Los acusados detallan las órdenes que Dominique Pelicot les daba para violar a su mujer

La Voz

SOCIEDAD

Edgar Sapiña Manchado | EFE

Declaran los hombres que participaban en las agresiones a la francesa drogada por su marido

20 sep 2024 . Actualizado a las 12:19 h.

Uno de los acusados de haber agredido sexualmente a Gisèle Pelicot estando ella prácticamente en coma, bajo los efectos de los ansiolíticos que le suministraba a escondidas su marido, reconoció este jueves haber cometido una violación, pero dijo que había sido «involuntaria», porque su intención inicial no era esa. Sí admitió Lionel R., en una explicación confusa y contradictoria ante el Tribunal de lo Criminal de Vaucluse, que se la había encontrado en estado inconsciente.

El hombre, de 44 años, está acusado de haber violado a Gisèle Pelicot el 2 de diciembre del 2018 en su casa, adonde acudió invitado por su marido. Había conocido a Dominique a través de la plataforma coco.fr —un servicio de chats de contenido explícito e ilícito, ya cerrado—, donde este le propuso «algo un poco original», y posteriormente mantuvo el contacto con él por teléfono. La mayor parte de las visitas organizadas por el monstruo de Mazan para violar a su esposa tenía lugar de noche, pero la de Lionel R. fue a mediodía. Según su versión, Dominique le había contado que él y su mujer eran una pareja abierta y que quería tener relaciones sexuales en trío. Una vez en su domicilio, hizo todo lo que el marido le dijo, explicó, sin reflexionar  ni pararse a pensar si realmente la mujer daba su consentimiento. Eso sí, Dominique le había advertido previamente de que se encontraría a Gisèle dormida.

El presidente del tribunal, Roger Arata, le replicó entonces su actitud activa, aún habiendo comprobado, al entrar en la habitación, que efectivamente Gisèle Pelicot estaba dormida; en los vídeos de la escena, señaló, se ve que tiene una erección. Le preguntó entonces si seguía manteniendo que había sido una violación involuntaria, y él respondió: «No fue voluntaria, en todo caso». Agregó que estaba convencido de que era un juego, que ni se lo había cuestionado. Que nunca se le había pasado por la cabeza que ella no estaba al corriente». En pleno interrogatorio, este vendedor y padre de dos hijos se dirigió a la principal víctima para disculparse: «Sé que es demasiado tarde. Nunca quise hacerle daño y, sin embargo, lo hice. Le pido perdón». Gisèle, de 71 años y sentada junto a su hija en la sala, lo escuchó impasible. 

Lionel R. insistió durante toda su declaración en que hizo lo que Dominique Pelicot le decía que hiciera: la penetró, se apartó una primera vez cuando este se lo pidió, la siguió penetrando después y, cuando la víctima se movió, se volvió a apartar para evitar que se despertara en su presencia; salió de la habitación y acabó marchándose de la casa. El principal acusado de la causa rechazó, sin embargo, este relato, el mismo que sostienen los otros hombres con los que comparte banquillo. Puntualizó que él solo indicaba lo que no había que hacer, en particular, no usar violencia y evitar despertarla. En la misma línea, su abogada, Béatrice Zavarro, criticó la actitud de Lionel R. y de los otros participantes en las agresiones, subrayando que «una violación es una violación». «Está fuera de lugar —dijo— utilizar los debates en esta sala de audiencias para dar otra definición de la violación distinta de la del Código Penal francés».

Lionel R. es uno de los 15 hombres que se sientan en el banquillo que admiten haber violado a Gisèle Pelicot; hay otros 35 que no reconocen haber cometido tal delito. Para ellos está previsto la proyección de los vídeos en los que aparecen manteniendo relaciones sexuales con la víctima y que Dominique Pelicot guardaba en un disco duro. El objetivo es confrontar las imágenes con el principal argumento de sus defensas, el de que no sabían que la mujer no había dado su consentimiento.

En el caso de Lionel R., su abogado insistió en que no se trata de cuestionar el estatuto de víctima de Gisèle Pelicot, pero sí de darse cuenta de que probablemente hubo «una mala interpretación» por parte de su cliente y de otros acusados de las propuestas que les hizo el marido, y que las cosas no ocurrieron «como lo habían imaginado».