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Así recupera el monte Galicia: «Había parcelas de cinco metros e hoxe temos 160 hectáreas»

Maruxa Alfonso Laya
M. Alfonso REDACCIÓN / LA VOZ

FORESTAL

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Una mancomunidad, una Sociedade de Fomento Forestal (Sofor) y un particular contaron en Piñeiros 24 su experiencia para poner en valor sus terrenos

11 nov 2024 . Actualizado a las 09:29 h.

Hace ahora diez años, el monte de la comunidad de Antas, en A Lama, estaba completamente abandonado y la Xunta estaba a punto de incoar un expediente. También corría peligro la propiedad forestal de la familia Pérez-Batallón, después de que su propietario falleciera y todo quedaran en manos de sus hijos. Y no estaban mucho mejor los montes de Cuns, una aldea de Outes donde las 3.000 hectáreas forestales que la rodeaban estaban en manos de miles de propietarios con parcelas diminutas. Hoy, cualquiera de estas propiedades forestales es la envidia de sus vecinos. Pero sus propietarios advierten, el camino no ha sido fácil y hace falta algún tipo de compensación por los trabajos ecosistémicos que realizan. De otra forma, no serán rentables.

«Mi padre decidió, cuando yo tenía 18 años, que fuera la comunera de la familia y, cuando entré solo había dos mujeres», contó Erundina Louro, presidente de la comunidad de montes de Antas durante una de las mesas redondas de Piñeiros 24, la jornada organizada por la Fundación Arume. Ella formó parte del grupo de mujeres que, hace ahora una década, decidió ponerse al frente de una comunidad. «Convocamos una asamblea, redactamos nuevos estatutos y empezamos a trabajar. No teníamos ni un duro y tuvimos que ir casa por casa convenciendo a las comuneras», recordó. Hoy, Antas tiene 92 comuneros, el 90 % mujeres.

«Los principios no fueron fáciles, sufrimos incendios. Queríamos revertir esa situación pero no teníamos ni idea de gestión forestal», añadió. Aprendieron rápido, apostaron por la multifuncionalidad del monte, por producir madera de calidad, recuperar los caminos y espacios naturales y por hacer una gestión sostenible del ganado. Hoy tienen 500 hectáreas que están ordenadas y produciendo al 90 %. «Pero lo mejor de todo es que esto provocó un impacto rápido en la autoestima de la comunidad», argumentó.

Agrupación forestal conjunta

En todo el proceso, añadió, tuvieron la ayuda de Finsa. «La gestión forestal es dura pero ellos obtienen nuestra madera de calidad y nos ayudan en todo el proceso», añadió. Ahora, ya están pensando en hacer una agrupación forestal conjunta para poder sumar a su proyecto a los propietarios particulares. «Tenemos un monte limpio y ordenado, pero estamos rodeados de propiedades particulares que están abandonadas y eso dificulta nuestros esfuerzos por mantenernos libres de incendios. Creemos que estas sociedades pueden ser la solución a nuestros problemas», concluyó.

La Sofor de Cuns

En la aldea de Cuns, en Outes, el monte no era comunal, pero estaba igual o más abandonado que el de Antas. Con un problema a mayores, «moitas propiedades eran diminutas, tiñan cinco metros cadrados», contó Francisco Dosil presidente de la Sociedade de Montes Sostibles de Cuns. Después de que un incendio se llevara por delante el 60 % de la superficie forestal en el año 2006, decidieron poner en marcha una Sociedade de Fomento Forestal (Sofor). «Queríamos agrupar as parcelas baixo un modelo de xestión única e pensamos que era o axeitado, porque os propietarios manteñen a xestión», añade.

Tampoco este fue un camino sencillo porque «tivemos enormes dificultades para crear unha zona de traballo de dimensións interesantes», relató. También fue un proceso lento, pues le llevó dos años constituir la sociedad. Pero lo cierto es que hoy es un proyecto consolidado, donde hay prevista una ampliación a 160 hectáreas «e eliminamos os problemas que as herdanzas causan na propiedade, porque agora non reparten fincas, reparten accións», explica.

Los propietarios reclaman pagos por los servicios que prestan

La experiencia de Pilar Pérez Batallón, propietaria forestal y socia de Fincas Carballido, es diferente. Fue su bisabuelo el que, en 1913, compró y unificó una gran extensión de terreno en Lugo para plantar, sobre todo, pino. «Fue algo innovador, pero hace setenta años del monte se aprovechaba todo», relató. El problema es que eso hoy no es así y que el precio de la madera no ha subido mucho en los últimos años. Por eso ella, y los otros propietarios forestales, reclaman pagos por los servicios ecosistémicos que realizan a la comunidad cuidando de sus montes.

La propiedad de Pilar ardió en 1987, que fue cuando se padre decidió acometer una reforma y modernizar la finca, abriendo pistas forestales y plantando 70 hectáreas de pino radiata. «En 1994 mi padre falleció y yo y mis cinco hermanos decidimos no dividir la propiedad, sino constituir una sociedad limitada para explotarla», añadió. Enfocaron la parcela a producir pino de calidad y eran conscientes de que era un proyecto a largo plazo, «en el que hasta dentro de 30 años no íbamos a tener el resultado final». El problema fue que, en todo ese tiempo, hubo que hacer trabajos «y no hay ingresos, pero sí gastos. Tuvimos que acceder a las ayudas, pero ningún proyecto puede vivir de las subvenciones», añadió.

Cuando llegó el momento de cortar «vimos que el precio de la madera había perdido valor y que nos habían aumentado los costes de producción». Por eso, a estas alturas, no tiene claro que este sea un proyecto rentable. «El valor de la venta de la madera no refleja todo el esfuerzo y todos los riesgos que asumimos», añadió. Teniendo en cuenta el trabajo que los montes realizan contra el cambio climático, esta propietaria reclama «ayudas para mantener ese ecosistema. Si estamos captando carbono eso tiene que ser remunerado», concluyó.