El análisis de ADN descarta la vía gallega, pero socava su origen genovés
13 oct 2024 . Actualizado a las 11:06 h.«Colón era un judío de tomo y lomo, de cuerpo entero, en una época en la que literalmente se los estaba expulsando». Así, con esta firmeza, se expresaba Frances Albardaner, el abanderado de la teoría judía sobre el origen del descubridor del Nuevo Mundo, en los primeros compases de Colón ADN. Su verdadero origen, el documental que anoche estrenó La 1 de Televisión Española. El trabajo, que recoge la investigación que el catedrático de Medicina Legal y Forense de la Universidad de Granada, José Antonio Lorente, emprendió en el 2003 junto al historiador Marcial Castro, responde, desde luego, a las expectativas que había generado. No por lo que respecta a las, pese a todo, bien fundamentadas hipótesis gallegas, que fueron más o menos descartadas, pero sí en cuanto a la revolución que prometía a la hora de forzar la reescritura de los libros de Historia. «Tanto en el cromosoma Y como en el ADN mitocondrial de la familia Colón hay rasgos compatibles con su origen judío», le explicó el genetista granadino a Albardaner en el último tramo del largometraje, después de ir desechando una teoría tras otra a lo largo de 105 minutos de un thriller periodístico e historiográfico muy bien construido por Story Producciones, la compañía que firma su realización.
El navegante, en definitiva, pudo pertenecer a la comunidad sefardí, los judíos asentados en la península Ibérica. Una población que en el momento de su expulsión, ordenada por los reyes católicos precisamente en 1492, sumaba unas doscientas mil almas. La propia revelación, en el momento culminante del documental, se rodeó de un profundo tinte dramático, puesto que al defensor de esta teoría, que la ciencia encumbra entre las ocho que el doctor Lorente desmenuzó, se le acababa de diagnosticar una gravísima leucemia.
El catedrático granadino avanzó un paso más, que refuerza la adscripción geográfica del almirante «al Mediterráneo occidental», aunque no la concreta. Suficiente, en cualquier caso, para socavar la tesis oficialmente aceptada acerca del nacimiento de Colón en Génova. Albardaner se encargó de darle la puntilla: «De ninguna manera un Colón judío podía ser genovés, puesto que los judíos fueron expulsados de Génova a partir del siglo XII, y únicamente podían permanecer en su territorio tres días para hacer negocios».
El documental sostiene que esta conclusión explica, además, tanto la necesidad imperiosa que el navegante sentía por la ocultación de sus raíces como la facilidad con la que accedió a Fernando e Isabel: la comunidad de judíos conversos, muy cercanos a los monarcas, como el duque de Medinaceli y el prestamista Luis de Santángel, gran valedor de Colón, «que naturalmente se ayudaban y protegían entre ellos».
La mejor baza que Galicia aportaba a esta particular pugna se encarnaba en Xohán Mariño de Soutomaior, el fundador de la villa y el puerto de Vilaxoán. Su engarce en el complejo entramado colombino se daba a través de su primo, Pedro Álvarez de Soutomaior, el célebre y levantisco Pedro Madruga, quien, enfrentado a los reyes católicos, decide ir al encuentro de los monarcas para solicitar su perdón. En esas andaba cuando la parca lo sorprendió. Fallece en Alba de Tormes, en 1486, en extrañas circunstancias. Tan raro debió de ser aquello que el historiador Alfonso Philippot concluyó, cinco siglos más tarde, que en realidad el poderoso señor había fingido su propia muerte para adoptar la identidad de un misterioso navegante genovés. El mismo que seis años más tarde descubriría el Nuevo Mundo con el apoyo de Isabel y Fernando, a la fuerza magnánimos con su antiguo enemigo tras semejante ardid.
De haber sido cierto, el ADN extraído de la tumba de Cristóbal Colón en la catedral de Sevilla mostraría un nivel de coincidencia significativo con el de su pariente y coetáneo Xohán, cuyos restos descansan desde 1496 en un magnífico sepulcro, en el interior de la capilla románica de San Martiño de Sobrán (Vilagarcía de Arousa), cuyo origen se remonta al siglo XII.
Fue este sarcófago el que la catedrática de Antropología Física de la Universidad de Granada, Inmaculada Alemán, abrió junto a su equipo, coordinado por el doctor Lorente, en noviembre del 2022. Lo que la antropóloga halló, quinientos años después de haber recibido sepultura, fue un esqueleto en mejores condiciones de lo que ella mismo suponía. Aunque había sido removida —probablemente durante la ejecución de toda una serie de obras descabelladas que el templo padeció en el siglo XX—, la osamenta pertenecía a un solo individuo, un varón de unos sesenta años de edad. Algo perfectamente compatible con el perfil del personaje histórico al que se atribuye, nacido en 1445. A Granada viajaron siete fragmentos. Entre ellos, el hueso temporal, varios dientes y el fémur, que conecta la rodilla con la pelvis. El ADN de gran calidad que pudo extraerse de ellos, sin embargo, no concuerda con el de los Colón.
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En Vilaxoán el equipo trabajó a tiro fijo, por así decirlo. En Poio, en cambio, lo que se buscaba era una aguja en un pajar. La deducción era sensata. Si Colón pertenecía a una familia de mareantes, como formuló el historiador pontevedrés Celso García de la Riega, sus parientes del siglo XV necesariamente habrían sido enterrados en el cementerio antiguo del Divino Salvador. Pero en este caso no existía una figura concreta ni una tumba a las que apuntar. Así que los arqueólogos acotaron y excavaron una superficie al azar. La exhumación aportó dos piezas más: trozos de un cráneo y de una mandíbula. Ni siquiera poseían ADN analizable.
Diego Colón era primo segundo del navegante, pero no su hermano
Colón no era Pedro Madruga, pero un Colón judío no desecha necesariamente la posibilidad de que fuese gallego. Algunos estudios apuntan a que en el siglo XV entre cien y doscientas familias sefardíes vivían en Galicia. Lo que sí hace el documental es propinar otro buen zarandeo a la historiografía oficial en la figura de Diego Colón, el teórico hermano menor del descubridor. El análisis de los restos de Cristóbal y de su hijo Hernando, que fue enterrado en la catedral de Sevilla en 1593 y resultó fundamental para establecer las comparaciones, demuestra su relación paternofilial. Pero, en el caso de Diego, «existe una relación familiar, probablemente un primo segundo, pero no era su hermano», subraya Lorente.