El documental sobre Pucho Boedo pretende revisar el periplo vital entre los años 50 y los 80 de una persona que, por su voz, alcanzó «un poder popular que aún hoy, cuarenta años después, se sigue recordando», afirma Paco Lodeiro. Una vida que combina todos los contrastes de un triunfador que tuvo una existencia muy dura. Boedo nació en La Silva, en el barrio coruñés del Ventorrillo, y quedó marcado por el asesinato de su padre y su hermano, que eran anarquistas. Su voz potente y poderosa lo convirtió en un referente de las orquestas gallegas, que eran los ídolos que había en aquella época. Empezó siendo cantante invitado en Los Satélites y con ellos viajó a Venezuela, donde se quedó a vivir un año. Luego volvió con su antigua orquesta, Los Trovadores, y se instaló con ellos en Madrid, donde se convirtió en una figura de referencia en los salones de baile y de la noche madrileña. Más tarde, a principios de los años sesenta, ficharía por Los Tamara, que habían tenido un problema con su cantante en Marsella. Con ellos actuó en templos de la música de aquellos años como el Olympia de París, precisamente en una época que coincidía con la oleada de emigrantes gallegos hacia Europa. En medio del boom de canciones míticas como Tenerife tiene seguro de sol, surgió la posibilidad de grabar en gallego Galicia, terra nosa . Después vendrían otros discos y así nacería por vez primera la música grabada en gallego. «Si Pucho Boedo fuera americano estaría en la órbita de Frank Sinatra o Dean Martin, y Los Tamara, en la de mitos como los Beach Boys», asegura Lodeiro.