Una nueva generación llama a la puerta

CÉSAR WONENBURGER A CORUÑA

TELEVISIÓN

ANDREA COMAS / REUTERS

LOS PREMIOS DEL CINE ESPAÑOL / LA CRÓNICA Los galardones de los Goya ponen de relieve que la renovación de los rostros en la cinematografía nacional es un hecho imparable Todos los años lo intentan, y todos los años es lo mismo. Imposible aligerar una entrega de premios tan larga. Aunque se eliminen el vistoso paseíllo, las actuaciones y se limite el tiempo de los impredecibles agradecimientos, la gala se estira y se estira, dejando siempre en el espectador una inevitable sensación de hartazgo. Si encima el glamour brilla por su ausencia; los guionistas parecen los mismos que escriben los «sketches» del programa de José Luis Moreno -su gracia, igual de nula- y los premios principales vienen cantados, como ha ocurrido ahora, el aburrimiento termina haciéndose difícilmente soportable, hasta para quienes compiten.

03 feb 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

Pocas veces se han visto rostros tan escasamente entusiastas en el patio de butacas: más que una fiesta parecía un funeral. Claro que los plomizos chistes de Rosa María Sardá no contribuyeron a animar al personal, ni al de allí ni al que siguió la ceremonia por la tele. Aparte de su pretendido tono sobrio, que se reflejó en el vestuario (sólo dos colores: negro para ellos, rojo las chicas), la principal novedad ha sido lo respondones que han salido algunos participantes, iluminados quizá por el espíritu contestatario de Susan Sarandon en los Oscar. Pero aquella ceremonia la ven millones de personas, por lo que dudamos de la repercusión internacional que puedan tener las declaraciones de ese enviado de José Luis Guerín que recogió el premio por En construcción. Denuncia pro-palestina El hombre, tras improvisar algo parecido a un poema y hacerse un lío con los nombres de dos escritores (Gabriel García Lorca, dijo), pidió apoyo para la causa palestina. «Ariel Sharon es un genocida, un nazi», bramó, y al auditorio le faltó poco para ponerse en pie. Recibió casi tantos aplausos como Juan Antonio Bardem. Recordaba a los tiempos de la expulsión de los judíos. Eso mismo llega a pasar en Hollywood y lo dejan frito en el escenario. Olvido conyugal No fue tan bien recibida la salida de guión de Juan Diego Botto, que aprovechó su «momento denuncia» para solidarizarse con Argentina. Pero no todo fue lucha política. También hubo anécdotas menos comprometidas, como la de un señor que al agradecer uno de los premios técnicos se olvidó el nombre de su mujer. «There''s no people like showpeople» (no hay gente como la del espectáculo), afirmó Juan Antonio Bardem al recoger su Goya honorífico. Y tiene razón, o ¿en qué otra profesión que no sea ésta es probable que a una chica se le salga un pecho mientras recoge un premio? Le ocurrió a Paz Vega, que desde que rodó Lucía y el sexo gasta menos en ropa que la mona Chita. Su merecido galardón, como los que recibieron Amenábar, Fresnadillo, López de Ayala, Sbaraglia, Salmerón,... ha dejado claro que la renovación en el cine español es imparable, si no en las ideas, sí en los rostros. Que se lo digan al veterano Bardem, que aprovechó su discurso para pedir trabajo («tengo un par de proyectos», dijo). Aquí el que resiste no siempre gana.