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La ira de los agricultores franceses desata la primera gran crisis del primer ministro Gabriele Attal

Somos Agro REDACCIÓN

GANADERÍA

Guillaume Horcajuelo | EFE

Esta mañana han cerrado la autovía que une Francia con España por Perpiñán. Las políticas de la UE centran las protestas de los trabajadores del campo en Francia que se prolongarán mientras «sea necesario»

23 ene 2024 . Actualizado a las 19:21 h.

Las protestas que plasman la ira del campo francés durarán mientras «sea necesario». El primer ministro francés, Gabriele Attal, sabe que esa advertencia del presidente de la la Federación Nacional de Sindicatos de Explotaciones Agrícolas (FNSEA), Arnaud Rousseau, no es ningún farol. Y por eso lleva reunido desde las seis de la tarde con él y con el presidente de Jóvenes Agricultores, Arnau Gaullot, en un encuentro en el que también está el ministro de Agricultura, Marc Fesneau. Es la primera hoguera que ha de apagar el primer ministro desde su nombramiento el pasado 11 de enero.

Por lo pronto su ministro de Agricultura ya ha aplazado la presentación de normas como el proyecto de ley para fomentar la incorporación de nuevas generaciones al campo que deberían de ir al Consejo de Ministros del miércoles. Las políticas verdes llegadas de Europa y la urgencia de consolidar una red de almacenamiento de agua son algunos de los asuntos que están detrás de unas manifestaciones que comenzaron la semana pasada y que se unen a las registradas en otros países como Alemania o Rumanía. Porque a juicio de los manifestantes resulta una total incongruencia que se les esté obligando a adoptar medidas que restan su competitividad e incluso obligándoles a reducir su producción cuando al mismo tiempo se está dejando entrar producto de terceros países.

Pero también el estado económico en el que se encuentran los productores, cada vez más envejecidos. De hecho, como publica Le Figaro  aludiendo a una encuesta del INSEE publicada en el 2021, basado en datos de 2018, uno de cada cinco hogares agrícolas vive por debajo del umbral de pobreza. Con todo, hay muchas diferencias dependiendo del sector o del tamaño de las granjas. 

Mientras no alcanzan un acuerdo con el Ejecutivo, los agricultores no dejarán de dar la batalla. Pudo verse esta mañana en la autopista A9 que une Francia con España. Cerca de allí, como recoge Efe, otros 300 agricultores ocuparon el peaje con sus tractores por el mismo motivo. Eso obligó a que, como los gestores de la autopista decían en su cuenta de X, los conductores tuvieran que usar la salida Perpiñán Norte, la número 41. 

Las movilizaciones de los agricultores se extienden en Francia desde que comenzaron el pasado jueves con el bloqueo con tractores de la autopista A64, al sur de Toulouse, en dirección de Tarbes. Los agricultores también han sacado sus tractores para obstaculizar los accesos de la central nuclear de Golfech, ubicada a orillas del río Garona, al sureste de la ciudad de Agen. En una entrevista con Radio France Internacional, el representante de todos estos agricultores explicó que «lo que quieren es volver a dar a su oficio una forma de dignidad, hablar de la cuestión del ingreso y de la competitividad». 

En referencia a las protestas que proliferan también en otros países como Alemania, Países Bajos o Rumanía, ha insistido en que «el fundamento común es la incomprensión del marco europeo actual». Además, ha hablado del «Green Deal, el pacto verde que tiene una visión claramente de decrecimiento puesto que implica que bajemos nuestra producción en Europa cuando las importaciones se disparan». Y ha denunciado «la incomprensión de lo que se pide a los agricultores» porque, si bien por una parte se constata que hay que producir para alimentar a la población, el consumidor europeo exige calidad, naturalidad y al mismo tiempo aumentan las entradas de productos del exterior.

El Gobierno francés está tratando de contener la extensión de la protesta y esta tarde el primer ministro, Gabriel Attal, recibe en su residencia oficial de Matignon a los principales responsables de la FNSEA y de los Jóvenes Agricultores. Los sindicatos se quejan de lo que consideran que es una falta de coherencia de las políticas europeas, que por una parte permiten aumentar las importaciones con acuerdos comerciales como el firmado recientemente con Nueva Zelanda, y al mismo tiempo les imponen cada vez más reglas medioambientales o sanitarias que incrementan sus costos y les hacen menos competitivos.

También critican, más en el terreno nacional, el retraso en la entrega de algunas ayudas públicas, el final previsto de la subvención al gasóleo agrícola, la carga burocrática cada vez mayor o los precios que les imponen las industrias agroalimentarias son las principales quejas de los agricultores y ganaderos.