Miguel Delibes de Castro: «Hay que desmentir los bulos que dicen que es falso el calentamiento global»

Samuel Regueira VALLADOLID / COLPISA

SOCIEDAD

Raúl Caro | EFE

El biólogo publica «Gracias a la vida», un ensayo luminoso en defensa de la naturaleza con el que también salda una deuda pendiente que tenía con su padre

21 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Frente a la literatura climática catastrofista, los libros de no ficción en clave de derrota tenebrosa o las llamadas a la acción imperativas, que apelan al miedo y a la urgencia, presenta Miguel Delibes de Castro (Valladolid, 1947) el ensayo Gracias a la vida (Destino), una deuda que salda con su padre tras veinte años de hacerse la promesa de sensibilizar aún más a quien fue pionero en la defensa de la naturaleza y la diversidad, pero que a la vez se alinea con las inquietudes y preocupaciones ecologistas de la generación Z, en un libro luminoso y en clave positiva sobre por qué dependemos de otras especies para vivir.

-¿En qué se distingue esta obra de otros textos contemporáneos sobre la naturaleza?

-He intentado que Gracias a la vida sea un libro optimista y animado, como un canto a toda vida que no es humana, que nos rodea y que hace posible nuestra existencia. La obra trata de describir todo lo que recibimos del resto de la naturaleza y por qué dependemos de ella, usando a menudo especies o seres que no son especialmente carismáticos, y quiere ser una más de las defensas a nuestro planeta, que se pueden hacer por miedo a lo que pueda ocurrir, por combatir la ignorancia hacia el mundo que nos rodea, o por un compromiso positivo con ella. Siento que este libro se alinea más con esta última visión.

-¿Por qué es importante ser más luminoso que tenebroso?

-No querría que se viera un libro en positivo como algo contrapuesto a las informaciones más agoreras, negativas o pesimistas. Yo también creo, como todas ellas, que la naturaleza está en peligro, pero percibo que la gente pueda estar un poco cansada de que se les hable siempre desde el miedo, buscando provocar una reacción. A mí me gustaría suscitar una respuesta educada, más racional, basada en el convencimiento de que el resto de seres vivos nos hacen falta, de que vivimos gracias a ellos y que debemos respetarlos, comprenderlos y sentirnos hermanados con ellos.

-Una de las tesis del libro busca combatir la idea arraigada de que hay animales buenos y malos.

-Venimos de una larga y evidente tradición cultural, donde los animales domésticos caen bien al menos a una parte muy relevante de la sociedad. Otros nos resultan especialmente bonitos en lo estético, como las flores y las mariposas, e incluso otros tienen recorrido positivo, como las golondrinas que, se decía, quitaban las espinas de la corona de Jesucristo. Yo he querido insistir en el conjunto de la naturaleza, por eso he escogido como protagonistas a hongos, lombrices o buitres, que probablemente no tienen buena imagen pero son también necesarios, como los escarabajos o los murciélagos.

-¿Por qué hay especies que no nos caen bien?

-Es difícil de decir. Los microbios, por ejemplo, son imprescindibles para nosotros; hay tantos en nuestro cuerpo como células, nos ayudan a defendernos de las agresiones, potencian nuestro sistema inmunitario, facilitan la digestión... Sin embargo, llevan la fama unos cientos de especies que son más dañinas, mientras que los positivos se dan por hecho si funcionan bien.

-En el prólogo indica que este libro es una deuda pendiente con Miguel Delibes.

-Desde 2005 le debía este libro a mi padre. Él fue un adelantado a su tiempo, muy por delante de su generación en el aprecio a la naturaleza y en el desasosiego por su destrucción, en la línea de otros como Félix Rodríguez de la Fuente. Sin embargo, no llegaba a admitir del todo que la pérdida de plantas y animales fuera trascendente para el devenir de la humanidad; admitía que era triste que desaparecieran truchas y pájaros pero no consideraba que eso afectaría a nuestra supervivencia como humanos. Cuando noté que ni siquiera él percibía esto con claridad, supe que tenía que escribir este libro.

-¿Cómo valora el compromiso climático de las nuevas generaciones?

-Pienso que se dan cuenta de que van a sufrir más ellos mismos y sus hijos. Saben que heredan una tierra menos sana que la que tuvieron sus padres y sus abuelos; por ello, son más conscientes y más contestatarios. Creo que su compromiso es algo estupendo; por un lado hay que exigir medidas con firmeza, y por otro hay que aportar información de un modo amable para que la lucha tenga más armas.

-Si jóvenes activistas ecologistas destruyeran, como llamada de atención climática, las galeradas de El camino expuestas en un museo, ¿dónde se posicionaría?

-Debemos tener en cuenta que hasta ahora nadie ha irrumpido deteriorando poco más que marcos de cuadros. Los gritos de alarma frente a estas llamadas de atención son un poco histéricos y exagerados, es evidente que no me gustaría nada que se estropeara para siempre un patrimonio cultural o de otro tipo valioso, pero debo insistir en que todas las acciones que se han hecho hasta ahora son menos duras de lo que se dice. A nivel personal, me parece poco con respecto a la preocupación que se está manifestando.

-¿Por qué prevalece ese rechazo de la sociedad frente a la concienciación climática?

-Porque estamos más educados para valorar el patrimonio cultural e histórico, incluso el económico, que el natural. Como decía antes, solemos dar por sentado que la naturaleza nos da felicidad, alegría y belleza, que se miden mal en dinero, o comida y tejido.

-¿Qué opina del repunte de los discursos negacionistas sobre el cambio climático?

-Hay que valorar muy negativamente los negacionismos de toda índole, que niegan con argumentos espurios e infantiles, incluso a veces con novelas de espías, el proceso de obtener datos, refutar hipótesis erróneas y tratar de alcanzar algo parecido a la verdad. Como investigadores, una de nuestras principales tareas es desmentir ese tipo de bulos, que dicen que las vacunas son malas, que es falso el calentamiento global o que no pasa nada porque se pierdan especies. Hay que combatir a la gente crédula que acepta cosas simplistas sin base real, pero también a aquellas voces interesadas en el éxito de estas fabulaciones, que propagan esto para que cale en personas enfadadas con el sistema y que se sienten estafadas por la realidad, el mundo, sus jefes y sus políticos; que prefieren creer cualquier cosa antes que aceptar la verdad.