Desobedeció a su padre para formar parte de la primera promoción que se licenció en Lugo en la facultad que hoy dirige
02 sep 2023 . Actualizado a las 19:35 h.Gonzalo Fernández (Madrid, 1965) dice que nació en la capital «por accidente», que es tan lucense como veterinario. Formó parte de la primera promoción que salió de la facultad que ahora dirige y que es santo y seña de la vida universitaria en la ciudad.
—Lleva dos años de mandato, ¿qué tal la experiencia?
—Como todo, tiene sus sombras y sus luces. Está bien la posibilidad de gestionar y coordinar cosas que puedes mejorar, pero hay mucha burocracia. Eso come mucho tiempo, es la parte más agria del trabajo.
—Parece que crece el interés por este grado.
—Nosotros tenemos más solicitudes que plazas. Ocurre en todas las facultades de España. Lo que sí notamos es que los estudiantes vienen con una visión de la veterinaria muy parcial. Si llegan de la zona rural, lo asocian al veterinario de campo y si vienen de la ciudad, al de la clínica de perros. Nuestro trabajo es que vean todo el abanico de trabajos que pueden hacer, desde seguridad alimentaria hasta bienestar animal.
—Hay una eclosión de mascotas. Eso es trabajo.
—Cuando yo acabé la carrera, en 1989, solo había una clínica de perros en toda la provincia. Ahora hay pueblos que tienen dos; en Lugo ya ni te cuento. Y lo que es una realidad es que, no solo en Lugo, sino en muchos países se está perdiendo al veterinario de campo y lo tienen que fomentar. Muchos alumnos entran con la idea de trabajar con animales de compañía.
—Son los tiempos.
—Nosotros estamos tomando alguna medida. Hemos hecho una campaña entre los alumnos de FP de Ganadería, para explicarles que pueden intentar estudiar Veterinaria. Este año, de 114 que entraron, 35 vienen de ramas de ganadería. Queremos que el perfil del alumno vaya cambiando para adaptarse a las necesidades de la sociedad.
—Es que igual la sociedad demanda más cuidar al perro que garantizar el futuro del sector agropecuario.
—Para cuidar al perro, la oferta y la demanda están más equilibradas. Para animales de producción, no. Y la demanda es mucho mayor que la oferta.
—¿Un graduado encuentra trabajo fácilmente?
—Posibilidades tienen. No tenemos datos concretos, pero los exalumnos dicen que sí, que encuentran trabajo fácilmente.
—Desde que usted estudió en esta facultad, seguro que las cosas han cambiado mucho.
—Bastante, sí. Se hacen muchísimas más prácticas. Cuando yo empecé no había ni edificio. Teníamos pocos medios, no había granjas.
—¿Por qué eligió esta profesión?
—Mi padre era veterinario, pero nos prohibió a todos sus hijos estudiar veterinaria. Yo no le hice caso y creo que a él, al final, le hizo ilusión. A mí me gustan los animales, la biología... Y a medida que fui teniendo experiencias profesionales descubrí aspectos de la veterinaria que no conocía y que me gustaron.
—La granja, el laboratorio, el despacho, las aulas... ¿Dónde se siente más a gusto?
—A mí lo que más me gusta son las aulas. También soy funcionario de la Xunta y lo dejé porque mi ilusión era ser profesor. De hecho, todavía sigo dando clase. De vez en cuando me escapo a alguna práctica porque el contacto con los alumnos es lo que más me gusta. Y me presenté a decano con la idea de que la docencia pudiera ser mejor.
—Algunos profesores universitarios se quejan de que sus alumnos son un poco más despistados, cometen muchas faltas de ortografía.
—Siempre se tiende a pensar que las generaciones anteriores lo hacían mejor. Yo los veo algo más inmaduros. Y lo de las faltas... Yo se lo digo: «Hombre, si lo pones en word y te lo subraya en rojo, será por algo».
—¿Son también mayoría de alumnas?
—Las mujeres son el 80 %. La mitad del alumnado es de fuera de Galicia. Vienen de toda España y un 4 % son extranjeros.
—¿Celta o Dépor?
—No entiendo nada de fútbol. No sé ni en qué categoría están.
—¿El Breogán tampoco?
—Yo soy del voleibol, del Emevé.
—¿Qué hace con el tiempo libre?
—Me gusta mucho viajar. No necesariamente al extranjero. Me gusta ir con mi mujer a visitar alguna zona de Galicia que no conozca. Es lo que me desconecta del trabajo y me carga las pilas.
—¿Como se definiría en pocas palabras?
—Intento ser conciliador, soy muy trabajador y muy responsable en mi compromiso.
—¿Cuál es para usted el mejor momento del día?
—Cuando llego a casa y estoy con mi mujer.
—¿Sabría hacer una tortilla de patatas?
—No soy un gran cocinero, pero hay tres o cuatro cosas que sí sé hacer. Entre ellas, una tortilla de patatas.
—Una empanada ya no.
—No. Pero un bacalao, sí.
—Si le nombraran presidente del Gobierno, ¿qué decreto firmaría en primer lugar?
—Mejorar la financiación de la investigación y la docencia universitaria. Adaptarse al mínimo que han establecido todos los países avanzados. Es que aquí trabajamos con lo que hay. Somos muy eficientes, porque yo veo trabajos de grupos americanos que tienen presupuestos de un millón de euros y nosotros casi competimos con ellos con presupuestos mucho más bajos.
—¿De qué se arrepiente?
—De dedicar mucho tiempo al trabajo y menos a mi familia. A veces mi mujer me pregunta: «¿Pero tú no eres funcionario?».
—Una canción.
—Cualquiera de Supertramp.
—¿Qué es lo más importante en la vida?
—La familia.