El equipo de una investigadora gallega identifica una proteína clave para «quemar» la grasa

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Beatriz Cicuéndez, Guadalupe Sabio, Marta León y Cintia Folgueira (de izquierda a derecha)
Beatriz Cicuéndez, Guadalupe Sabio, Marta León y Cintia Folgueira (de izquierda a derecha) Laura M. Lombardía / CNIO

El grupo de científicas liderado por Guadalupe Sabio y por la lucense Cintia Folgueira protagoniza un hallazgo lleno de posibilidades para luchar contra la obesidad y otras enfermedades metabólicas

13 ene 2025 . Actualizado a las 18:31 h.

El equipo de investigadoras que encabeza la lucense Cintia Folgueira, de la mano de la bioquímica extremeña Guadalupe Sabio, empieza el año igual que acabó el pasado: con una publicación científica más que relevante relacionada con el funcionamiento del metabolismo humano y con grandes potencialidades en la lucha contra la obesidad. Si en el mes de octubre anunciaban en la revista Science Advanced como determinados niveles de unas proteínas concretas activan las ganas de hacer ejercicio, ahora acaban de publicar en Nature Communications la identificación de una proteína presente en las mitocondrias, llamada MCJ, que controla el proceso por el cual se quema la grasa parda para convertirla en calor. Con lo que si ellas u otros equipos científicos lograsen desarrollar una terapia capaz de bloquearla, sin generar efectos secundarios graves, habrían dado un paso adelante gigantesco contra la obesidad.

La grasa, o tejido adiposo, es fundamentalmente de dos tipos: blanca o parda. La blanca almacena energía y la parda es la responsable de la termogénesis, la producción de calor. De hecho, adquiere ese tono marrón porque concentra mayor número de mitocondrias, que son los orgánulos de la célula que producen energía. Por eso existe tanto interés en el estudio de la grasa parda, porque distintos artículos han apuntado los beneficios que tendría activarla. «Desde hace tiempo se piensa que se podría prevenir la obesidad consiguiendo que esta grasa gaste más energía al generar calor. Así que lo primero es entender su funcionamiento. Descubrir nuevos mecanismos de producción de calor en la grasa parda es una de las dianas más interesantes en el estudio de la obesidad», apunta Guadalupe Sabio, jefa del grupo de interacción entre las enfermedades metabólicas del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).

Ratones y trasplantes de grasa

Puesto que en la obesidad intervienen dos factores: la ingesta excesiva de alimentos y un gasto energético insuficiente, estas científicas han decidido focalizar sus esfuerzos en el segundo de los factores. En este caso concreto, como desgrana Cintia Folgueira, que además de en el CNIO trabaja para el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), han utilizado dos procedimientos. Por una parte, observaron que los ratones genéticamente modificados para eliminarles esa proteína MCJ «eran capaces de reducir el peso corporal y aumentar el gasto energético». Además, por otro lado, comprobaron que cogiendo a un ratón normal y trasplantándole la grasa parda de otro que no tiene la citada proteína ocurre lo mismo, también baja de peso.

«Lo que se ha visto es que la activación de la grasa parda es muy beneficiosa porque genera calor. Entonces, lo que se busca es conocer qué proteínas o que alteraciones —por ejemplo el frío es una de ellas— hacen que se active. Nosotros buscamos en las mitocondrias, que son los órganos donde se está produciendo esa energía, y damos con esta proteína, que al modificarla es cuando se ven los efectos», resume Folgueira, que lo explica de una manera todavía más didáctica. «La novedad [de su investigación] es que, además de la ruta que se sabía hasta ahora para activar la termogénesis hay más. Existen mecanismos alternativos y nosotros presentamos uno nuevo», aclara la investigadora.

«Esta vía provoca un aumento del consumo de grasas, azúcares y proteínas, lo que se conoce como catabolismo», detalla Beatriz Cicuéndez, primera autora del artículo.

Obviamente, estos hipotéticos beneficios para convertirlos en una terapia hay que casarlos con que la eliminación de la proteína MCJ no afecte a otros órganos, tejidos o mecanismos. En este caso —aclara Folgueiras— ya han comprobado que los ratones viven lo mismo que el resto, no pierden masa muscular y tampoco presentan daños en el corazón. Pero «hay que ver qué otras consecuencias podrían sufrir a largo plazo», concluye la científica lucense.