La inteligencia artificial automatizará uno de cada diez empleos gallegos
SOCIEDAD
Un ciclo de conferencias analiza el impacto social de esta tecnología, cuyo principal reto es ahora la ética y la legislación
24 oct 2023 . Actualizado a las 15:13 h.Un estudio de la OCDE ha calculado que el 9 % de los empleos europeos están en riesgo de automatización, una cifra que sube a un 10 % en el caso de España y, por supuesto, de Galicia. Es uno de los datos que Luis Otero, catedrático de Economía Financiera de la USC, utiliza para ilustrar el cambio que ya se está produciendo en el mercado de trabajo por la irrupción de la inteligencia artificial (IA). ¿Serán algunas profesiones sustituidas por máquinas? «No se puede confundir para nada con que esos empleos vayan a desaparecer porque se pongan máquinas», sino que, en la mayoría de los casos, será una automatización parcial: algunas tareas podrán hacerlas máquinas para que las personas puedan dedicarse a otras.
La cifra matiza, y mucho, los porcentajes de riesgo de automatización que manejan otros estudios más antiguos, que llegan a dejar porcentajes del 38 % en Galicia. Pero el cambio en el mercado laboral que supone el avance de la inteligencia artificial es ya una realidad: en aquellos sectores más susceptibles de automatización, el empleo crece menos que en otros menos afectados, resalta Otero.
El profesor de la USC participará hoy en el ciclo sobre el impacto de la inteligencia artificial que la Real Academia Galega de Ciencias organiza con el apoyo de la Deputación da Coruña y que ayer arrancó en Santiago para analizar los inicios, el presente y el impacto social de esta tecnología, que «a menudo conlleva riesgos para la seguridad, la salud o los derechos fundamentales de las personas, lo que pone de manifiesto la urgente necesidad de adoptar sistemáticamente buenas prácticas para una inteligencia artificial ética, confiable y centrada en el ser humano», explica Isabelle Hupont, científica del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea. Lo mismo resalta Alberto Bugarín, catedrático de Ciencias da Computación e Intelixencia Artificial de la USC e investigador del Citius: «La ética pone la responsabilidad en las personas que usan los servicios y se la resta a la organización que pone sus servicios a disposición de los demás».
Por eso, es importante la normativa, como la AI Act en la que trabaja la Unión Europea. Haciendo un símil con la conducción, no se trata solo de tener precaución al volante, sino de que los coches cumplan con unos estándares de calidad. La inteligencia artificial tiene que dotarse ahora de protocolos y legislación que asegure que las herramientas que se ponen a disposición de la ciudadanía son de calidad y no suponen usos problemáticos, explica Bugarín, y más en un momento de altísimas expectativas y de irrupción de grandes corporaciones en el desarrollo de aplicaciones de inteligencia artificial, un ámbito cuyos avances habían salido hasta hace poco de la comunidad académica.
«Tener el mejor algoritmo no significa tener una empresa»
ChatGPT no se hizo en un día. La frase hace reír a Alejandro Ramos, director científico de InVerbis Analytics, una empresa emergente de la Universidade de Santiago que se centra en la minería de procesos. «Tener el mejor algoritmo a nivel académico no significa que se vaya a comercializar», explica el cofundador de la iniciativa empresarial, que cita cifras del largo proceso que ha supuesto salir del laboratorio para convertirse en una empresa, incluyendo también abrir mercados: En Europa, se calcula que solo el 3 % de las empresas conocen la tecnología que está desarrollando InVerbis, explica Ramos.
«Una cosa es el producto, y otra, la inteligencia artificial que está por detrás». El reconocimiento facial, que es inteligencia artificial, es la tecnología que subyace tanto en la posibilidad de desbloquear el teléfono móvil con la cara como en Snapchat, una aplicación que la usa para generar filtros. «Solo con el algoritmo, no tienes nada, porque Snapchat es mucho más».
Lo mismo ocurre con el desarrollo del resto de aplicaciones que utilizan la inteligencia artificial, que tienen que pasar un proceso de adaptación. Ocurrió en InVerbis, que eliminó funcionalidades más sofisticadas porque no le daban valor al usuario final: «Tienes que ir adaptándote, reinventándote todo el rato y aprendiendo».
Precisamente, ese es otro de los grandes retos de la irrupción de la inteligencia artificial en el mercado laboral, resalta Luis Otero: el de formar a los trabajadores para las nuevas funciones que requiere el puesto de trabajo. Adaptarse, como en su momento fue necesario hacer la transición hacia una sociedad en la que los ordenadores y los teléfonos móviles son fundamentales.
«Imaginemos un trabajador que corta madera en un aserradero. Si una máquina hace eso, él pasa a ser supervisor de esa máquina». La cuestión es si es posible capacitar a los trabajadores para estas nuevas funciones, y en eso tiene mucha importancia la formación.
Lo que parece innegable es que la inteligencia artificial podría mejorar la productividad y eso traducirse «en un incremento de salarios o en una reducción de las horas de trabajo» y, consecuentemente, de las jornadas laborales interminables, explica Otero, que esta tarde participará en Santiago en la segunda jornada del ciclo A intelixencia artificial, a electricidade do século XXI? En ella participarán también los investigadores de Citius Pablo Gamallo, que hablará del Proxecto Nós, que busca incluir el gallego en la inteligencia artificial; y María José Carreira, que hablará sobre las posibilidades que la inteligencia artificial abre en el ámbito de la salud y la medicina.