Matthew McConaughey contra Jodie Foster: la batalla entre la primera y la última temporada de «True Detective»
SOCIEDAD
Issa López, la directora, acusó a fans de la producción que abrió la trilogía cargaran contra la última entrega para hundir su nota en páginas especializadas
20 ene 2024 . Actualizado a las 11:37 h.El éxito de una serie puede devorar a sus hijos. Y dividir a los fans. Sucede con uno de los estrenos más esperados de los últimos años. La última entrega de una antología que empezó marcando un hito en el mundo de las series hace diez años y que decepcionó en sus dos siguientes temporadas. True Detective: Noche polar (HBO Max y Movistar +). No está a los mandos Nic Pizzolatto, el show runner del invento, aunque sigue en el proyecto como productor ejecutivo. La cuestión es si sigue la senda de aquella primera de los memorables Woody Harrelson y Matthew McConaughey con el cordón umbilical de crímenes y mentiras que unía el presente y el pasado, como esta, con su mística y con aquel prodigioso plano secuencia de seis minutos que sigue a Rust Cohle en su paseo por un vecindario que era un avispero de delincuentes.
El arranque de la nueva True Detective parece alejarla de los vericuetos oscuros pero mucho menos brillantes de la segunda y tercera parte de este rosario de detectives. De hecho, abre el telón con una frase que es una referencia a la original: «Porque no sabemos qué bestias sueña la noche cuando sus horas se hacen demasiado largas para que incluso Dios pueda estar despierto». Son palabras de Hildred Castaigne, personaje que aporta la voz de narrador en uno de los cuentos de una obra de Robert W. Chambers: El rey amarillo. El hilo que une Alaska y Luisiana.
Toda una declaración de intenciones que ha sido bien recibida. Pero, según la directora, Issa López, una jauría de seguidores de la primera serie cargan contra el resultado y se dedican a hundir la valoración de esta producción en la web de agregación de reseñas Rotten Tomatoes. Por eso pidió a los espectadores que hubieran disfrutado con el primer episodio que acudieran al rescate. «Si te gustó el episodio y tienes una cuenta en Rotten Tomatoes, quizás puedas ir allí y dejar una reseña. Los bros y los fanboys duros han convertido en una misión arrastrar la nota por los suelos y es bastante triste, considerando todas las de cinco estrellas». Así lo expresó en redes sociales, aunque luego borró el mensaje.
López habla de bros y fanboys porque algunas de las críticas encierran un tufo machista, más allá de la valoración artística de la producción. Se destaca que en el primer episodio los hombres apenas tienen papeles relevantes e incluso se apela al supuesto poco atractivo físico y el espíritu dominante de las dos actrices protagonistas, Jodie Foster y Kali Reis. A algunos les cuesta renunciar a los viejos planteamientos del género y su división de objetos y sujetos: ellas mueren o desaparecen; ellos matan o investigan.
Es cierto que Foster y Kali llevan la batuta. La primera es de esas señoras que han mantenido su rostro suficientemente a salvo de ese congelador del gesto que es la cirugía estética y, como ya ocurrió con Kate Winslet en Mare of Easttown, es creíble como esa policía curtida en rutinas de pequeñas y grandes miserias humanas, teóricamente de vuelta de todo pero en el fondo dispuesta a una vuelta más. Y su compañera de baile no parece precisamente amante del vals. Es una fuerza de la naturaleza vestida de uniforme. Una pantera con hambres varias.
Las dos se enfrentan al traqueteo mundano, insoportable de por sí en este entorno, y a un horror más profundo. Sí, el thriller gusta de la nieve, del frío y de la oscuridad. Bebe y se alimenta de ecosistema hostil. Tanto, que el envoltorio puede parecer ya trillado en innumerables películas y series anteriores. Ennis, Alaska. Uno de esos fines del mundo de la Tierra. Último ocaso del año. Pero no es el 31 de diciembre. Es el 17 de diciembre. El nuevo día en realidad no amanecerá. Comienzan las noches polares encadenadas. Sesenta. Se abre ese vacío sin sol. Empiezan a suceder cosas. La atmósfera cala, pesa, enjaula al espectador a cielo abierto. Issa López ha dado un paso más en ese terreno inhóspito en el que no hay concesiones. Nada bueno puede ocurrir allí. Y, atención, espóiler, un grupo de investigadores desaparece en bloque de una base científica en medio de la nada, dejando la tele encendida, un sándwich a medio comer, la ropa en la lavadora, una lengua humana en el suelo y una inquietante frase en la pizarra: «Todos estamos muertos».