La aguas que rodean España se calientan un 67 % más rápido que la media global

Iago Castro-Pérez REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Oleaje bravo en la costa de Laxe.
Oleaje bravo en la costa de Laxe. ANA GARCÍA

La tasa de aumento de su temperatura se sitúa en 0,25 grados por década, frente a los 0,15 grados a nivel mundial

19 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El calentamiento global está siendo evidente en todo el mundo, tal y como indica el último informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que expone que el 2024 fue el año más caluroso en tierra y mar, con grandes pérdidas en la masa glaciar a nivel mundial. Sin embargo, esta situación es especialmente sensible en España, donde el estudio CLIVAR-Spain, presentado este martes en Madrid, refleja como las aguas que rodean al país se está calentando con una tasa por década de 0,25 grados. Es decir, que lo hacen un 67 % más rápido que la tasa media global, situada en 0,15 grados por década.

Armand Hernández, investigador Ramón y Cajal del Centro Interdisciplinar de Química y Biología (CICA) de la Universidade da Coruña, explica que esto sucede debido a la situación geográfica del país. «En las zonas por encima de los trópicos, sobre todo, suele haber un gradiente de temperatura. Donde ya las temperaturas eran altas, el incremento es menor, pero la península ibérica está en una zona intermedia. Es una zona extratropical, pero también se ve afectada por esa subida acusada de las temperaturas», explica el edafólogo.

Hernández indica que las zonas más afectadas por el aumento de las temperaturas en el mar dentro de territorio español son las zonas de la cuenca del Mediterráneo, donde se sitúa una de las dos zonas bioclimáticas en las que se divide la Península. En la otra, la eurosiberiana (en la mitad norte), el aumento de las temperaturas está siendo menor, tal y como asegura el experto.

Este aumento, para el investigador del CICA, viene provocado por el aumento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, «principalmente del dióxido de carbono y también metano». Según el informe a nivel mundial de la OMM, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera habría aumentado en el 2024 hasta el 151 % con respecto a la era preindustrial, media del año 1850 al 1900.

Aumento de los eventos climáticos extremos

Y el cambio climático está afectando también al tiempo atmosférico, provocando eventos climáticos extremos de forma más habitual, como la dana que arrasó Valencia en octubre del año pasado. Armand Hernández explica que la clave es entender el proceso de aumento de la temperatura como «un balance de energía». Es decir, que la energía que entra en la Tierra desde el Sol, es devuelta al exterior a través de la atmósfera.

El problema está en el efecto invernadero debido a la acumulación de gases como el dióxido de carbono, que hace que está energía se quede «atrapada en la atmósfera». Esto provoca que este más caliente y, por tanto, sea «capaz de almacenar más humedad». El experto explica que debido a esto, hay menos episodios de precipitaciones, pero que, «cuando llueve hay más cantidad de agua para precipitar». Esto se traduce en épocas de sequía más prolongadas, pero episodios de lluvia con mayor fuerza.

Pérdida de glaciares 

El cambio climático también está provocando una pérdida de los glaciares españoles. En la península ibérica estas masas de hielo se limitaban a las zonas de alta montaña, como los Pirineos o Sierra Nevada. El informe de CLIVAR-Spain indica como desde el 1850, cuando había 52 glaciares inventariados, se han reducido hasta 21 a fecha del 2016. Además, con las pérdidas de hielo de las que aún sobreviven, se traduce en una pérdida de superficie del 90 %.

Armand Hernández, investigador del CICA, indica que en las últimas décadas, y hasta el 2020, «la superficie de los glaciares en los Pirineos ya es menos de 230 hectáreas» y que en algunas de estas masas de hielo la pérdida de su espesor ha sido de entre seis y ocho metros. «Es una pérdida muy acusada. Nos vamos a quedar sin glaciares en un breve período de tiempo», ha exclamado el experto.

Esta pérdida, en un país como España, cuya reserva hídrica no depende principalmente de los glaciales, los peligros del deshielo pueden pasar por el riesgo de inundaciones. Si la pérdida de hielo es mayor del que estaba previsto, las presas pueden no soportar la cantidad de agua excedente. También puede provocar cambios en los ecosistemas que dependen de los glaciares, que «se van a mover con ese glaciar si tiene un retroceso y cada vez se van a ver más reducidos», desarrolla Hernández.

Además, explica que su pérdida transforma radicalmente el paisaje —lo que puede también afectar al turismo en zonas de montaña— y puede provocar deslizamientos de tierra o avalanchas. Y es que «cuando el glaciar se va encogiendo, deja barro y fango, vertientes inestables que antes estaban sujetas por ese hielo», lo que pueden provocar desprender rocas que antes estaban sujetas por el hielo.

Y otras de las principales consecuencias de este suceso es el aumento del nivel del mar, que el investigador destaca como uno de los principales peligros hacia población y que puede traducirse en inundaciones en zonas de costa.