadounidense después de que unos clientes españoles le dejaran una propina de «solo» 70 euros.
Sin duda, uno de los grandes choques culturales de los españoles que viajan a Estados Unidos es el tema de las propinas. Algo completamente voluntario en nuestro país, y que supone un acto de deferencia del cliente con el servicio, es en Estados Unidos un tema serio. Muy serio. Y así lo ha dejado claro la trabajadora Madison Tayt después de que unos de sus últimos clientes europeos, españoles concretamente, le diesen como propina poco más del 10 % del monto total de la cuenta, que asdcendía a 694,62 dólares.
Su tuit, en el que se acompañaba la fotografía de la cuenta y de la propina, escrita a mano por los propios clientes, se ha convertido en una de las publicaciones más comentadas, y criticadas, en los últimos días en la red social. Y ha unido, como pocas veces se consigue, a prácticamente todos los españoles, y buena parte de los europeos, al margen de su ideología o condición.
Lo cierto es que, si se puede argumentar una mínima defensa de la camarera, en el propio ticket que le entregó a sus clientes se mostraba el precio de la comida, que ascendía a 694,62 dólares, y sugería, en la parte inferior, varias opciones de las «propinas» consideradas adecuadas. La menos generosa era del 20 % de la cuenta, un total de 130 dólares; la segunda, que demostraría haber quedado satisfechos con el servicio, sería del 22 %, más de 143 dólares; y, por último, si considerasen excepcional el trabajo de la camarera, una tercera opción sugería una propina del 25 %, que son en total 163 dólares. Casi nada.
La camarera no salía de su asombro al ver que la propina final que habían escrito a boli sus clientes españoles fue mucho menor, de apenas un 10 %: un total de 70 dólares.
Fue entonces cuando Madison Tayt, cabreada, propuso irónicamente prohibir viajar a todos los europeos hasta que comprendiesen la «cultura laboral» de los Estados Unidos. Y también criticó a los clientes en cuestión por dejar una propina tan exigua —en su opinión— después de estar de «sobremesa durante horas». La cuenta final pagada por los clientes también llamó la atención del responsable del restaurante, según explicó la joven. «Mi encargado fue incluso a preguntarles cómo había sido el servicio y ellos dijeron que estaban “en el séptimo cielo” con cómo los había tratado», narraba Madison en Twitter, «así que él les explicó que la propina habitual en esos casos era de un 20 %». Pero la respuesta de los clientes no fue la que esperaban: «Dijeron en plan: “vale”, y se fueron», cuenta la camarera.
Los ataques ante la reacción para muchos exagerada de la trabajadora no tardaron en llegar, sobre todo desde nuestro lado del Atlántico. Muchos consideraban que una propina del 10 %, sobre todo ante una factura tan elevada, era suficientemente generosa, especialmente teniendo en cuenta que en Europa no se acostumbra a dejar ese tipo de pluses.
Otros, además, consideraban que si a alguien tenía que reclamarle su sueldo era a su empleador, y que no tenía sentido que el restaurante descargase en sus clientes la responsabilidad de pagar a sus trabajadores. Muchos usuarios de España y de otros países de Europa la instaban a luchar por sus condiciones laborales para no depender de las propinas.
Al contrario, los usuarios estadounidenses sí le daban la razón, y consideraban que, a la hora de acudir a un país, hay que conocer bien cuáles son las normas de conducta de los consumidores.
Otros usuarios norteamericanos, sin embargo, también invitaban a la reflexión sobre el perverso sistema de propinas. Y alguno se preguntaba en qué momento se había dejado de admitir una propina del 10 % como algo aceptable.