El cierre de fronteras impide llegar a los polacos y a los de aquí viajar al extranjero

maruxa alfonso

Hubo un tiempo en el que esquilar en Galicia era una tarea reservada a los polacos, a cuadrillas que todos los años llegaban de fuera para hacer el trabajo en las granjas gallegas y que eran muy apreciadas por su buen hacer. De hecho, la asociación de criadores de ovino y caprino de Galicia (Ovica) le encargaba esta tarea a estos grupos hasta hace solo unos años. Pero entonces se puso en marcha la empresa Rapadores da Montaña Lucense, que en las dos últimos primaveras se ha ocupado ya de las ovejas de esta agrupación, además de otras de particulares. También lo están haciendo en esta ocasión. Con una diferencia: no tienen casi competencia. Los trasquiladores que llegaban desde Europa no pudieron hacerlo este año por el cierre de fronteras debido al coronavirus.

Una de las cuadrillas que este año se han tenido que quedar en Galicia
Una de las cuadrillas que este año se han tenido que quedar en Galicia Santi M. Amil

Y tampoco ellos puede ir a otros lugares del mundo, pues algunos de estos trasquiladores iban a hacer la campaña a países tan lejanos como Australia y Nueva Zelanda. La tarea queda así en manos de los gallegos, que serán suficientes para atender la demanda de las explotaciones.

«Este año no va a haber problema en Galicia porque estamos todos aquí. La crisis sanitaria impide que podamos ir a otras zonas», explica Atilano Borrás, un trasquilador con más de 25 años de experiencia y responsable de la empresa Rapadores da Montaña Lucense. Porque la alerta sanitaria ha impedido que parte de su personal se desplazara a otros países para trasquilar ovejas. «Hay gente de la cuadrilla que se ha recorrido el mundo con este trabajo. Van a Sicilia, Nueva Zelanda, Austria...», relata. Pero, a cambio, tampoco ha podido entrar la mano de obra foránea, los esquiladores polacos que hasta hace solo unos años se ocupaban de buena parte de esta labor. «Los pocos que han venido, los han mandado para atrás», añade. Él no tiene problema con esas cuadrillas que se desplazan por los pueblos haciendo su mismo trabajo. Lo que no le gusta son «esas empresas grandes que traen trescientos o cuatrocientos esquiladores de fuera, medio esclavizados», lamenta. Esos que ofrecen un precio más bajo y no hacen el trabajo bien porque, en la mayoría de los casos, ni siquiera son profesionales. «Si dejaran que la gente de aquí trabajara saldrían más esquiladores», asegura al tiempo que cuenta que en Galicia, actualmente, hay siete u ocho profesionales «que llegan para atender a todas las granjas».

Los agarradores colocan al animal delante de la maquinaria que los va despojar de su lana. Luego actúan los rapadores, como el de la imagen
Los agarradores colocan al animal delante de la maquinaria que los va despojar de su lana. Luego actúan los rapadores, como el de la imagen Santi M. Amil

Rapadores da Montaña Lucense está formada por dos cuadrillas, integrada cada una por tres rapadores y dos cogedores. La campaña comenzó hace ya unas semanas y mientras una atiende las granjas de la provincia de Lugo, otra se ocupa de las de Ourense, aunque se desplazan por toda Galicia. Hay mucha disparidad entre las explotaciones gallegas, «hay algunas que tienen entre 500 y 600 ovejas y otras de entre 5 y 15. Pero no es problema. Nosotros hacemos nuestro trabajo sea una granja grande o un particular», explica. Desde que comenzó a trasquilar en Galicia, asegura que, campaña tras campaña, gana clientes. «Nos salen más cada año», afirma.

Un trasquilado al año

Atilano sostiene que la mayoría de los granjeros gallegos hace un solo trasquilado al año, aunque hay otros que optan por dos. Y es en estos meses cuando se concentra el grueso de la campaña. «Se trabaja sobre unos setenta días y hacemos una media de cuatro o cinco granjas diarias, dependiendo del tamaño», asegura. Eso implica que pueden atender a cerca de cuatrocientas explotaciones por campaña. Cada equipo está preparado para trasquilar unas 200 ovejas por día, «25 por hora», cuenta. La técnica parece sencilla, pero no lo es. Los agarradores colocan al animal delante de la maquinaria que los va despojar de su lana. Y los trasquiladores hacen el resto con cuidado, pues es importante no cortar a las ovejas durante el proceso.

Santi M. Amil

Su trabajo requiere fuerza, pero también mucha maña. «Hay que tener mucha paciencia, ser capaz de aguantar el ritmo y tener mucho cuidado con los animales», explica Atilano. Asegura que la suya es una profesión «que se hereda de generación en generación» y que implica pasar «muchas horas encorvado encima de una oveja». De hecho, «es un trabajo que requiere mucha técnica y aprendizaje», añade. A pesar de la gran experiencia que acumula, siempre aprende algo nuevo, «y el día que deje de aprender me retiro», cuenta.

Las dos cuadrillas de Rapadores da Montaña Lucense se encuentran cargadas de trabajo. El equipo de Atilano, por ejemplo, atiende en una misma jornada una granja en Cualedro, por la mañana, y otra en A Limia, por la tarde. Y así será buena parte de los días hasta que la campaña remate. Hasta que las ovejas gallegas se vean libres de la lana, que tantos problemas puede ocasionarles si no se trasquila en tiempo y forma.