Los pacientes participan en talleres de música, teatro y cine gracias a la Fundación SGAE
06 nov 2024 . Actualizado a las 12:20 h.Vecino del barrio coruñés de Labañou y ahora en un piso protegido, Matías Márquez, de 45 años, fue interno del psiquiátrico de Conxo, un hospital de otro tiempo, que desprende un aire decrépito y que parece vivir en una eterna reforma. Es un paciente esquizofrénico compensado. Mientras algunos enfermos se pasean ensimismados, con aire de derrota, como si regresasen exhaustos de una batalla lejana, Matías explica con satisfacción todo lo que ha aprendido en el taller audiovisual, uno de los ciclos formativos que promueve la Fundación SGAE dentro del programa escuela social Barraca XXI, que se desarrolla en siete ciudades de España. «Aprendimos montaje, grabación, cómo organizar un diálogo, los tipos de enfoque», detalla Matías, que fue el que dirigió el vídeo promocional del taller. «Llevo muchos años entrando y saliendo, y cuando me explicaron que la filmación tenía que ser de horror y de risa, dije: ‘¡Joder, pero si esto es lo que pasa aquí!'», exclama. A su lado sonríen Carlos Santiago, que lleva el programa de la Fundación SGAE, y Carlos Ares, encargado del ciclo de cine que empieza esta noche y que lleva por título Noites de cine e lúa y cuyo lema es Vinde ao festival de cine de Conxo, que non mordemos. Un spot en el que han participado los tres talleres artísticos en funcionamiento en el hospital (audiovisual, teatro y música) gracias al trabajo de Javi Camino, Sara Varela, Victoria Teijeiro, Marta Pérez, Nacho Muñoz y Marián Romero. En el vídeo se ve a los pacientes descendiendo por la escalera del lucernario del viejo sanatorio.
Un lugar que pelea contra el estigma, marcado por el olvido, pero en el que, poco a poco, están empezando a cambiar las cosas. Y en el que se trabaja para que los pacientes se sientan partícipes de algo. Pocos saben que el psiquiátrico de Conxo, fundado a finales del siglo XIX, fue hasta la década de los setenta del pasado siglo un centro en el que había enfermos de primera y de segunda clase, a los que se les proporcionaba un servicio diferente en función de lo que pagasen. Eso marcaba el número de comidas diarias y el tipo de estancia en el que se alojaban, como si fuesen los camarotes del Titanic. En manos del Sergas desde la década de los noventa, el centro se halla ahora en obras. Sus viejas instalaciones no están a la altura de lo que se espera de un sanatorio de esta índole en pleno siglo XXI. De eso ya ha hablado varias veces el Valedor do Pobo.
En Conxo ya no se ingresa a nuevos pacientes y el objetivo es que haya un mayor número de enfermos que, una vez compensados, puedan empezar a normalizar su vida fuera. «Este tipo de talleres teñen incidencia en tres aspectos; primeiro, de xeito individual nos doentes, porque pon en marcha o rexistro imaxinario das persoas; segundo, incide en nós, nos traballadores, de poñernos tamén baixo esa mirada desde o mundo da arte, e nos coloca no paradigma da creación, saíndo da rutina para avanzar na rehabilitación; e, por último, é moi positivo para a propia imaxe do hospital, ao abrilo e meter vida de fóra», explica Ramón Area Carracedo, especialista y responsable de calidad el centro.
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Este psiquiatra pone el foco en que es importante ser precisos con el lenguaje a la hora de referirse a la realidad de las personas que padecen enfermedades mentales. «Os manicomios non son os edificios, as estruturas, manicomios son os discursos de abordaxe de tratamento dos pacientes, baseados no control, na vixianza e na orde de pacientes psicóticos: pode haber un manicomio eiquí como pode habelo na planta dun hospital xeral moi moderno», insiste. Por eso Ramón Area pone el foco en las prácticas que se hacen con los pacientes, en la filosofía asistencial, y le otorga un valor especial a los talleres culturales, como una forma de alejar Conxo de esa imagen sórdida y anacrónica de enfermos incontrolables que necesitan estar encerrados.
Ramón Area, irónicamente, recuerda que Conxo debe ser el lugar de la geografía gallega en el que ha habido más intentos de reforma en los últimos años. Y asegura que lo más importante es persistir en los trabajos y llevarlos a cabo, lo que exige una considerable dosis de esfuerzo sostenida en el tiempo. «Hai un montón de xente que está intentando que cambie isto, pero non hai que pensar en chegar a un capítulo final», asegura.