David Fernández, director de la escuela gallega de pilotos AFN, aclara que los aviones están preparados para todo tipo de turbulencias
25 may 2024 . Actualizado a las 21:33 h.El avión es el medio más seguro del mundo para viajar. Un informe de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional publicado en el 2022 sostiene que una persona necesitaría volar todos los días durante 25.214 años para sufrir un accidente mortal. Sin embargo, a bordo pueden producirse otro tipo de incidentes fatales.
El reciente suceso en el vuelo que cubría la ruta entre Londres y Singapur ha dejado en evidencia la importancia de cumplir con las medidas de prevención. «En un vuelo hay que usar el cinturón de seguridad en todo momento. Cuando la luz se apaga, se informa a los pasajeros de que pueden levantarse para ir al lavabo, pero después no tiene ningún sentido quitárselo», explica David Fernández, director de la Escuela de Pilotos AFN, con sede en la localidad coruñesa de Carral. Da buena cuenta del consejo de Fernández uno de los 211 pasajeros que iban a bordo del Boeing 777-300 ER de la compañía Singapore Airlines. Dzafran Azmir confesó al diario australiano The Sídney Morning Herald que «quien no se había abrochado el cinturón saltó por los aires».
De la misma forma que un automóvil puede cruzarse con un bache o depresión en el asfalto, un avión se encuentra con un desorden en el movimiento del aire. «El aire puede organizarse en forma de capas laminares y al igual que el mar, a veces está como un plato y otras produce oleaje», explica David.
Existen varios tipos de turbulencias. Por ejemplo, las mecánicas, que se manifiestan cuando el aparato vuela bajo, cerca de montañas y edificios. También hay térmicas, que se producen como consecuencia de cambios de temperatura. «Por supuesto, se forman además debido a fenómenos meteorológicos como nubes de desarrollo vertical o cumulonimbos. En este caso, contamos con un radar que envía una señal que rebota en el sistema tormentoso formado por partículas de agua o de hielo. Cuanto más fuerte sea la señal que regresa al avión, mayor será la intensidad de la turbulencia», explica.
La inestabilidad atmosférica, aunque sea muy potente, se observa con tecnología e incluso a simple vista, dando la oportunidad al piloto a esquivarla. El verdadero problema del transporte aéreo es la conocida como turbulencia en aire claro, aquella que no se puede ver. «Si el desorden en el movimiento del aire se produce con un cielo despejado, el radar no podrá detectarlo», subraya. A partir de entonces, lo que pueda suceder en el interior del avión tampoco se puede predecir.
La compañía Singapore Airlines sostiene en un informe que las turbulencias que experimentaron los pasajeros cuando el avión sobrevolaba Birmania fueron extremas. «El avión pierde altitud de forma brusca y la sacudida provoca que un pasajero pueda salir disparado primero hacia arriba y después hacia abajo de forma violenta. En cuanto a la estructura de la aeronave está preparada para toda clase de turbulencias, también para las más fuertes. Pueden producirse daños en los componentes del aparato, pero es prácticamente imposible que se rompa», aclara.
Además, la formación actual ofrece tecnologías muy punteras que permiten que los pilotos salgan preparados para enfrentarse a todas las adversidades. En la escuela AFN hay disponibles dos simuladores de última generación que reproducen la realidad hasta el mínimo detalle. «En nuestros simuladores recreamos diferentes contextos meteorológicos, distintas intensidades de turbulencias y situaciones de emergencia. Cuando nuestros alumnos finalizan su formación están ya acostumbrados a cualquier contexto de riesgo», concluye Fernández.