«La zona de interés», la banalidad del mal

Tamara Montero
Tamara Montero CUATRO VERDADES

SOCIEDAD

Fotograma de la película «La zona de interés»
Fotograma de la película «La zona de interés»

La película refleja como el sistema nazi de campos de exterminio había normalizado asesinatos masivos a pocos metros de donde un bebé olía sus primeras flores

29 ene 2024 . Actualizado a las 13:30 h.

Una casita de ensueño, una familia numerosa y un remanso de felicidad pegado a un muro. Lo único que los separa del horror. Hay humanidad en las tardes en el río, o en esa piragua recién pintada con la que agasajar al padre antes de que se ponga las botas y salga con el uniforme de las SS. La zona de interés es un continuo fuera de campo que obliga, sin embargo, a mirar de frente eso que llaman la banalidad del mal: el sistema había normalizado asesinatos sistematizados a pocos metros de donde un bebé olía sus primeras flores, donde su hermanos hacían fiestas en la piscina, donde se cocinaban desayunos tan sabrosos que para (casi) todo el mundo era sencillo olvidar el resplandor de las chimeneas que había borrado para siempre la noche.

Quizá, tantos años después de un horror que aún impregna las salas de Auschwitz y los objetos que en ellas se exponen, La zona de interés interpela a una sociedad inmersa en los prolegómenos de la deshumanización, que es, ni más ni menos, el combustible de un genocidio que se había convertido en cotidiano. Poner etiquetas (judío, feminazi, facha, progre, cayetano, perroflauta) diluye el concepto de persona en otros atributos, arranca la humanidad que hay en alguien y lo convierte en algo cercano a una cosa. Simplemente, allana el camino a la banalidad del mal.