Su carne está cada vez más cotizada por sus propiedades cardiosaludables, pero además el animal comienza a introducirse como método para mantener los montes limpios. Por no hablar de que este año incorporarse a la actividad agraria para criar esta raza tendrá más puntos.

maria cedrón

Hace siete años Saúl Rouco leyó en la prensa un reportaje que hablaba sobre el porco celta. Saúl es de Vilalba, había quedado en el paro y pensó que aquellos animales podrían abrirle paso a un horizonte de oportunidad. Tierra, necesitaba espacio para que los gorrinos pudieran crecer en libertad. No dudó en alquilar catorce hectáreas no muy lejos de su casa. Fue una gran oportunidad porque algunos de los que ahora tratan de montar una granja hallan un freno en la falta de espacios lo suficientemente grandes como para lanzarse. Pero este joven de Vilalba tuvo suerte. Encontró un lugar impresionante, Fraga do Coto, inundado de robles, el lugar perfecto para levantar la explotación en la que también colabora su padre. Ahora tiene dos padres con ocho reproductoras. El bosque está limpio y los cerdos conviven en armonía con los árboles. «Decidimos dar o paso e agora non damos abastecido a demanda que temos», cuenta Saúl mientras da de comer a un grupo de cebos que en unos días partirán rumbo al matadero.

Saúl Rouco en medio de una manada de porcos celtas en Fraga do Coto
Saúl Rouco en medio de una manada de porcos celtas en Fraga do Coto VÍTOR MEJUTO

Cuando él se incorporó a esta actividad, los baremos de las ayudas de la Consellería de Medio Rural para la puesta en marcha de explotaciones dedicadas al porco celta eran diferentes. Este año, como avanzan fuentes de ese departamento de la Xunta, está previsto que los criterios cambien y que aquellos que quieran convertirse en emprendedores de la mano de esta raza tendrán más puntuación que otros años a la hora de acceder a las ayudas. Ahora en la Asociación de Criadores de Raza Porcina Celta (Asoporcel) hay 130 socios. Algunos cierran el ciclo elaborando sus propios productos, otros crían y los hay que únicamente ceban usando el cerdo para mantener los bosques  libres de maleza.  

Porque más allá de ser una vía de negocio ligada al campo y que, en consecuencia, fija población en los concellos rurales, los porcos celtas han demostrado ser también un arma de lucha contra el fuego y cada vez resulta más frecuente su aplicación en selvicultura. De hecho, como explican desde Asoporcel, los criadores están desarrollando un proyecto pionero para el futuro del silvopastoreo del monte gallego. «Xúntanse tecnoloxía co modo tradicional de aproveitamento do monte con animais porque non cabe dúvida que o aproveitamento do monte con estes porcos logra unha limpeza natural e selectiva de amplas zonas de monte, quedando as árbores protexidas do lume», explican. No hay más que ver cómo queda el monte una vez que pasan por él estos cerdos. 

La capacidad desbrozadora del porco celta queda patente en esta imagen tomada en un monte de Friol.
La capacidad desbrozadora del porco celta queda patente en esta imagen tomada en un monte de Friol. VÍTOR MEJUTO
 

La prueba no está únicamente en Fraga do Coto. A escasos kilómetros de esta explotación porcina, también en el concello de Vilalba, Atilano Anllo ha puesto en marcha otra granja dedicada a estos animales. Custodiada por varios mastines, es una finca llena de bidueiros. Atilano se incorporó hace poco más de un año, pero ya tiene un verraco y cuatro madres reproductoras, lo que permite la ley para una pequeña explotación como la suya. El bosque en el que viven los cerdos está dividido en cuadrantes. Hay una parte en la que están los cebos con alguna madre. Otra, a punto de parir, está en una instalación cerrada en la que unas placas calefactoras protegen a los lechones durante los primeros días de vida antes de salir al campo. Ahí están hasta que tienen unos cuatro meses.

Atilano Anllo con un pequeño lechón hijo del verraco que observa desde retaguardia.
Atilano Anllo con un pequeño lechón hijo del verraco que observa desde retaguardia. VÍTOR MEJUTO

El verraco pasta solo en otra parte del terreno. En un frondoso bosque en el que no hay maleza. Está limpio. La imagen contrasta con los brotes que crecen en las partes por las que aún no ha pasado el semental. «Temos dividido en partes porque é o que nos recomendan para que vaia medrando a herba unha vez que o porco desbroza o matorral», explica Atilano. Además, ha instalado un método automático conectado a un silo para dar cereal a los animales sin necesidad de tener que ir hasta la explotación. Algo parecido pasa con el agua. En torno a las siete de la mañana el alimento comienza a circular. Los porcos celtas comen cereal, una mezcla de maiz y soja, que combinan con hojas, raices, hierba... Porque pastar, pastan como una vaca. Aunque la ración de comida que reciben cada día depende de la edad. La dieta la elabora un nutricionista  animal en base a la edad del gorrino. «As racións van por idades. Hai unha para o arranque, ata os tres meses; outra para o período de transición, entre os catro e os sete meses; e outra para o remate, os dous últimos meses», apunta Atilano.

Atilano Anllo no solo cría. Cierra el ciclo completo en su fábrica de embutidos. Del porco celta se aprovecha todo: chorizos, cacholas, lacones, tocino... Para el jamón habrá que esperar un poco más. Su período de curación es de dos años. Todos los productos elaborados con esta carne llevan a demás el sello de calidad 100 % raza autóctona, creado por el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.