La soledad no deseada se dispara entre la población española un 50 % en solo un año
10 jun 2024 . Actualizado a las 15:56 h.La soledad, entendida como el aislamiento personal y social no deseado, está adquiriendo en España unas proporciones muy preocupantes. Uno de cada cinco españoles confiesa sentirse solo, un aislamiento ni buscado ni querido que se está extendiendo a una velocidad asombrosa, según lo demuestra un estudio impulsado por las fundaciones ONCE y AXA, basado en las entrevistas a 2.900 ciudadanos mayores de 18 años y representativos de todo el país.
El 20 % de españoles que hoy declaran sentirse solos son casi un 50 % más que quienes admitieron idéntica situación hace solo un año, en una investigación equivalente elaborada también en el marco del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada, cuando los ciudadanos afectados por este mal social eran el 13,4 %. La enorme proliferación de este problema en solo 12 meses es alarmante, pero es que el fenómeno no ha dejado de crecer en la última década. Se ha duplicado con respecto a los primeros trabajos monográficos, realizados en el 2015, y se ha consolidado como una amenaza estructural. Un mal que acrecienta los trastornos psicológicos, reduce la autonomía personal y la vitalidad, aumenta las ideaciones suicidas y la exclusión social e, incluso, se calcula que causa en España casi 900 muertes prematuras al año.
No estamos hablando de sentimientos de soledad ocasionales. De un mal día o de una temporada nefasta. Hablamos de aislamiento personal indeseado y sostenido en el tiempo. Prueba de ello es que más de dos de cada tres españoles que admiten sentirse solos están encuadrados en lo que los expertos denominan soledad crónica, es decir, un aislamiento no querido que dura ya más de dos años. De hecho, un 60 % de quienes están atrapados en esta situación autodestructiva llevan así más de tres años. Tampoco es un mal de unos pocos, la mitad de los consultados dicen sufrir o haber sufrido en el pasado esta soledad indeseada durante algún tiempo y con «intensidad».
El problema se da en todos los grupos sociales y de edad, pero tiene tres perjudicados principales. Donde mayor concentración de soledad no deseada se detecta es entre los más jóvenes, en las edades universitarias o vinculadas a las primeras búsquedas de empleo, de los 18 a los 24 años, con uno de cada tres, casi el doble que el conjunto del país. El otro grupo social prevalente son las mujeres, con cuatro puntos más de media de aislamiento no buscado que los españoles, pero con porcentajes que se disparan si la afectada tiene más de 55 años, es vecina de una ciudad o tiene un bajo nivel educativo.
El tercer colectivo donde la soledad presenta cifras epidémicas es el de las personas con discapacidad, que sufren este mal 30 puntos más que los que no tiene discapacidad alguna. La prevalencia entre el colectivo llega al 51 %. Pero, en consonancia con el punto anterior, las mujeres con discapacidad aún están más solas. Unos ocho puntos más que ellos. Así lo sienten hasta el 54 %.
Hay varios factores sociales más que, según esta investigación, también disparan las posibilidades de quedar atrapados en el aislamiento no deseado. La mala salud, sobre todo los trastornos mentales, multiplica por tres el riesgo de padecer este mal social, pero también aumentan el peligro las dificultades para llegar a final de mes, el origen extranjero, la juventud o el ser un parado de entre 30 y 54 años.
Otro factor determinante a la hora de caer en la soledad involuntaria es el tipo de relaciones sociales que se tienen y cómo se tienen. Hay un triple de soledad crónica entre quienes carecen de apoyos familiares o de amistades a las que recurrir si lo precisan y el aislamiento es más frecuente entre quienes sus relaciones sociales son online que entre quien tiene contactos presenciales. Vivir solo, sin núcleo familiar alguno, duplica las posibilidades de aislamiento y carecer de estudios superiores eleva el riesgo un 50 %.
En lo que está de acuerdo la inmensa mayoría de españoles es en que la lucha contra la soledad debe ser una prioridad de los poderes públicos y una responsabilidad compartida de toda la sociedad. Creen que quienes más hacen en esta pelea son las ONG, pero piensan que la responsabilidad principal debería ser del Gobierno, seguido por ayuntamientos y autonomías.