La nave Starship de Space X muestra su poder antes de explotar

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Reuters

El cohete Super Heavy, el más potente de la historia, logró elevarse 39 kilómetros

21 abr 2023 . Actualizado a las 10:38 h.

Había en juego unos 2.700 millones de euros, que es lo que se calcula que cuesta el desarrollo de este proyecto, por mucho que Elon Musk diga que sus naves espaciales se podrán fabricar por menos de diez millones en cuanto pueda producirlas en serie. Voló apenas cuatro minutos antes de reventar en pedazos y, pese a ello, tanto la empresa Space X como numerosos analistas independientes consideran un éxito lo que se vivió este jueves en el sur de Texas. El conjunto Starship, formado por la nave del mismo nombre y el cohete Super Heavy Rocket, que la impulsa en la primera fase del viaje, tenían previsto un vuelo de aproximadamente 90 minutos para alcanzar los 240 kilómetros de altura y cruzar el Atlántico, el Índico y el Pacífico antes de caer al mar el cohete en el Golfo de México y la nave unos 100 kilómetros al norte de la isla de Kauai, en Hawái. En lugar de eso, lo que hizo fue subir hasta los 39 kilómetros y alcanzar los 2.157 kilómetros por hora antes de deshacerse en pedazos. Fue lo que Space X denominó como un «desensamblaje inesperado». Pese a ello, la propia compañía dice que «con una prueba como esta, el éxito proviene de lo que aprendemos, y la prueba de hoy nos ayudará a mejorar la confiabilidad de Starship mientras Space X busca hacer que la vida sea multiplanetaria».

Es más, el propio multimillonario le dio la enhorabuena a los técnicos implicados en esta misión, al tiempo que les marca objetivos. «Felicitaciones equipo en un emocionante lanzamiento de prueba de Starship. Aprendí mucho para el próximo lanzamiento de prueba en unos meses», escribió Musk en su cuenta de Twitter, empresa de la que también es propietario.

Para el despegue de este jueves había una ventana de oportunidad de poco más de una hora que empezaba a las 15.28 hora española. Cuando faltaban solo unos segundos para el lanzamiento, la cuenta atrás se detuvo y cundió el desánimo entre las decenas de miles de personas que seguían en directo las maniobras. Volvieron los fantasmas del lunes cuando la congelación de una válvula obligó a cancelarlo todo. Pero esta vez fue solo un espejismo. Al parece había problemas con la presión de un tanque de combustible, pero se solucionó. Fue con cierto suspense, porque pasaron seis segundos desde la ignición de los motores hasta que la nave, de 120 metros de alto por nueve de diámetro, empezó a moverse. Ahí la angustia tornó en aplausos y la Starship mudó la incertidumbre por una demostración de robustez sorprendente. Cuando se despegó de la gigantesca plataforma de lanzamiento, de 146 metros de altura y construida ex profeso, el cohete, denominado técnicamente primera etapa, ya tenía parados tres de los 33 motores raptor que generan un empuje de 7,5 millones de kilogramos. Aproximadamente un minuto después habían fallado al menos cinco, uno de ellos con una llamativa y visible explosión. Pese a ello, tanto el cohete como la nave (segunda etapa) seguían ascendiendo con una trayectoria aparentemente limpia. Sin embargo, enseguida se pudo ver en la imágenes que algo iba mal. Cuando la Starship debía desacoplarse de su propulsor para seguir el camino en solitario, lo que ocurrió fue que todo el conjunto giró sobre sí mismo y empezó a volar de manera errática con trayectoria descendiente.

Al menos eso es lo que se pudo observar en las imágenes. Ahora habrá que esperar a conocer las causas técnicas exactas, pero hay que tener en cuenta que este el prototipo número 24. Solo cinco habían conseguido despegar y el que más subió lo hizo diez kilómetros. De ahí que lo de este jueves se considere un relativo éxito.

Elon Musk da un nuevo paso hacia el coche de línea del espacio

Space X lleva casi 20 años empeñada en hacerse con la supremacía en el envío de cargas y personas al espacio. No le ha ido precisamente mal, porque solo en los últimos cuatro años ha multiplicado por cuatro su valor que, según datos de junio del 2022, ronda los 120.000 millones de dólares. Pero todo ese éxito de uno de los principales juguetes empresariales de Elon Musk está condicionado por un gran objetivo final que es alcanzar la capacidad de llevar hasta la órbita baja de la tierra a astronautas y cargas a un precio extremadamente bajo, irrisorio si se compara con los costes que soporta la NASA. Y para ello resulta vital que tanto la nave como el cohete que la impulsa se puedan recuperar para que el conjunto pueda ser reutilizado y lanzado de nuevo en cuestión de horas.

La compañía calcula que podrá rebajar la factura hasta los dos millones de euros y el propio con Musk, con esa doble alma de visionario y fanfarrón, habla de 900.000 euros. Prácticamente calderilla si se comparan con los 60 millones de cada lanzamiento del Falcon Heavy y los 2.200 millones aproximadamente que costó construir el SLS de la misión Artemis de la NASA.

La finalidad es establecer algo así como una línea regular para el envío de naves a la órbita baja de la Tierra que abarate los costes y permita llegar a Marte en lo que se considera ya una nueva era de la exploración espacial.