Luis Planas, un negociador con mano en Bruselas que ve el sector primario desde la barrera
SOMOS AGRO
El valenciano repite como ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación en el Gobierno de Sánchez
21 nov 2023 . Actualizado a las 10:22 h.Dicen que a Luis Planas (Valencia, 1952) le gusta pasear entre olivos para desconectar. Y fue precisamente en el campo donde recibió en el 2018 la llamada de Pedro Sánchez para proponerle ser ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación. El ahora reelegido presidente necesitaba entonces un Ejecutivo técnico capaz de sacar adelante políticas fundamentales para la economía del país. Justo en el caso de la agricultura y la pesca precisaba a alguien a quien no le temblara la mano a la hora de negociar en Bruselas cuestiones tan importantes para el futuro de la agricultura, la ganadería o la pesca como la política agraria común (PAC) o la Europa Azul, como se conoce a la política común de pesca (PPC).
Lo que no sabían ni uno ni otro es que llegaría una pandemia que trastocaría la hoja de ruta de un ministro que tomó la cartera con la lección aprendida. Y después de la pandemia también llegaron la guerra de Ucrania y la sequía, las vedas a las artes de fondo, los ataques al arrastre, las limitaciones a la pesca de tiburones..., factores que convirtieron el departamento de Planas en un campo de minas que el ministro trató de esquivar lo mejor que pudo. No le tembló tampoco la mano a la hora de parar los pies a algún socio de Gobierno como cuando dijo que los «políticos no estamos para crear problemas» en relación a la polémica suscitada tras las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre el consumo de carne. Más indulgente fue con la vicepresidenta Teresa Ribera, que pintó con su verde señales prohibidas en áreas de la economía azul que correspondían a Planas, como cuando recortó las posibilidades de comercializar el marraxo que la flota estaba autorizada a pescar y colapsó los frigoríficos con mercancía o cuando acotó para los molinos marinos áreas en las que hay importantes caladeros de pesca.
Como buen diplomático —fue embajador en Marruecos, donde conoció a Pedro Sánchez—, mantiene un perfil plano ante cualquier cambio conflictivo y, de ese modo, como una hormiga, fue logrando sus objetivos en la UE. Aprendió de Pedro Solbes con quien trabajó en Bruselas, aunque este inspector de Trabajo ya había comenzado a bregarse en política europea a finales de los ochenta, cuando accedió a la Cámara comunitaria como diputado e incluso fue miembro fundador en 1990 del Transatlantic Policy Network, una entidad que promueve la cooperación entre Estados Unidos y la UE.
Por eso, cuando se trata de tocar a las puertas de Europa sabe cuándo y a quién hay que llamar. Le ayudan sus contactos, hablar inglés, francés, italiano, catalán y algo de alemán, su carácter dialogante, su don de gentes y su empeño en sacar adelante causas que usa como bandera. Ahora que España ostenta la presidencia de la UE se ha marcado entre sus deberes, por ejemplo, sacar adelante la norma sobre el uso de las nuevas tecnologías de edición genética en el sector agroalimentario como fórmula para garantizar la soberanía alimentaria.
A lo largo de estos años al frente de la cartera de Agricultura, Pesca y Alimentación se ha ganado el respeto de un sector, el primario, que aunque reconoce su valía como negociador ante Bruselas en cuestiones tan importantes para el futuro de la agricultura, la ganadería o la pesca como la política agraria común (PAC) o la PPC echa en falta tener con él un hilo directo más allá de reuniones programadas para conocer la realidad del campo o el mar. Desde Galicia también le critican su apuesta por la España mediterránea —fue consejero de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía antes de retar a Susana Díaz en unas primarias a las que no pudo concurrir por no haber logrado los avales requeridos— frente a las comunidades del norte, algo que dicen se ha visto reflejado en el diseño del Plan Estratégico Nacional de la PAC. Hablan en concreto de los ecorregímenes —medidas para mejorar el medio ambiente que los agricultores y ganaderos pueden adoptar de forma voluntaria y por las que reciben una prima de Bruselas— porque no se adaptan a la realidad de Galicia, algo que también le han criticado desde el Gobierno autonómico.
El campo, que no descansa, le pone también muchos deberes. Los más urgentes: un plan para frenar la enfermedad hemorrágica epizóotica y la bajada del IVA de la carne. Eso mismo reclaman desde el sector pesquero, que no entiende tanta reticencia a implantar una «fiscalidad saludable». Máxime cuando Planas presume de que lo primero que hizo cuando asumió el ministerio fue comprometerse en Conxemar a promocionar el consumo de estos productos y lo cumplió.