La industria gallega advierte que la escasez de producto de calidad frena sus planes de comercialización y anima a promover nuevas plantaciones

maría Cedrón

El sector de la castaña en Galicia vive una situación paradójica. Con una de las industrias de procesado más potentes de Europa, junto con Italia y Portugal, y liderando la producción en España, empieza a ver con temor el futuro debido. Y eso porque no hay castaña de calidad suficiente para surtir la demanda de su industria. «Para comercializar Galicia necesita máis de 25 millóns de quilos ao ano e neste momento non chegamos aos 15 millóns. A diferenza hai que traela de fóra», explica Jesús Quintá, el gerente de Alibós, una compañía de Monterroso dedicada al pelado industrial de castaña y presidente de la Indicación Xeográfica Protexida (IXP) Castaña de Galicia.

Aunque la avispilla -plaga contra la que Medio Rural ha emprendido una cruzada biológica con la suelta periódica de un ejército de Torymus Sinensis, guerra que este año le costará unos 2,2 millones de euros- está detrás de la merma de unas cosechas que hasta su irrupción rondaban los 20 millones de kilos anuales con un valor estimado comercializado que superaba los 50 millones de euros, son otros los factores que suman en una ecuación que, de no actuar, podría cerrar el grifo de un negocio muy rentable para el rural gallego. «Hai moitos produtores moi pequenos e a poboación está moi envellecida. Habería que reconverter o sector como se fixo co viño porque ao final nos soutos hai moitas variedades de castaña que levan medrando de xeito mesturado dende hai máis de cincuenta anos. A poboación recóllea dos soutos, pero non os atenden o resto do ano. Iso ten que cambiar», explica Quintá. Y como él también opina el gerente de Castañas Naiciña, Miguel Areán, quien tiene muy claro que «aínda que temos moito mercado, non podemos facer plans de comercialización porque non temos produto de calidade para poder responder».

Porque aunque en Galicia existen unas 81 variedades, hay ocho seleccionadas en Lourizán que tienen un alto valor y demanda en el mercado internacional. Son la Amarelante, Famosa, Garrida, Longal, Negral, De Parede, Ventura y la Xudía

Más de un 90 % de la producción de Alibós por ejemplo, va a parar, pelada y congelada, a más de 17 países de todo el mundo. Desde Japón, el mayor consumidor mundial, al Reino Unido, Bélgica, China o Turquía. Y para eso se requiere mucha calidad. Ahí no valen los sacos mezclados con distintas variedades de fruto, cada uno de su calibre.

«De ter produto de calidade, todos xuntos, poderiamos desbancar aos nosos grandes competidores en Europa, que son Italia e Francia»

Desde el sector urgen el apoyo de la Administración a nuevas plantaciones bien gestionadas y ordenadas para no perder un tren al que han comenzado a subirse comunidades como Extremadura o en el que viaja desde hace 40 años Portugal. Y, cómo no, animan a los dueños del monte a pensar en el castaño como una opción con mucho futuro por su alto rendimiento económico cuando su cultivo se realiza de un modo profesional. «De ter produto de calidade, todos xuntos, poderiamos desbancar aos nosos grandes competidores en Europa, que son Italia e Francia», dice Miguel Areán.

En este sentido, el Plan Forestal de Galicia, que establece una proyección del monte gallego para el período 2021-2040, marca dos objetivos a 20 años. Por un lado, quiere recuperar 8.000 hectáreas de soutos tradicionales, unas masas con un alto valor medioambiental, etnológico y turístico. Por otro, plantar 16.000 hectáreas, tanto para la producción de castaña como para la generación de madera.

Además, la Consellería de Medio Rural trabaja en la creación de una Unidade de Soutos, cuya labor será la gestión de este recurso, diferenciando los tradicionales de las nuevas plantaciones una vez se cuente con los primeros datos del Inventario Forestal Continuo, ahora en elaboración. Pero desde el sector dejan claro también que hay que tener muy claro que «non se pode mesturar a produción de castaña coa de madeira e, ademais, para que unha plantación de castiñeiros sexa rendible ten que ter un mínimo de dúas hectáreas».

 Rentabilidad estimada

Tomando como referencia los precios abonados durante la campaña pasada -más bajos que otras temporadas debido a la escasa demanda provocada por el cierre de la hostelería-, por cada kilo de castaña fresca de alta calidad de la variedad judía se pagan en torno a los 1,8 euros, y teniendo en cuenta que un castaño de esa especie puede producir a los 30 años unos 150 kilos de castaña y que pueden plantarse unos 100 árboles por hectárea, el rendimiento anual de una plantación de castaña para la industria en una superficie de 2 hectáreas sería de 54.000 euros al año.

De ahí, aunque ya podría comenzar a venderse fruto a los ocho años de haberse plantado, habría que descontar los costes de producción y mantenimiento de la finca. De lo que no hay duda, dicen en la industria, es que la castaña de calidad tiene mercado. Galicia tiene terreno forestal para acoger castaños. Falta trabajarlo.

«O meu neto de 13 anos podería vivir dos castiñeiros»

Jesús Batán Miguélez es maestro jubilado. Ejerció en Vigo, pero nació en Gondulfe, una aldea del concello de Taboada. A sus 75 años recuerda cómo su madre, hija de viuda, tapaba recogiendo castaña los agujeros que dejaban los escasos recursos económicos que entraban en su hogar. «Continuou apañando castañas ata os noventa anos e non quería que ninguén llas apañara», recuerda ahora Jesús Batán, quien hace una década volvió a reencontrarse con las castañas, pero de otra forma. «Herdei unhas fincas no concello de Taboada, coñecía a Jesús Quintá e animoume a emprender unha iniciativa de grande interese para o rural, a de plantar castaño da variedade Lungal, unha especie tardía. Estoulle profundamente agradecido porque moitas veces non sabes que facer co terreo. Fíxome un favor», dice.

Ahora tiene unas ocho hectáreas plantadas con unos árboles que tienen ya unos ocho años: «Recoméndolle a todo o mundo que o faga porque axúdanche a plantar, cóidaos, límpaos e cando hai froito danche un 33 % do valor real».

Pero él lo ve también como una inversión a futuro, una herencia para su nieto de trece años: «Podería vivir dos castiñeiros. Hai que traballar, claro está, pero tes os domingos libres».