Agentes de la Policía Autonómica se han formado en buceo submarino para ampliar las capacidades de sus operativos contra las prácticas ilegales
Si algo sumía en la impotencia más absoluta a los agentes de la unidad de investigación del Equipo de Respuesta Policial (Erpol) de la Policía Autonómica era ver frustrado un operativo contra el furtivismo porque el ínclito sorprendido se deshacía del material tirándolo al mar. Tantas veces se vieron en esa circunstancia que el jefe del equipo, Fernando Molina, decidió poner remedio a lo grande. Aunque más que a grandes males grandes remedios, en este caso sea más oportuno otro dicho: aquel de si la montaña no va a Mahoma... Si las pruebas acababan perdidas en el fondo del mar, quizá hubiese que sumergirse para ir a buscarlas. Y así fue que animó a los agentes a formarse como submarinistas. Para poder ir a recoger esas pruebas de las que se desprendían los furtivos y que impedían actuar de forma más contundente contra lo que, si se realiza de forma reincidente, es un delito tipificado en el código penal. O para atajar mediante vigilancia las malas prácticas de aquellos que desafían las normas de pesca y marisqueo vestidos de traje de neopreno, con botellas a la espalda y en la mano un arpón.
Una mujer en el equipo
Ni que decir tiene que los miembros del equipo aceptaron el reto. Levantaron todos la mano. Entre ellos la única agente de la unidad de investigación, la última en incorporarse al grupo, que aún con dos niños de corta edad que conciliar, no dudó en apuntarse y formarse hasta convertirse en la única mujer submarinista entre los agentes especializados en la lucha contra el furtivismo. GEAS aparte, claro está. Pero esa unidad (el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil) juega en otra liga. Es «la referencia en operaciones subacuáticas» —ensalza Molina—, aunque su abanico de actividades es más amplio que la actuación dirigida contra los mariscadores irregulares.
Es cierto que también hay buceadores entre los Gardacostas. De hecho, los agentes de la Erpol emplean las botellas y equipos del Servizo. Y son las embarcaciones de este cuerpo las que utilizan para desplazarse hasta el lugar en el que van a desplegar el operativo. Pero los submarinistas de Gardacostas realizan tareas distintas de la investigación contra el furtivismo. Eso queda completamente en manos de los policías autonómicos.
Los agentes se fueron formando poco a poco. Primero teoría, después práctica en agua confinada y, por último, pruebas en el mar. Todo un año antes de trasladar esa teoría y práctica acumulada en simulacros a un caso real. Este se realizó a finales del mes pasado, y del éxito pueden dar buena cuenta las ocho personas que fueron identificadas en el desarrollo de este operativo. Un golpe que tuvo como marco un escenario que los miembros de la Erpol conocen bien de tantas y tantas veces que han intervenido: la ría de O Burgo. En esta operación tres submarinistas de la unidad cruzaron la ría vestidos de neopreno mientras por el extremo contrario otros policías por tierra sorprendieron a los ocho ilegales, a los que se le requisaron 120 kilos de almeja y varios raños y capazos.
«Esto nos gusta, no vamos a decir lo contrario»
Pero no todo fue coser y cantar. Primero, porque la ría que tan bien conocían, ya no es igual a la de hace unos años, cuando era pasto de decenas de furtivos. Las corrientes han cambiado la topografía de unos fondos que, además, están ahora llenos de fango. Avanzar de noche, con el agua fría a nivel del pecho y caminando por el lodo ataviados neopreno es complicado. «El agua ralentiza los movimientos; en el agua es más difícil actuar», ilustra uno de los investigadores. Pero también es de lo más «gratificante». «Bucear nos gusta, no vamos a decir lo contrario», comentan entusiasmados la agente y un compañero.
La operación de la ría de O Burgo fue una especie de aperitivo para el debut a lo grande. Este se produjo a la vez que el regreso de la centolla a los mercados, campaña que suele ir acompañada de intensa actividad ilegal.
Temporada de la centolla
Esa sí que fue una prueba de fuego. El equipo de la Policía Autonómica no estuvo solo. También actuaron los miembros del Servizo de Gardacostas de Galicia y del Servicio Marítimo de la Guardia Civil, que movilizó a los GEAS. Entre todos se repartieron los escenarios: la ría de Ares, Ferrol, O Grove, Cambados, A Illa.
Los ahora también buzos de la Erpol decomisaron 700 kilos de producto en los pantalanes que inspeccionaron. Y no fue precisamente la centolla lo que más abundó en esos fondeos irregulares que descubrieron. Requisaron, sobre todo, volandeira y zamburiña. Se guardaban en el interior de unas enormes nasas colgadas bajo de las embarcaciones, ocultas a ojos desde la superficie, pero visibles, aunque no sin dificultades, para los agentes que patrullaban bajo el mar. «El agua estaba muy turbia, con muchos elementos en suspensión»; tanto, que los objetos fondeados de forma irregular «solo los veías cuando estabas casi al lado, a un metro».
Pero lo importante es que ha resultado y que la unidad dispone ahora de más recursos para atajar una lacra importante para el sector pesquero y marisquero gallego. Y de más y mejores armas contra los ilegales que tienen percebe, erizo y vieira en el punto de mira.