En la bodega familiar más antigua de Galicia trabajan la poda de respeto, controlando la cosecha con una carga mínima de uva en cada cepa y con racimos bien distribuidos
20 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Pazo de la Cuesta, la bodega familiar más antigua de Galicia, acaba de sacar al mercado su mencía del 2022, un vino que destaca por su frescura, equilibrio y calidad. Y para conseguir todos esos atributos, en esta firma trabajan la poda de respeto, regulando las producción con una carga mínima de uva en cada cepa y con unos racimos bien distribuidos, lo que permite una correcta maduración del fruto.
«La mencía que elaboramos en Pazo de la Cuesta es muy diferente a la que podemos encontrar en otras zonas de Galicia», asegura Luis Buitrón, director técnico y enólogo de esta firma. Y parte de esa diferencia radica en la poda. «La filosofía que tenemos en Pazo de la Cuesta regula perfectamente las producciones dependiendo de las diferentes parcelas, aunque todo el viñedo está en la misma finca, tenemos ubicaciones diferentes y producciones distintas», añade.
Aquí se lleva a cabo la poda de respeto, lo que permite regular la producciones con una carga mínima de uva en cada cepa. De esta forma, se consiguen vinos de trece grados, que manifiestan la frescura y características de la zona, con un buen equilibrio con el paso por madera. «Lo que buscamos al regular la poda es el equilibrio entre todos los parámetros, empezando por la graduación alcohólica, la acidez y los antocianos, para conseguir una buena carga de color equilibrada», cuenta Buitrón.
El enólogo de esta bodega asegura que «nuestro trabajo en viña consiste en conseguir un buen equilibrio entre la planta y el terreno, y ese es el resultado de haber hecho unas labores de labranza adecuadas durante todo el año», afirma. Aquí no se utilizan herbicidas y todas las labores son mecánicas, para conseguir una buena aireación de la tierra, «así el agua puede fluir perfectamente a las raíces de la planta y conseguir ese buen equilibrio», insiste. A ello hay que sumarle la orientación de la finca, con un buen número de horas de radiación solar, y los drenajes del suelo, factores que influyen en las característica de estos vinos.
Ya en bodega, este mencía fermenta en depósitos de acero inoxidable, donde también realiza la fermentación maloláctica. Una vez concluido todo este proceso, el vino todavía se queda en estos depósitos durante cinco o seis meses, hasta que pasa a la madera. «Aquí jugamos con maderas de 300 y 500 litros de capacidad y con tres tipos de madera: francés, americano y centroeuropeo, con tostados medios y bajos para que la madera aporte, pero no influya y no solape tanto el sabor como los aromas propios de la mencía», explica Buitrón. El resultado es «un vino de calidad inmejorable», concluye.