Aunque en realidad sean auténticas desconocidas, hay personas que a fuerza de sentarse todos los días a la mesa acaban convirtiéndose en casi uno más de la familia. Así que la despedida ha sido larga. Primero, porque hay una generación en España que había crecido desde la guerra del Golfo con la misma mujer, constante, asomándose cada día a casa o al bar para dar las noticias. La misma que ha enseñado a una generación de periodistas cómo hacer su trabajo: rigurosa, seria, neutral, fuera del foco y del protagonismo. Transmisora de información y de análisis durante más de tres décadas.
Una mujer a la que el periodismo se le metió en el cuerpo de adulta, pero que no la ha abandonado ni un solo instante desde entonces. Una de esas presentadoras con tal capacidad comunicativa que ha sido de las pocas que se han librado del azote de la misoginia que impone el físico y la juventud sobre la experiencia.
Quizá por eso la despedida ha sido amarga y, además, larga. Porque dejó de ser la referencia de los informativos diarios para presentar Informe Semanal, y ese fue el primer adiós a una más de la familia. Ahora que se jubila, parece difícil llenar un hueco de más de 30 años y encontrar a quien la sustituya en casa. Gracias, Ana Blanco, por haber sido la cara de la información y del oficio en España.