Móviles y adolescentes: «La generación ansiosa», el libro que hizo saltar las alarmas

María Viñas Sanmartín
maría viñas REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

iStock

La tesis del superventas de Jonathan Haidt, que culpa a las redes de la epidemia de salud mental juvenil, ha intensificado el debate. Los gobiernos ya han empezado a movilizarse: Australia aprobó esta semana la primera ley que prohíbe el acceso a las plataformas a los menores de 16

01 dic 2024 . Actualizado a las 10:27 h.

Sostiene el psicólogo social Jonathan Haidt (Nueva York, 1963) que los jóvenes de hoy —concretamente los nacidos a partir de 1995— son «productos dañados de un cambio masivo en la cultura de la infancia». Hijos de padres temerosos y sobreprotectores, se criaron bajo la supervisión casi constante de los adultos y suponen la primera cohorte que atravesó la adolescencia con un teléfono inteligente permanentemente en la mano. ¿Qué supone esto? Que han dado forma a sus identidades en un universo «no regulado y mal entendido», el de las redes sociales. La combinación tóxica de «sobreprotección en el mundo real e infraprotección en el virtual» los volvió «superansiosos», concluye el célebre pensador en su último libro, La generación ansiosa, publicado la pasada primavera en Estados Unidos. En cuestión de días, escaló a los puestos más altos de la lista de los títulos más vendidos, donde durante semanas se mantuvo, polémico, avivando el debate. Su planteamiento ha hecho saltar las alarmas como nunca antes habían saltado.

la gran reconfiguración

La teoría. Expone Haidt en su tratado que «el ecosistema de las redes sociales basado en el smartphone y los selfis surgió en el 2012, con la adquisición de Instagram por parte de Facebook tras la introducción de la cámara frontal». Para entonces, continúa, muchas quinceañeras tuvieron la sensación de que «todo el mundo» tenía un iPhone y una cuenta en la red social fotográfica, y que todos se comparaban con los demás. En los años siguientes, este ecosistema se hizo aún más atractivo con la incorporación de potentes filtros y software de edición. Tanto si utilizaban estos efectos como si no, lo que veían las niñas y adolescentes al mirarse al espejo era cada vez menos atractivo en comparación con lo que veían en su teléfono. Los chicos, por su parte, se adentraron más en el mundo de los videojuegos multijugador, en YouTube, Reddit y en la pornografía dura —describe el experto—, todo ello disponible en cualquier momento y lugar, gratis y directamente en sus teléfonos. Con tantas actividades virtuales nuevas y excitantes, muchos menores (y adultos) perdieron la capacidad de estar plenamente presentes con las personas de su alrededor, lo que alteró por completo las relaciones sociales, incluso las de quienes no utilizaba estas plataformas. Por todo esto, el psicólogo se refiere al período 2010-2015 como el de La Gran Reconfiguración de la Infancia: los patrones sociales, los modelos de conducta y las emociones experimentaron «una reestructuración radical». «La vida cotidiana, la conciencia y las relaciones de los niños de 13 años que en el 2013 tenían un iPhone eran profundamente distintas a las de los niños de 13 del 2007, con móviles básicos».

los datos

Preocupante aumento de la depresión, la ansiedad, las autolesiones y los suicidios. Para sustentar su tesis, Haidt se respalda en los datos, en que entre el 2010 y el 2021, la depresión aumentó entre las chicas un 145 % y entre los chicos, un 161 %. También se incrementaron significativamente los trastornos de ansiedad, las autolesiones y los suicidios. Los más críticos con su postura advierten de que el experto retuerce a su antojo las cifras; la lógica, avisan, está sesgada: culpar únicamente a los dispositivos simplifica demasiado el problema. No hay evidencia científica; la correlación, dicen, no implica causalidad. «No existen respuestas simples —objeta la profesora de psicología de la Universidad de California, Candice Odgers, en un artículo publicado en la revista Nature—. La aparición y el desarrollo de trastornos mentales están impulsados por un conjunto complejo de factores genéticos y ambientales». Tampoco comulga el profesor de psicología de la Universidad Stetson (Florida) Christopher Ferguson, que en declaraciones a la NBC acusa a Haidt de fomentar un pánico moral que recuerda al debate sobre los videojuegos y la violencia real.

los niños no están bien

Cuatro daños. Haidt, sin embargo, es tozudo: el tiempo que los menores pasan en las pantallas es tiempo que no pasan interactuando en persona, y esta dinámica —insiste— les sume en un aislamiento que induce a la depresión, fragmenta la atención, les priva de sueño y les hace adictos a las descargas de dopamina de los «Me Gusta», los retuits y los comentarios. «La Z se convirtió en la primera generación de la historia en recorrer la pubertad con un portal en el bolsillo que le alejaba de la gente cercana y le llevaba a un universo alternativo y emocionante, pero también adictivo, inestable e inadecuado para niños y adolescentes».

problema estructural

Los culpa no es de los padres. La generación ansiosa arranca compartiendo impresiones de padres que «sienten que han perdido a sus hijos», completamente absortos en la tecnología. No es inocente este preámbulo, porque, aunque hay grises, lo contrario a prohibir es vigilar, limitar y educar, y Haidt ve esta estrategia frustrante e improductiva. ¿Se puede ir a contracorriente en un mundo «reconfigurado a sí mismo para que cualquier padre que se resista esté condenando a sus hijos al aislamiento social»?, se pregunta. Solo si se actúa colectivamente, resuelve. Y he aquí su solución, el resorte que ha puesto a andar a los que mandan. Tal y como lo ve el psicólogo, puede que para algunos adolescentes haya pequeños beneficios en usar las redes, pero palidecen frente a sus consecuencias nocivas y, liberando de la responsabilidad a las familias, defiende que el problema es colectivo y estructural, y que así debe ser abordado.

qué hay que hacer

Límites de edad. La propuesta del libro se sustenta en cuatro patas básicas: nada de móvil antes de los 14 años, nada de redes sociales antes de los 16, nada de teléfonos móviles en los colegios y más independencia y juego libre en el mundo real.

Australia reconoce que la aplicación de su ley de redes sociales no será perfecta

El Senado australiano dio luz verde esta semana a la primera ley del mundo que prohibirá el acceso a las redes sociales a los menores de 16 años. La norma establece multas de hasta 30 millones a las plataformas que la infrinjan, no contempla excepciones por consentimiento parental y entrará en vigor el año que viene. «No sostenemos que su aplicación vaya a ser perfecta, del mismo modo que la prohibición del alcohol a los menores de 18 no significa que nunca tengan acceso a él, pero sabemos que es lo correcto», admitió el viernes el primer ministro australiano, Anthony Albanese.

Para determinar la tecnología más adecuada para la verificación de edad, las autoridades australianas iniciarán en breve un período de colaboración con compañías como Facebook, Instagram y TikTok, que recelan de la «acelerada aprobación» de la ley. No son las únicas que no están convencidas de dar este paso. Jonathon Hutchinson, catedrático en Medios y Comunicación de la Universidad de Sídney, cree que la prohibición solo motivará a los jóvenes a «adentrarse en los espacios más oscuros y no moderados de internet». «La reacción precipitada de la política ha provocado el caos en la industria y ha enfurecido a los usuarios», observa.

Desde la Plataforma de Impacto del Cambio Social de la Universidad RMIT, en Melbourne, advierten además de que la ley obligará a comprobar las edades de todos los usuarios, no solamente de los menores de 16 años, lo que supone un enorme reto logístico y tecnológico.