El cirujano gallego Diego González Rivas salva a un condenado a muerte en China que quiso suicidarse

Juan Ventura Lado Alvela
j. v. lado REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

El paciente llegó con el punzón clavado en el pecho y estuvo engrilletado en todo momento mientras le operaban y le retiraban el objeto que le atravesó la aorta
El paciente llegó con el punzón clavado en el pecho y estuvo engrilletado en todo momento mientras le operaban y le retiraban el objeto que le atravesó la aorta Diego Rivas

Se clavó un punzón en el pecho al comunicarle que le cambiaban la pena capital por cadena perpetua

18 sep 2024 . Actualizado a las 22:20 h.

El cirujano coruñés Diego González Rivas, conocido por llevar a cabo operaciones complejas en los sitios más recónditos del mundo, estaba operando este fin de semana en Mudanjiang, en la provincia de Helongiang en el norte de China. Tenía 25 intervenciones programadas: 14 para el sábado y otras 11 el domingo. Pero en medio de esa vorágine, él y su equipo de colaboradores locales se toparon con un paciente inesperado. «El domingo cuando íbamos por la segunda cirugía me llaman y me dicen que hay un paciente, un prisionero que estaba en la cárcel y que se ha intentado suicidar, que se ha intentado clavar un cuchillo o un punzón en el corazón», relata el propio médico para quien el caso se volvió todavía más llamativo cuando conoció las motivaciones del reo. «Esta semana le habían dado la noticia de que le habían cambiado la condena de muerte por cadena perpetua y él no quería vivir. Imagino que no querría pasar toda la vida en la cárcel y por eso se intentó suicidar», continúa relatando el cirujano.

Lo que ocurre es que el implicado, aunque demostró una gran sangre fría, no logró su objetivo y llegó al hospital con el punzón —que en realidad era una aguja de gran tamaño como las usadas para calcetar— insertado en el pecho. «Llegó con el punzón clavado en el tórax. Venía estable pero ya se empezaba a desestabilizar porque le atravesó el tórax, se le clavó en el pericardio, le llegó a la aorta, la punzó y ya había hecho algo derrame pericárdico, por lo que hubo que correr y hacerlo todo muy rápido» detalla González Rivas para quien la clave de la supervivencia del paciente está en la propia tipología de la lesión. «Tuvo la suerte de que el punzón, como es un elemento cilíndrico, entró en la aorta, pero solo un trocito, la punta, y eso hizo de contención. Si se lo quitábamos, se podía desangrar y morir. Entonces, nada, lo metimos en el quirófano, abrimos el esternón a toda leche y lo que hicimos fue abrir todo el pericardio [el tejido que rodea el corazón]. Preparé unas suturas especiales alrededor de la aorta y, desde fuera, uno de mis compañeros quitó el punzón al tiempo que yo cerraba el agujero de la aorta», cuenta el cirujano torácico coruñés, para quien este no es el primer episodio de este tipo con el que se encuentra.

En esta ocasión, además de que el paciente tenía los pies engrilletados, estuvo acompañado en todo momento por dos policías, que llegaron incluso a permanecer dentro del quirófano mientras se realizaba la intervención. Algo «curioso», pero que tampoco resulta nuevo para el médico gallego. Recuerda que hace unos años estaba dando una clase magistral en Arabia Saudí y le contaron que el paciente al que trataban en ese momento estaba condenado a muerte. «Tuvo o no disección de aorta y, entonces, con ese problema no lo podían matar. Tuvieron que llevarlo al hospital, operarlo y luego ya devolverlo y llevarlo a la pena de muerte cuando le tocase», cuenta González Rivas, que posteriormente fue a visitarlo a la unidad de cuidados intensivos en la que estaba ingresado y le impactó la imagen. «Estaba el paciente intubado, dormido después de ser operado y seguía encadenado con unos grilletes a la cama de posoperatorio de la uci. Eso me llamó muchísimo la atención», concluye el cirujano que no para de obtener reconocimientos por el mundo. De esta ciudad de Mundaijang, por ejemplo, es ciudadano de honor desde hace años.

«Lo que tienes que hacer es preservar la vida de tu paciente, al margen de su condición»

González Rivas reconoce que, anécdotas al margen, hay veces que en su profesión se le presentan debates éticos complejos en los que tiene que decidir qué hacer. Por ejemplo, cita un caso que cree que se le presentó en Israel, aunque no recuerda bien el sitio. «Me tocó a operar un asesino que había matado a dos niños. Y lo tuvimos que operar y salvarle la vida sabiendo eso, porque él también llegó acuchillado», cuenta.

También hay casos curiosos pero muy gratificantes por su resultado, como el de la joven de Congo que se tragó una llave y llevaba más de dos años con ella alojada en el pulmón, o como el de la niña de Tanzania que fue agredida cuando era muy pequeña, sufrió la fractura de una costilla y estuvo más de diez años sufriendo con neumonías y sangrando por la boca hasta que la operaron.

«Tú como médico lo que tienes que hacer es preservar la vida de tus pacientes, independientemente de las circunstancias o de sus condiciones religiosas o éticas. Tú tienes que salvar la vida y luego el paciente a lo mejor entra en razón y asume su vida en la cárcel o su condena. Igual en ese momento tuvo un arrebato pero, a lo mejor, él en realidad no quiere quitarse la vida. Por eso esta es la forma que tenemos los médicos de actuar. Siempre», concluye el cirujano, que, pese a esta inesperada intervención, acabó operando igual a 11 pacientes que estaban dispuestos en varios quirófanos a la vez.

En realidad, más que operarlos directamente, que también, lo que hace González Rivas es compartir su técnica y enseñarles a otros profesionales para que pueden implementarla. De ahí que esté constantemente recorriendo los lugares más exóticos del mundo.