La novela encabeza las listas de libros más demandados en Argentina, Colombia y Chile Hotel Sheraton, suite 1571. Mucho han cambiado las cosas desde que una tierna Isabel Allende, en su diminuto apartamento de Caracas, escribiera «La casa de los espíritus», hace 18 años. Ahora posee una envidiable vista de Santiago de Chile. En esta ciudad hizo, hace dos meses, la primera presentación de su último libro, «Retrato en sepia» (Plaza y Janés). Transcurridos sesenta días, las librerías españolas ofertan la séptima edición de la novela, de la que la escritora ha vendido en España 350.000 ejemplares.
25 dic 2000 . Actualizado a las 06:00 h.Isabel Allende ha cerrado una trilogía como suceden muchas cosas en su vida: por casualidad. Cuando escribió su novela más universal, La casa de los espíritus, nunca pensaba en una saga, ni tan siquiera en escribir un libro. Era un conglomerado de personajes entre los que se vislumbraban tíos, abuelos y primos suyos, y «una serie de anécdotas que han circulado siempre por mi familia». Ahora ha cerrado el círculo con Retrato en sepia, tras Hija de la fortuna, tomando personajes de ambas obras. La nueva novela es número uno en las listas de ventas de Argentina, Chile y Colombia. Carácter autobiográfico A pesar de reconocer el carácter autobiográfico de su obra, dice que «siempre tengo en cuenta a mis lectores». Es periodista antes que escritora y sabe que «un libro que se va a quedar en un cajón no es un libro, empieza a serlo cuando alguien lo toma, y se convierte en un cuento; antes es sólo un conjunto de páginas cosidas». Lo que sí reconoce sin tapujos es el carácter personal e íntimo que otorga a cada uno de sus personajes femeninos, que son prolongación en muchos aspectos de la propia personalidad de Isabel Allende y de la media de cualquier chilena. «Dicen que cada uno de los personajes son distintos aspectos del autor, que uno siempre escribe sobre sí mismo; no sé si es cierto, pero es posible que haya trocitos míos en todas mis personajes», afirma. Siempre hay una constante en estas mujeres, que son «marginales» en el sentido de que «van contra la corriente, por alguna razón se colocan al margen»: Paulina del Valle monta un imperio económico en California, Aurora del Valle se convierte en fotógrafa y trabaja (algo impensable en la época para una mujer respetable), Nívea goza haciendo el amor con su marido mutilado en la Guerra del Pacífico... Tan a contracorriente que en una retrógrada sociedad chilena de finales de siglo las mujeres pueden hablar de sexo. Y es éste un recurso constante y continuo en la obra de Isabel Allende, que admite que «el sexo es importante en mi vida» y echa en cara al que le pregunta que «no sé si en la tuya es así». Dice sin tapujos que el sexo es el motivo que le llevó a casarse con su marido, Willy. En la novela también aparecen dos de sus temas recurrentes: la historia y la política, entrelazadas hasta tal punto que no se sabe cuándo empieza una y acaba la otra.