Elizabeth Wagemann: «Pensamos que podíamos poner barreras a la naturaleza y esa visión nos jugó una mala pasada»

m. carneiro LA VOZ

SOCIEDAD

Marcos Míguez

La investigadora chilena presentó en la UDC su trabajo sobre viviendas transitorias para víctimas de desastres naturales

29 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«La humanidad ha abierto las puertas del infierno», amonestó esta semana en la asamblea general de la ONU su secretario general, António Guterres, en una intervención dirigida a las compañías de combustibles fósiles que están frenando la lucha contra el cambio climático. En el 2022 más de 30 millones de personas tuvieron que huir de sus hogares por desastres en su mayoría naturales, y unos 185 millones sufrieron los efectos devastadores de 400 catástrofes. De este escenario global de éxodos masivos por inundaciones, incendios y sequías, y de la respuesta a las víctimas, hablan estos días en A Coruña especialistas internacionales invitados por el grupo de investigación de la UDC Persoa Ambiente, coordinado por la arquitecta Cristina García Fontán.

«Pensamos que podíamos colocarle barreras a la naturaleza cuando lo que estamos viendo es que esta visión de la infraestructura, canalizando ríos o impermeabilizando pavimentos, nos ha jugado una mala pasada y va a seguir causando inundaciones, porque son eventos extremos pero que tienen que ver con ciclos naturales. Las ciudades están relacionas con unas cuencas, con unos ríos, con un borde costero y marino. Hay que entender esto e incorporarlo a la visión futura», explica la arquitecta chilena Elizabeth Wagemann, directora del Laboratorio Ciudad y Territorio de la Universidad Diego Portales de Chile, desde donde investigan las viviendas transitorias posdesastre y las diferentes formas de habitar hasta que se consigue la vivienda definitiva.

Espacios para vivir y producir

«Pueden pasar muchas cosas y pueden pasar muchos años en ese período de transición entre la emergencia y la vivienda permanente en el que las familias siguen con sus vidas», indica la arquitecta, que a partir de catástrofes ocurridas en Chile y Perú ha abierto líneas de trabajo poco exploradas en la modernidad, como los usos productivos de la vivienda, «tanto formal como transitoria», que históricamente han permitido a las familias generar ingresos y salir adelante, desde una nueva «visión de resiliencia» a medio y largo plazo. «Si no se hace bien el proceso de emergencia y de transición, la permanencia es muy difícil, porque van a existir nuevos eventos», afirma.

Asentamientos gestionados por oenegés o Administraciones, trazados con escuadra y cartabón, organizados en calles principales y secundarias y algún espacio público a modo de plaza, pueden perpetuarse con grandes deficiencias durante años. Algunos acogen hasta a 1.500 familias. «Escapan a la escala de algo que pueda manejarse de forma organizada», apunta.

El cambio empieza por fortalecer las capacidades y la cultura del riesgo, «para que las mismas comunidades sepan y conozcan los riesgos cuando están ubicadas en zonas de amenaza», defiende la investigadora, y continúa por la «planificación para que no se construya en las mismas áreas ni se vuelva a ubicar a la población en los mismos sitios de amenaza».

Elizabeth Wagemann sale al paso de la arquitectura replicada ad infinitum, «edificios vidriados en lugares donde no es lo pertinente por clima y cultura», y propone materiales y patrones adaptados al lugar, «sin que tenga que ser supervernáculo», matiza, y un contexto para la ciudad más «grande y geográfico».