Una pequeña playa de arena fina en Tambo, en la ría de Pontevedra, sirvió de refugio a los evangélicos de Marín para bautizar adultos por inmersión en el mar en las dos últimas décadas de siglo XIX.
14 oct 2023 . Actualizado a las 12:13 h.Tambo es un lugar que posee un atractivo especial para los vecinos de la ría de Pontevedra, que ahora por primera vez en muchas décadas pueden visitarla tras su traspaso de una gestión militar a la supervisión del Concello de Poio. Entre sus muchas historias, se encuentra una muy especial para muchas familias de Marín y es que en una de sus pequeñas calas, situada cerca del embarcadero de la isla, los evangélicos de la comarca celebraban allí, en el siglo XIX lejos de los de los insultos de sus enemigos, bautismos de adultos por inmersión.
La memoria de esos bautismos clandestinos pervive aún hoy y en los viajes guiados, organizados por las navieras y el Concello de Poio, municipio al que pertenece Tambo, se relata la historia de aquellos marineros, campesinos y sus familias que lo arriesgaban todo para reclamar el derecho a practicar su fe.
Hace 141 años España era muy diferente a la actual y no existía libertad religiosa. La Constitución garantizaba solo una mera tolerancia religiosa. Se entendía que cualquier manifestación pública de una religión distinta a la del Estado —la católico romana— era una ofensa y como tal punible por los tribunales.
Pocas cosas había que escandalizasen más a los elementos más fanáticos que el bautismo de un adulto por inmersión. Los evangélicos gallegos del siglo XIX no bautizaban bebés y, por lo tanto, se veían obligados a hacerlo con sumo cuidado para evitar denuncias ante el Juzgado.
En 1882, en Marín, el primer lugar escogido fue la playa de Portocelo, hoy muy frecuentada por turistas y vecinos, pero que en aquel entonces estaba totalmente alejada de las viviendas y era de complicado acceso. Aún así esa ubicación tenía sus riesgos. Tambo era más adecuada porque al ser una isla deshabitada, era más tranquila. Así que los evangélicos locales se subían a sus barcos de pesca con sus familias y amigos y navegaban hasta aquella cala para bautizar.
Queda constancia de que aquellas ocasiones se repitieron con frecuencia entre 1882 y 1899. Se narran estos bautismos en cartas y diarios y su recuerdo perdura en la memoria de los descendientes de los protagonistas de aquellos bautismos. La tatarabuela del que suscribe, Dolores Muñoz Nantes, fue una de esas mujeres sumergidas en la ría en Tambo. Cuando volvió a casa su marido la había abandonado yéndose por unos años a Cuba y dejándola con varios niños pequeños y embarazada. No eran tiempos fáciles.
Los bautismos a escondidas acabaron en 1899, cuando se inauguró la capilla evangélica en la calle Fuente Nueva, actual Touriño Gamallo, donde se construyó un bautisterio en el suelo. La Ley permitía esas ceremonias en un lugar cerrado.
En la actualidad, la libertad religiosa es un principio consagrado no solo en la Constitución, sino también asumido por la sociedad española en general. Hace también un siglo que no hay bautismos en la isla, pero desde la reapertura de la isla a las visitas de los civiles el año pasado, la historia de los bautismos clandestinos se ha vuelto un atractivo más para conocer la legendaria isla pontevedresa.