
El autor expone en A Coruña, la ciudad de la que su padre, ourensano, partió hacia Argentina en 1912 A veces, la vida es un círculo. Un padre abrió uno en A Coruña en 1912 y su hijo lo ha cerrado 89 años después. Estamos en el Salón del Cómic, ante la obra del argentino Carlos Nine. Asombra una foto incluida en el panel que sitúa al autor: su padre, de nueve años, posa antes de zarpar hacia América. La imagen fue tomada exactamente en el mismo lugar en el que hoy expone Nine. «He hecho un ajuste de cuentas con el tiempo», presume el ilustrador, que en enero triunfó en el festival de Angouleme, el mejor de Europa.
15 ago 2001 . Actualizado a las 07:00 h.El padre de Nine y sus cuatro hermanos partieron del puerto coruñés en 1912. Fueron sus últimos segundos en estos lares. «No volvieron», matiza el autor, «pero sí lo ha hecho su imagen 89 años después». Nine recorre durante su estancia coruñesa su árbol genealógico y no omite datos que un pudoroso pagaría por ocultar. No fue el hambre lo que movió a su familia a la emigración, sino su afán por resolver un misterio. El abuelo del dibujante partió un mal día de su casa en Seixomil (Ourense). «Me voy para Buenos Aires», anunció a su mujer. Nada se supo de él en cuatro años. Ella era paciente, mas no tonta, y actuó. Vendió las posesiones ourensanas y con el dinero obtenido compró seis pasajes para Argentina. Allá se fue a la búsqueda del marido perdido. Lo halló. Vivía bien el espabilado. Compartía lecho con otra gallega a la que había hecho ya un par de vástagos, Julio y Mercedes. Otro Julio y otra Mercedes, hijos suyos también, había dejado el crápula en Galicia. «Estaba intentando reproducir en Argentina su familia ourensana», explica asombrado Carlos Nine. El culebrón acabó bien para la abuela del dibujante. El marido volvió al redil, de la otra gallega nunca más se supo y los Julios y las Mercedes acabaron haciendo migas. Padre ejemplar Fue su padre el que empujó a Carlos Nine (Buenos Aires, 1944) a la viñeta. Tipo culturalmente inquieto, tocaba el violín en una orquesta de tango. Además, tenía una zapatería y fue en este local en la que el hoy prestigioso autor realizó su primera exposición. «Quitó todos los zapatos del escaparate y puso mis dibujos». Cuando Carlos tenía 16 años, su padre murió. Su pluma empezó a volar sola y bien alto ha llegado. En la última edición del Festival de Cómic de Angouleme (Francia) recibió el premio al mejor libro de autor extranjero traducido al francés. Se titula Le canard qui aimat les poules (El pájaro que animaba a los pueblos). Como el resto de su obra, no se vende en España. En breve, anuncia, se distribuirá Fantagas (1995). Dibujante de técnica prodigiosa que practica el cómic de contenido social, Nine es un hombre-orquesta: firma libros, hace esculturas e ilustra periódicos como New Yorker (EE UU), Le Monde (Francia) y Clarín (Argentina). La obra del hijo del ourensano es tan apasionante como su biografía.