Hugo Morales y Ricardo García llegaron hace cinco años a Pontevedra para reinventar las floristerías. Plantan en su jardín experimental de Índigo plantas como la cobaea, que no se cultivaba en la región
20 oct 2022 . Actualizado a las 10:16 h.Si se mete en una coctelera botánica, artesanía, economía circular, innovación y mucho cariño el resultado es Índigo, el empeño de Hugo Morales y Ricardo García por revolucionar el concepto de floristería. Hace cinco años se vinieron de Madrid con un proyecto tan ambicioso como novedoso. Su objetivo no era ni es solo vender flores, sino cultivar y recuperar algunas. Entre ellas está la cobaea scandens, una flor de origen celta con la que empezaron a experimentar en su jardín laboratorio en el 2020 y este año crece en sus granjas y comercializan en Índigo. «En Galicia no se cultiva fuera de nuestras granjas porque además no son nada fáciles de domar».
Las miman con la vista y con la mirada, son su niña bonita este otoño. «Apenas había esta flor porque es muy sensible a los cambios del PH del terreno y aquí hay muchas variaciones», subraya Hugo, mientras sostiene una de ellas en su jardín laboratorio. Este patio que tiene su tienda en la zona monumental de Pontevedra guarda las esencias de Índigo. Fue uno de los motivos que le llevaron a escoger esta ubicación algo apartada de la zona comercial, pero que se ha convertido en una de sus señas de identidad. «Nosotros probamos primero aquí hasta que funciona y si sale bien, lo llevamos a nuestras granjas para cultivarlas. El 60 % no funciona, pero hay un 40 % que sí», explica Morales.
Las que salen adelante, como ocurre con las cobaea, buscan en qué terreno pueden darse bien para poder comercializarlas después. «Son pruebas que se alargan mucho en el tiempo porque solo se puede probar cuando están en temporada y si no funciona hay que esperar al próximo año». Tienen granjas de cultivo en Redondela, Santiago y Melide, pero también en la alta montaña de León, donde buscan suelos fértiles. «Solo controlamos y observamos, no manipulamos la naturaleza», advierte este emprendedor. Su trabajo es ambicioso, no se quedan con lo sencillo, apuestan por cultivos ecológicos sin aditivos que hagan brotar las flores fuera de temporada. «Tiramos muy alto, intentamos siempre lo complicado», puntualiza.
No hace falta que lo diga, solo con cruzar el umbral de Índigo, uno siente que el reloj se detiene para concentrarse en una forma sostenible de entender la naturaleza. Las estanterías, las mesas o los techos descubren piezas de arte más que de floristería. Natural o seca, en ramos o por tallos, todo está dispuesto para parecer que entras en su hogar para que los anfitriones te aconsejen la decoración que necesitas para un evento, tu casa o una boda.
Flor natural
Ricardo es ilustrador y llegó a este negocio desde el mundo de la moda, mientras Hugo trabajó en el Botánico de Madrid tras acabar su formación y recorrer Europa para aprender de los principales maestros. «A mí me apasiona el contacto con la tierra y la parte de crear, empiezas haciéndolo para amigos y comienzas a soñar despierto. Yo creo que ahí ya empezó a nacer lo que sería Índigo», comenta Hugo Morales, que cuando explica su día a día habla de vender talento y naturaleza.
Es el cuidado del producto lo que les ha llevado a ofrecer material que difícilmente habrá en otra floristería. «Ricardo está conectado con su trabajo en el mundo de la moda y hablamos de las tendencias que van a venir a un año o más vista para plantar flores relacionadas con esas tonalidades en nuestro laboratorio natural», indica Morales, que habla de «plantas joya». No recurren a Holanda para suministrarse, sino que intentan cultivar en sus terrenos esas plantas que difícilmente sobreviviría al transporte.
Solo trabajan la flor de temporada y el 90 % de lo que comercializan es de su cosecha. Parece que esto puede limitar su producción, pero lo que Hugo y Ricardo tienen claro es que la naturaleza tiene sus tiempos. Para aliarse con ella, apuestan, siempre que se pueda, por la siembra escalonada. De esa forma consiguen tener la flor más tiempo al poder recogerla en distintos momentos. «No usamos invernadero ni calor artificial, pero con algunas especies con poco tiempo de floración hacemos siembras cerca del mar, en interior y en alta montaña donde el calor no llega de la misma forma», subraya Hugo sobre un trabajo que es bastante más que eso.
En su laboratorio exterior sacan cada año una veintena de flores, pero desde que hace cinco años desembarcaron en Pontevedra son más de 250 especies las que han dado su primer germen en este paraíso botánico de Pontevedra en el que están intentando hacer un híbrido que devuelva el olor a las hortensias. Ahora apuestan por el aprovechamiento para no repercutir en el cliente la subida de precios. «Destilamos el excedente de rosas para hacer agua de rosas», señalan Hugo y Ricardo, dos enamorados de la vida en Pontevedra que ya no cambiarían por su Madrid natal: «En una gran ciudad venderíamos más, pero no mejor».