Cadena perpetua para un depredador sexual irlandés que abusaba de menores en internet

lourdes gómez LONDRES / COLPISA

SOCIEDAD

Se hacía pasar por mujer hasta tener material con que chantajearlas. Se confirmaron al menos 70 casos, y una pequeña de 12 años se suicidó durante una conversación con él

25 oct 2024 . Actualizado a las 21:30 h.

 Alexander McCartney, norirlandés de 24 años, fue condenado este viernes a cadena perpetua por abuso sexual y chantaje a menores, a quienes engañaba sobre su identidad para establecer contacto online. El juez John O' Hara, del tribunal penal de Belfast, impuso un mínimo de veinte años de prisión al que se considera el más prolífico criminal de esta técnica, conocida como catfish.

McCartney fingía ser mujer al contactar con sus víctimas a través de aplicaciones de mensajería móvil, particularmente Snapchat. Se ganaba la confianza de niñas de entre 10 y 16 años antes de pedirles que compartieran fotografías en posturas y actitudes comprometidas. Una vez enviada la imagen les revelaba el engaño y procedía a una campaña «sádica» y «horrible» de chantajes y abuso sexual con consecuencias «catastróficas».

Una de sus víctimas, Cimarron Thomas, de 12 años, se quitó la vida en su casa del oeste de Virginia, en Estados Unidos, durante la conversación online con el encubierto pedófilo y estudiante de informática, que operaba desde el domicilio familiar en Newry (Irlanda del Norte). El detective encargado del caso, Eamonn Corrigon, explicó cómo la pequeña había suplicado al acusado que dejara de amenazarla y le había advertido de que se pegaría un tiro si difundía las fotos explícitas. «McCartney respondió que no le importaba en absoluto y se puso a contar hasta diez. La niña se mató. Su padre se suicidó meses después sin saber qué había llevado a su hija a quitarse la vida», rememoró este agente.

Sin descanso

El acusado aceptó su responsabilidad en el homicidio de Thomas pese a que ocurrió al otro lado del Atlántico. Su radar de acción era amplio y funcionaba sin aparentes descansos horarios desde el sinfín de ordenadores, tabletas y teléfonos móviles que le confiscaron en su dormitorio cuando fue detenido en 2016. Después pasó unos años en libertad condicional, pero volvió a delinquir antes de ser encerrado definitivamente en 2019.

McCartney abusó de unas 3.500 jóvenes en el Reino Unido y el resto de Europa así como en EE UU, Australia y Nueva Zelanda, según la investigación policial. No todas pudieron ser identificadas antes del procedimiento. En total, se le responsabilizaron de 185 cargos y 70 víctimas. «No se conoce un caso semejante en el que el imputado ha utilizado las redes sociales a escala industrial para infligir un daño tan horrible y catastrófico a chicas jóvenes», señaló el juez al dictar condena. El magistrado apenas atendió los posibles atenuantes en favor de un depredador en serie que, según dijo, no dio muestra de arrepentimiento, pasó por alto las «numerosas oportunidades» que tuvo para poner fin a sus manipulaciones e «ignoró las súplicas de misericordia» de las menores.

La Policía de Irlanda del Norte lanzó un mensaje a los menores sobre el peligro que supone establecer comunicación online con desconocidos. McCartney eligió con frecuencia a jóvenes particularmente vulnerables que, de acuerdo con el magistrado, probablemente sufren hoy las secuelas de los engaños y los abusos, ya sea en forma de depresión, ansiedad, agobio, vergüenza o pérdida de confianza y dificultad para creer a otras personas.