En 1952, se obligó a pasteurizar el producto en las ciudades
21 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.La Galicia y la España de los años cincuenta luchaban por dejar atrás años de penuria vividos tras la Guerra Civil. En los cuarenta, años marcados por la autarquía de la primera etapa del régimen franquista, surgieron algunos proyectos que serían decisivos para la industria agroalimentaria y para la ganadería. En 1947, en Vigo, se crea Lacto Agrícola Rodríguez (Larsa), firma destinada a la pasteurización que pronto ampliaría su actividad con una fábrica en Vilagarcía de Arousa.
A comienzos de los años cincuenta las competencias de sanidad dependían del Ministerio de Gobernación. Ese departamento y el de Agricultura elaboraron en 1952 una orden cuyo reglamento fijaba las condiciones de la leche destinada al consumo público, así como de las centrales lecheras que la distribuirían.
Aunque parezca extraño analizado con la perspectiva actual, a principios del siglo XX se acordó una definición de leche. El Ministerio de Sanidad recoge en su página web que en 1908, en el Congreso para la Represión de los Fraudes celebrado en Ginebra (Suiza), se había aprobado lo siguiente: «La leche es el producto íntegro del ordeño completo e ininterrumpido de una hembra lechera sana, bien alimentada y no fatigada. Ha de ser recogida higiénicamente y no debe contener calostro». El calostro es la primera leche que da la vaca una vez parida.
La decisión gubernamental de 1952 imponía el deber de pasteurizar y de envasar la leche que se distribuyese en poblaciones de más de 25.000 habitantes. Aunque la orden tardó años en materializarse, el mercado estaba llamado a cambiar, y los cántaros de las lecheras, destinados a resistir unas pocas décadas fuera de las grandes ciudades ante el empuje de bolsas y de botellas.
Concesiones
Larsa se hizo con el abastecimiento de leche a Vigo; las cooperativas de A Coruña impulsaron la marca Leyma; en Ourense se constituyó la Unión Territorial de Cooperativas del Campo (Uteco), y en Lugo se creó la empresa Complejo de Industrias Lácteas de Lugo S.A. (Complesa). Las empresas operaban con un sistema de concesión, muy alejado de los vaivenes que el sector lácteo gallego vivió en este siglo, y la creación estaba también muy lejos de los gigantes del sector que, por otro lado, ya estaban presentes en Galicia.
Una planta como la de Complesa —levantada en Nadela (Lugo, al lado de la carretera N-6— se formó con las aportaciones de 6.000 productores gallegos, que desembolsaron 63 millones de pesetas, logrados con un préstamo que les dio el Banco de Crédito Agrícola. La presencia de capital extranjero en la industria láctea de Galicia no era en los años cincuenta algo desconocido. En 1939, en Pontecesures, se constituyó Industria Lechera Peninsular SA (Ilepsa), propiedad de Nestlé.
La compañía multinacional sigue presente en ese municipio pontevedrés, en donde especializó la planta en la producción de leche condensada, y en 1973 se estableció en Vilalba: en la capital chairega compró una quesería que era de la firma Massanés y Grau y que en los ochenta vendió a Besnier, nombre de entonces de la actual Lactalis.
Lo que ocurría en Galicia tenía lugar también en el resto de España. La Unión Vinícola Industria, con sede en Granada, creó Uniasa y logró la concesión de la central lechera para la capital de la provincia: a finales de los 50 surgía Puleva, marca aún presente en el mercado. En 1967 se fundó la Central Lechera Asturiana, promovida por ganaderos que se habían unido bajo una figura jurídica creada décadas atrás, el Grupo Sindical de Colonización.
La Central Lechera Asturiana, que hoy controla el grupo Corporación Alimentaria Peñasanta (Capsa), se haría particularmente conocida años después por introducir en el mercado la botella de plástico. En Valladolid, a finales de los cincuenta, se creó la Central Lechera Vallisoletana. La firma, que envasó la leche Lauki, pasó a finales del siglo pasado a manos de un grupo francés, Sodiber; a principios de este siglo fue adquirida por Lactalis, que en el 2016 decidió cerrar la planta de la capital castellanoleonesa. Tampoco el País Vasco estuvo al margen del proceso, y en 1953 se formó la Cooperativa de Productores de Leche de Vizcaya, origen de la Central Lechera Beyena, que se integró décadas después en Iparlat.
Precio regulado
Las centrales lecheras controlaban el mercado donde distribuían su producto, pero con el precio de venta regulado. Un reglamento de 1966 derogó la orden de 1952 y un decreto de 1964, y dividió la leche en dos categorías, de consumo inmediato (natural, certificada, higienizada y concentrada) y conservada.
Hubo otras normas posteriores, aunque la principal transformación, no solo legal, llegó en los años 80, al ingresar España en las instituciones de la Europa comunitaria. Aumentó la presencia de leche y de productos derivados en tiendas y en supermercados, y los movimientos empresariales empezaron hasta acelerarse. Por ejemplo, Complesa fue vendida a Puleva, que hoy está en manos de Lactalis. También Leyma fue adquirida por Puleva, pero en este siglo fue adquirida por Leche Río. Los cántaros ya habían pasado definitivamente a los museos etnográficos.
Coren fue elegida para exportar a Portugal en 1972
A finales de 1972, en Portugal hubo un déficit de producción de leche. El gobierno vecino solicitó al español la importación de 50.000 litros diarios de leche cruda. Sin embargo, los primeros envíos no cumplían la estricta normativa sanitaria del país luso y los rechazaron. Una junta de productos pecuarios de Portugal se trasladó a Ourense, donde mantuvo contactos con la gerencia de Coren-Uteco. Se contrató el envío de tres millones de litros, 20.000 diarios. Las pruebas de calidad y sanidad exigidas por Portugal se superaron con creces.