Pedro Alonso: «El personaje de Berlín es una máquina de derribar expectativas»
SOCIEDAD
El actor gallego estrena el día 29 «Berlín», serie derivada de «La casa de papel» que conjuga la comedia romántica con el robo de un botín de joyas
06 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.De todos los personajes que construyeron el éxito mundial de La casa de papel, es Andrés de Fonollosa, Berlín, el genio sociópata y narcisista a las órdenes del Profesor, el primero en tener serie propia. Berlín cambia el paso y el tono hacia una comedia romántica con el aliciente de un resplandeciente botín de 44 millones en joyas en París. Sus ocho episodios se estrenan en Netflix el 29 de diciembre. Pedro Alonso (Vigo, 1971) ahonda en los años dorados de su icónica criatura y en una cara que había permanecido oculta hasta ahora, más alegre y alejada de la oscuridad de sus últimos días. El actor gallego afirma que un éxito internacional como el que este ladrón de guante blanco le ha proporcionado «era algo imposible de prever, de diseñar, de anticipar para nadie».
—Berlín es un muerto que está muy vivo. ¿Por qué cree que ha sido él el elegido para la primera serie derivada de «La casa de papel»?
—Se pueden argumentar mil cosas, pero sí es verdad es que es una máquina de derribar expectativas. De pronto empieza La casa de papel, conseguimos tocar una tecla muy potente con un personaje denso, turbio, peligroso. El personaje se muere, la serie acaba, pero deciden continuar con Netflix y de pronto tenemos que reinventarlo en el pasado a golpe de flashbacks. Recuerdo cuando surgió esa posibilidad y le dije a Álex Pina [guionista y creador de la serie]: «No sé si soy capaz de mantener vivo a un personaje a golpe de flashbacks, porque va a perder todo el peligro y su parte imprevisible». Y de repente, en la cara oculta del personaje apareció una nueva luz. Ahora estamos haciendo un spin off que está en una galaxia y un universo diferentes, con un tono y un género distintos y que va cada vez más hacia la luz y hacia la juventud, como si fuese Benjamin Button. Si alguien hubiese dicho «vamos a hacer este diseño narrativo de este personaje» todo el mundo hubiese dicho que no se sostenía. Y, sin embargo, ese caminar a la contra de lo habitual forma parte de la magia del personaje, y ahí no me hago responsable. Yo procuro renovar mis compromisos con el material. Estoy en una casa donde me están cuidando mucho. Alex Pina y Esther [Martínez Lobato, cocreadora] tienen un instinto televisivo increíble. Aplaudo su determinación para evolucionar algo que tiene un campo magnético muy fuerte. Podrían haber dicho «nos quedamos aquí», pero esto es una serie nueva en términos creativos. Renovar los estímulos y atreverse a caminar hacia lo desconocido me parece muy buena cosa.
—Aquí descubre una nueva faceta de Berlín. Sigue siendo un tipo peligroso, pero lejos de la claustrofobia de «La casa de papel».
—Esta es más una feel-good movie. Toda la vertiente de la violencia y de sacar la pistola para meter cuatro tiros ha desaparecido. Todo lo relativo a los robos tiene más que ver con la prestidigitación y con Houdini. Eso podría llevarte a pensar que quieren quitarle densidad a la serie, pero yo diría que lo difícil es hacerlo fácil. En términos de trabajo actoral y de tono, ha sido un desafío increíble porque tenía que estar la naturaleza del personaje. Para mí era vital volar esta cometa con más luz, pero si la perdemos ¿para qué hemos cogido al personaje? Era una cuestión muy importante que no se desnaturalizase, pero que siguiese teniendo verdad y jugase con estos golpes de comedia romántica efervescente. De repente Berlín se va a un género que apenas se estaba trabajando desde los noventa. Nos vamos a robarles a los franceses la mitología del romanticismo galo con un personaje que es un terrorista emocional de la peor especie. Yo decía: «Si nos damos un bofetón nos lo vamos a dar de forma definitiva». Y, sin embargo, el personaje funciona y resiste, lo cual es una confirmación de que es casi una alfombra mágica multigénero que lo sostiene casi todo. Es una llave que ha ido en muy diferentes direcciones. Entonces si hay chicha, maravilla. El hecho de que sea posible habilitar un nuevo tono tan diferente me parece alucinante y lo agradezco mucho. La semilla que está en el corazón de la serie ahora es algo que hay que decir en francés, que me encanta —aunque no lo hablo sí lo entiendo— y que es la joie de vivre, la alegría de vivir. Eso es un arte y es evidente que este hombre lo hace con estrategias impresentables, pero que genera golpes realmente deliciosos. Ese es un color que me gusta. Uno puede hablar del primer Berlín loco, de su densidad tremenda... pero este no me parece ni mejor ni peor ni desde luego más fácil.
—Siempre se ha dicho que es más difícil hacer reír que llorar. Berlín prueba las dos facetas.
—No sé si es más difícil, pero si no tienes el don de la comedia hacer reír es un dolor horrible. Ver a alguien que sale a un escenario y no tiene gracia es terrible, durísimo. Y he visto a grandes actores y actrices de comedia que pueden ser todoterrenos. Lo difícil es que una historia tenga chicha y eso depende del proyecto. ¿Qué es mejor? ¿Televisión, cine...? Depende del proyecto. Si hay chicha la vida nos demuestra que todo es posible y cualquier género lo puedes destrozar si no hay una mirada que mole.
«En estos años he hecho un máster en gestión de la presión»
De la claustrofobia de la Fábrica de la Moneda que marcó a La casa de papel, el joven Berlín da el salto a una serie de robos más ligera marcada por el amor. A la nueva banda se suman Tristán Ulloa y Michelle Jenner, entre otros.
—¿Llevar el apellido de «La casa de papel» es una ventaja que abre puertas en el mundo o una presión por reeditar su éxito?
—Cuando entré en la sala para el primer ensayo se notaba el viento en la cara, pero en los últimos años me he hecho un máster en gestión de la presión. Hablábamos mucho de la comedia y del tono en las primeras semanas. Aquí nadie puede dudar de que todos los departamentos trabajan como locos, pero tú puedes tener la fórmula de la comedia perfecta y que eso pese tanto que te caigas contra el suelo. Recuerdo que un día yo dije: «No olvidemos que la comedia es un estado de ánimo». Le puedes decir a un actor la fórmula filosofal para la perfecta secuencia de comedia, pero puede que el tío cruja y se muera de la tensión. Tiene mucho que ver con la relajación y la relajación es confianza y atreverse a equivocarse. La estela de La casa de papel era un filo con dos caras. Por un lado, te da la fuerza de irte a París a reeditar la comedia romántica. Pero de pronto lo piensas y dices: «A ver si nos va a caer la Torre Eiffel encima». Para que pueda aparecer la magia tienes que crear una longitud de onda que lo permita.
—Su personaje rejuvenece en «Berlín» y también lo hacen algunas tramas paralelas. ¿Diría que la serie busca un público joven?
—Después de haber visto los ocho capítulos tengo dudas. Hablando desde dentro de la historia, Berlín es un tipo que diseña artefactos para precipitar el caos y hay un momento en uno de los capítulos donde acaba diciendo: «Prefiero a gente inexperta a gente curtida y enterrada por el ego». Él quiere sentir emociones. A mí esa mirada me gusta. Tiene a Tristán Ulloa, que es su conciencia, pero hay esa mirada de querer montar estructuras para luego tumbarlas. Eso es universal, no depende de las edades.